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1109 25 Julio 2012

 

El cuento de la gallina
Eligio Coronado

Monterrey.- Los buenos fabulistas saben introducir la moraleja dentro de una historia sin hacerla evidente. Así los niños (y no pocos adultos) perciben el mensaje sin sentir que son “aleccionados”.

En La gallina que cruzó el camino*, de Yarezi Salazar (San Nicolás de los Garza, N.L., 1980), un grupo de animales de cierta granja se siente impulsado a cambiar de hogar debido a la incontenible fuerza de los rumores: "Yo he oído decir que en la granja vecina los animales viven mejor. Dicen que el maíz y todas las plantas que crecen ahí son hermosas y gigantes" (p. 2, no numerada).

Naturalmente, todo cambio conlleva riesgos: "Pero también cuentan que está canijo llegar, que hay muchos obstáculos y que los lobos vigilan el paso para comerse a los que se atreven a cruzar" (idem.). Pero para toda aventura siempre hay un valiente y, en este caso, resulta ser la gallina Cleta.

Cleta sí está dispuesta a cambiar de vida y no le teme a nada: "Una mañana Cleta no aguantó más. Empacó la bufanda que le dio su abuela, su pluma de la suerte, sus ganas de vivir la vida" y “caminó rumbo a la puerta” (p. 4, no num.). Su ejemplo anima a los demás, pero "Al llegar a la puerta se congelaron del susto" (p. 6, no num.) y Cleta parte sola.

En el camino un viejo coyote la ayuda, a cambio de que Cleta le obsequie todo lo que trae en su maleta. La idea es que ella se oculte en la maleta vacía y el coyote la transporte hasta la granja anhelada.

La nueva granja no resulta lo que Cleta esperaba: "todo era distinto a casa. (...) todos los animales estaban separados por especies, (...) los patos vivían cerca del lago, los caballos en un establo alejado, las gallinas en un corral inmenso y sucio donde ni siquiera había suficientes ventanas; y así con cada una de las especies de animales que ahí habitaban" (p. 13, no num.).

Cleta intentó hablar con algunos animales, pero nadie le contestó. Así descubrió que había discriminación y menosprecio por los recién llegados. Sólo una gallina vieja, que se esforzaba por encajar en ese medio llenándose el cuerpo de cal y usando unos tacones de lodo, le explicó la situación: "aquí las gallinas son más blancas y grandotas, si ven que soy muy distinta ni la palabra me dirigen" (p. 14, no num.). Cualquier semejanza con ciertos niveles sociales humanos no es mera coincidencia.

Pese a todo, Cleta intenta integrarse, encalándose para parecer más blanca y empleando tacones de lodo para ganar estatura, pero una inoportuna caída la vuelve a la realidad: "vio su ridículo reflejo en el agua: el cuerpo escurrido, lleno de engrudo ahora. (...) En ese instante entendió dónde estaba su lugar" (p.15, no num.).

La moraleja implícita de esta historia es: Rumor y verdad no son la misma cosa. Aquél puede excitar tus expectativas sin ningún fundamento. Averigua cuánto hay de verdad en tal rumor, para que no te decepciones. O como dice el dicho: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”.

Queda por señalar que este pequeño volumen está diseñado para niños con atractivos dibujos y que algunos títulos de capítulos y diálogos aparecen manuscritos y aumentados de tamaño y/o resaltados a color.

* Yarezi Salazar. La gallina que cruzó el camino. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2012. 1 v. ilustrado por Verónica Vázquez Orozco.

 

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