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1142 10 Septiembre 2012

 

EL CRISTALAZO
Zócalo, “Morena” y el Diablo
Rafael Cardona

El lunes de la semana pasada un integrante del equipo de transición de Enrique Peña Nieto, me contó sobre la agenda del presidente electo. Entre otras cosas me dijo¨:

--“Va a ir al informe de Eruviel y a ningún otro”.

Este dato si se quiere aislado, comprueba algo muy simple: todo mundo sabía quién iba a ser la estrella en el teatro Morelos de Toluca. El doctor Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, iba a servir una vez más como “telonero” (como se les dice a los grupos musicales de menor estatura) para cuando llegara el verdadero “superstar” a quien todo mundo quería saludar, precisamente el día de la aparición del Bando Solemne con su consagratoria condición de presidente electo y su posterior entrevista de concordia con el presidente en  funciones, Felipe Calderón. 

En ese ambiente Miguel Ángel Mancera aceptó la invitación al informe (esa fue la formalidad), pero en verdad acudió a Toluca para marcar la distancia cuya gestión necesita: él es Jefe de Gobierno Electo del Distrito Federal y no escenógrafo (ni eterno patrocinador) del Movimiento de Reconstrucción Nacional. Sin  ruptura, pero sin dependencia.

Así pues Miguel Ángel Mancera admitió la contundencia de la territorialidad. No se trató sólo de un apretón de manos y un anuncio de civilidad política. Mancera se salió de sus terrenos para acudir al territorio político (y simbólico) del PRI triunfante: el valle de Toluca.

Pero mientras llega diciembre y con él la gestión de Mancera, las cosas siguen en manos de Marcelo Ebrard, quien juega con dos naipes. Por una parte amaga con dejar solo al Sindicato Mexicano de Electricistas, por la osadía de ocupar el Zócalo pocos días antes del anuncio de la reorganización de la Resistencia Civil, ahora bajo la pantalla de promover la trasformación de un movimiento nacional de regeneración en un partido político, y por la otra permitir el asentamiento en la plaza convertida en tianguis de Martín Esparza, con algunos comercios informales a los cuales la ignorancia de algunos informadores, como por ejemplo el diario Reforma, en primera plana (“Tolera y protege plantón y vendimia de electricistas”, 7 de septiembre); llama “vendimia” en confusión total entre dos verbos; vender, cuyo significado reside en un acto de comercio, y vendimiar, cuya acción describe la recolección de los frutos de la viña.

En fin, pero mientras en ese diario alguien tiene tiempo para comprar siquiera un diccionario, el Zócalo sigue en manos de la izquierda protestante con Marcelo de viaje cantando “contigo en la distancia”.

Todos tienen en el Zócalo un destino y un motivo de queja. Los ex trabajadores (la mitad de los cuales no lo hacía cuando fue disuelta la onerosa e ineficiente empresa LyF) y los perdedores de la elección presidencial cuya definición ya no tiene ahora más motivos reales de queja. Es, como se dice en el lenguaje jurídico, cosa juzgada.

Deseo compartid, en este sentido, algunas reflexiones sobre el “manifestacionismo”, doctrina, como se sabe, sobre la cual se asientan los valores y métodos fundamentales de la izquierda. Alguien dijo: la derecha hace procesiones, la izquierda manifestaciones y el PRI, elecciones.

Pero esa es la metodología. El pequeño sabotaje, la propagación de rumores, como esas frecuentes asonadas imaginarias en el estado de México cuya frecuencia las hace sospechosas, sobre todo en la fecha previa a la clarinada del inconforme mayor y en general todas las transgresiones menores cuya finalidad es escalar la irritación hasta lograr un fin preciso (en este caso impreciso, dada la aceptación general de los resultados electorales, motivo de la queja eterna), son algunas de las herramientas de la llamada “desobediencia civil”.

Pero se llame resistencia pacífica, desobediencia civil, protesta ciudadana, inconformidad prolongada o como sea, la industria de la protesta tiene en México una larga tradición y un beneficiario mayor. Manifestarse ha sido el verbo más utilizado por la izquierda a lo largo de su historia.

Siembro una provocación: la crónica de la izquierda no es la historia de sus ideas, sino el relato de sus manifestaciones. El mitin, asamblea o movilización no es en sí misma una herramienta social ni un medio para expresar algo. Es una actividad por sí y en sí misma. Me manifiesto, luego existo, dice el cartesianismo callejero. El Zócalo convertido en  la montaña del nuevo sermón. En ese sentido vale la pena revisar el reciente libro de Alejandro Encinas, “La gráfica política en México”, cuya iconografía la convierte en un incipiente catálogo de las movilizaciones de la izquierda, del Partido Comunista a Morena.

Ahí, con la misma contundencia de esta mañana, aparece un cartel magnífico: “México unido con Cárdenas. EL cambio es seguro. ZOCALO. Cierra de campaña, sábado 13 de agosto. II.00 Horas. Ciudad de México. Vota así el 21 de agosto. PRD.

Bienaventurados los defraudados; de ellos será el reino de las quejas, podrían decir los seguidores de Papá Obrador instalado en su extensa y nacional Nueva Jerusalén.

El Diablo
Sin  embargo, no puede haber fuerzas divinas sin su opuesto necesario, las potencias malignas. En ese sentido, repentinamente, en otro informe de gobierno (estas ceremonias se han convertido en las pasarelas y las vitrinas preferidas para dejarse ver e irrumpir en la escena) se aparece el Diablo.

Carlos Salinas de Gortari, con blanquísima guayabera de cuello filipino, quien impío mete su dedito en la llaga y se refiere a Enrique Peña como la luz de la esperanza, para escarnio del autor de aquella frase de la virtud teologal convertida en rayo sobre la historia de México.

--¿Rayitos a mí?, parece decir el ex presidente bajo cuyo manto protector ha querido el actual quejoso del Zócalo colocar a Enrique Peña. No podemos olvidar el momento hilarante en aquel primer debate entre los candidatos, cuando Andrés Manuel quiso probar la complicidad entre Salinas y Peña y exhibió de cabeza la inocua fotografía de una cena.

Pues ese señor cuya sola mención asusta a algunos, como si al niño se le amenazara con “el coco” o el “boogie man”, ha dicho olímpico y seguro: “el presidente (electo) Enrique Peña estará a la altura de la enorme responsabilidad que va a tener, las instituciones definieron y decidieron, ya que los mexicanos se manifestaron y hay una gran expectativa, y ésta es del tamaño de su esperanza… estoy yo concentrado en trabajar en las ideas, en la siguiente generación, en reflexionar dónde estamos, qué queremos, en un horizonte de debate de las ideas, y eso es en lo que yo estoy, fundamentalmente”.

Florence
El caso Florence Cassez se parece mucho a las velitas de broma para los pasteles de cumpleaños. Le soplan y se apaga, para después encenderse de nuevo. Hoy la actriz Marion Cotillard, internacionalmente reconocida y con el arrastre de opinión propio de las estrellas del espectáculo, desliza una sugerencia de la cual quizá no esté exento El Elíseo: los nuevos presidentes de México y Francia, el electo Peña y el ya actuante Hollande, podrán recomponer las relaciones destruidas por la insolencia de Sarkozy y el legalismo táctico de Calderón quien usó ese caso para atraerse la simpatía de los grupos “ciudadanos” defensores de los secuestrados, es decir, la señora Wallace y Alejandro Martí.

Pero no consiguieron ni lo uno ni lo otro. Todo quedó en la fracasada aventura electoral de Doña Isabel, quien perdió el prestigio y las elecciones.

Hoy sólo queda internacionalmente un hecho: la policía mexicana monta escenarios televisivos para similar éxitos de investigación. Eso hizo Genaro García Luna, quien corona su carrera en materia de seguridad cuando sus aleves policías tirotean una camioneta de la embajada de los Estados Unidos.

El escandaloso caso ya ha llegado hasta los ámbitos académicos. Esta semana el joven abogado Marco Tulio Martínez Cosío, sustentará la tesis “El caso Florence Cassez y el efecto corruptor; el sistema penal mexicano a debate”, para obtener su licenciatura en la Escuela Libre de Derecho, mientras el asunto sigue en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, reposado  en el regazo de la ministra Olga Sánchez Cordero.

 

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