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1142 10 Septiembre 2012

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Oportunidades del nuevo gobierno
Edilberto Cervantes

Monterrey.- La llegada de un nuevo gobierno abre necesariamente expectativas sobre el rumbo que tomará y el estilo que asumirá.

En los casos recientes, en España y en Francia, los nuevos gobiernos plantearon un viraje respecto de las políticas del gobierno anterior. En España un gobierno conservador sustituyó a un partido de izquierda; en Francia, al revés, un gobierno de izquierda (socialista) sustituyó a un partido conservador.

En México, las opciones que se le presentaron al electorado podrían identificarse con izquierda, derecha y centro. La izquierda la representaría la alianza de PRD. PT y MC, la derecha el PAN y el centro el PRI. Los conductores de noticieros se refieren con frecuencia a AMLO como “el candidato de las izquierdas”, pero no se pronuncian sobre la posición de las otras dos fuerzas, como si en el país no hubiera derechas o planteamientos de centro.

La oportunidad para un gobierno de centro se abrió en la medida en que la derecha en el poder acabó con una preferencia de menos del 50 por ciento (un gobierno, el de Calderón, totalmente desgastado y muy cuestionado) y una izquierda que no logró la contundencia necesaria. La opción del PRI se ha presentado tradicionalmente como distante de la derecha conservadora y la izquierda progresista. El viejo régimen del PRI fue en su momento propiciador de un tripartidismo que en la actualidad genera equilibrios, al menos en el poder legislativo. Los 15 años del PRD en el D.F. son una experiencia de gobierno que se presenta como una opción de ejercicio real frente a los gobiernos locales de PAN y PRI.

El margen de maniobra de que dispone el nuevo presidente francés Francois Hollande es mucho mayor que la reducida o mínima que puede ejercer Mariano Rajoy. Para Hollande el nacionalimo económico es todavía una oportunidad a favor de los franceses. Para Rajoy no hay más que la agenda de la austeridad a rajatabla impuesta por los intereses financieros internacionales. En México, el margen de maniobra del nuevo gobierno está determinado en buena parte por la consolidación económica y política de los poderes fácticos.

El sector de las telecomunicaciones, la informática y la Internet, que es el más dinámico de la economía, nacional e internacional, es un verdadero campo de batalla entre los consorcios más fuertes del país. La transición tecnológica (y los impactos en la industria) que se abrió con el denominado triple y cuádruple play fue resuelta en Japón hace más de diez años, en Brasil hace seis o más, en los Estados Unidos ni siquiera causó mayor complicación. En México el marco jurídico aún es una asignatura pendiente. En el resto de la economía la presencia extranjera estaría planteando la conveniencia de que se mantenga una política de apertura al capital extranjero y la libre movilidad de los recursos financieros. Gravar fiscalmente las operaciones en la bolsa o tratar de arraigar a las inversiones de tipo financiero, como ya sucede en Inglaterra o Brasil, son temas que se desechan antes de ser analizados. 

La política económica del nuevo gobierno en México tiene también la restricción de que la política monetaria la dirige el Banco de México de manera autónoma del Gobierno. El objetivo de las acciones del Banco es la estabilidad de la moneda pero deja fuera el objetivo de crecimiento de la economía. Para algunos analistas, el Banco de México (con autonomía desde el siglo pasado) ha cumplido con su cometido al contener la inflación y mantener estable el tipo de cambio; para otros, no es el caso:  es un error mantener reservas en dólares tan altas y esterilizar las entradas de divisas, la inflación se está saliendo de los límites y el peso se ha devaluado de manera significativa en el 2012. Modificar la ley del Banco de México, para incluir el crecimiento entre sus objetivos o misión, junto con la eliminación del tope al déficit fiscal, podría ayudar a salir del estancamiento en el que se encuentra la economía nacional.

En México existe una ley de planeación que obliga a todo gobierno a presentar un plan nacional de desarrollo. Y así se ha hecho, los gobiernos cumplen con presentar el documento; pero se ha quedado allí como un mero ejercicio de proyección. El estilo de gobierno que se ha impuesto, más que seguir un plan trazado, apuesta a la improvisación y a “gobernar” a como se puede.

Una respetable historiadora mexicana emitía hace unos días un juicio sobre el gobierno de Calderón y decía que a éste le había tocado una época de desastres: por lo que no tenía culpa alguna.

Lo contrario a la planeación es la improvisación o la falta de previsión. En l, os gobiernos que estamos viviendo todo evento de magnitud tiende a exagerarse o a presentarse como la catástrofe inminente. Se reacciona entonces con base en muy escasa información y sin ninguna estrategia meditada.

Así sucedió con la gripe aviar, con la crisis económica, o en la más reciente crisis del huevo. Primero se subestiman las señales de crisis; luego ya en medio de la misma se pone el grito en el cielo y después se actúa a la desesperada, con soluciones que se ocurren al momento.      

Se argumenta que el mundo en la actualidad transita por una crisis continua. Cada día hay nuevos actores y nuevos factores, así como nuevas oportunidades y amenazas.  Por lo que cada día se reacciona siempre hacia algo desconocido.

Se gobierno o más bien se administra con el criterio de la bolsa de valores. Todo es un sube y baja  y el argumento es que no es posible anticipar hacia dónde se moverán los mercados. Así que para qué planear.

Es oportunidad del nuevo gobierno, además de articular un plan nacional de desarrollo  viable, el establecer una nueva forma de gobernar. La evaluación de los últimos dos gobiernos es que resultaron un fracaso. La situación del país es de desastre, en materia de seguridad pública, seguridad  alimentaria, pobreza, desempleo, educación, y cada vez es peor.

Una nueva forma de gobernar empezaría por darle nueva forma a la estructura de gobierno. Es ineludible la reforma a  la administración pública. En los últimos años se han creado cientos de puestos de nivel de subsecretario o equivalente, se ha inflado la administración y los emolumentos.

Además de aligerar la estructura y replantear funciones de las secretarias, tendrían que diseñarse nuevos sistemas para la toma de decisiones. Verdaderos sistemas   institucionales para la definición de las políticas públicas y no meros esquemas cupulares.

Se ha vuelto de uso común la referencia a ciertas reformas estructurales que se dice “están pendientes”. Ese criterio responde al modelo de economía neoliberal que estuvo en boga en los años noventa, pero que ya ni el FMI considera viable. El nuevo gobierno tendrá que hacer ajustes en la política económica para revertir la tendencia al desempleo y la pauperización de los trabajadores. La disyuntiva no es entre estabilidad o crecimiento sino entre la pobreza generalizada o el crecimiento compartido.

El nuevo gobierno podría establecer indicadores reales de rendimiento. El sistema de información que se emplea actualmente pone más énfasis en la propaganda político partidista que en la claridad y veracidad.
Como dirían los especialistas en calidad total: hay un amplísimo campo de mejora, enormes áreas de oportunidad.

 

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