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1152 24 Septiembre 2012

 

Retratos de Lucian Freud
Lucrecio Petra del Real

Corpus Christi, Texas.- “Fue un comprometido con la pintura. ‘Quiero pintar como si trabajara sobre la carne’, dijo en una ocasión en que quiso explicar su compromiso con su propio arte”.

“Era un obsesivo-obsesivo como todo pintor que se precie de serlo”.

“Su fijación estriba en los desnudos, en los retratos de sus amigos y de sus amantes a quienes les disecaba el alma con sus pincelazos, si me permites el exceso de la imagen”.

Las anteriores aseveraciones se las hice a mi amigo Chito Arrambide en una carta, misma que retomo para realizar este texto. Les cuento que Laura, Chito, Libertad y yo coincidimos en Fort Worth a fin de acudir, todos juntos, a mirar la exposición de retratos realizados por Lucian Freud en el Museo de Arte Moderno de Fort Worth (MAMFW).

La visita a dicha muestra la habíamos aplazado varias veces desde que supimos que la obra de Freud estaría en Fort Worth y ahora que fuimos felizmente coincidimos con Arrambide y la dulce Libertad, su mujer. Laura y el que esto escribe nos lanzamos desde Corpus Christi; Arrambide y Libertad desde Houston. Finalmente nos vimos reunidos y la visita al museo resultó de lo más ilustrativa para todos, pues además nos tocó presenciar un documental en el mismo MAMFW.

Primero hicimos un recorrido más o menos en orden, en el que seguimos la propuesta de la curadora de la muestra, Sarah Howgate, si bien el curador en jefe del MAMFW, Michael Auping, es quien nos enfatiza en su presentación que en tanto muchos artistas al enfocar su trabajo en el retrato basan su labor en imágenes fotográficas, “Freud en cambio propiciaba una sutil interacción con sus modelos: Sus pinturas representan esa relación, al igual que la excepcional gente descrita en ellas”.

Esta exposición se abrió en el MAMFW a un año de su muerte. El famoso pintor británico murió en julio del año pasado a los 88 años. Considerado uno de los más grandes del siglo veinte, especialmente por sus retratos en los que plasmaba “su visceral interpretación” de las personas que pintaba, lo tenemos en Fort Worth desde el 1 de julio pasado y estará hasta el 28 de octubre en esta muestra titulada precisamente: Lucian Freud: Retratos y con la cual este museo se distingue toda vez que es el único lugar de presentación en los Estados Unidos.

El MAMFW organiza la muestra en asociación con la National Portrait Gallery de Londres y consiste en nada menos que 90 trabajos fechados entre 1943 y 2011. Auping, en el programa de visita indica: “Los modelos de Freud son vecinos, amigos, amantes, familia, personalidades del mundo del arte y de la realeza inglesa. Sus pinturas son, en esencia, una biografía visual. La exhibición está dividida en grandes grupos temáticos, concentrados en periodos particulares, grupos de modelos, y de consideraciones formales, demostrando el desarrollo de las técnicas de pintura del artista”.

De entrada mencioné a nuestro amigo Chito porque estos apuntes fueron ideados por esa carta escrita hace unos días en la que desbordo mi entusiasmo por haber presenciado esta exhibición. “En el camino (de regreso a Corpus Christi) devoré el librito que Laura compró en la tienda del museo”, le digo a Chito y líneas más abajo le cuento que “en Corpitos” (para los amigos) leí varios “ensayos de Dennise Kardon y Laura Cumming y estuve revisando (la obra de Freud), leyendo, contemplando”... y esos descubrimientos y aprendizajes se los comparto en la carta. (Destaco aquí que si bien la escribí en la computadora, la imprimí, la metí en un sobre, le puse timbre postal y la deposité en el buzón de correos... lo destaco como un reconocimiento al buen Chito, quien en estos tiempos de e-mails él sigue realizando siempre-siempre la entrañable costumbre, el emocionante ritual de escribir a mano e ir al correo a depositar la carta; no la escribí a mano como él lo hace porque mi letra está peor que la de los doctores, cierro el paréntesis.)

Le digo a Arrambide que sin duda de esas lecturas, y de mis apuntes durante el documental titulado Lucian Freud, verdades desnudas (el que vimos juntos en el MAMFW) arrancan mis consideraciones, pero la mayor parte se desprende de las vibras de mis propios estremecimientos, emanados ante las telas freudianas, acaso desde las sensaciones de los pintados.

Así pues luego de releer la misiva a Arrambide se me ha ocurrido transcribir algunas partes en que me refiero al pintor, a su obra y a esta singular exposición no sin antes pedirle permiso de reproducir mis-nuestras palabras. Por lo demás, luego de compartir la experiencia con nuestros amigos en el MAMFW, debo señalar que quedé profundamente impresionado con la obra de este británico de origen alemán.

Sentí una mayor impresión en la segunda visita. El mismo día luego de haber recorrido la muestra y de la consabida visita a la tiendita del museo, al restaurante a la hora de la comida y al salón donde se proyectó el documental, nos metimos de nuevo a la exposición y recorrimos las salas en todos sentidos, devolviéndonos, separándonos, cruzándonos, sentándonos, demorándonos. La cronología, de esa manera, se vio transgredida. La biografía estética del pintor se convirtió en un calidoscopio de cuadros, de salas, de rincones en los que las imágenes, sus pinturas, fueron parte de nuestro viaje por entre sus obsesiones. Vagamos con un itinerario dramático por entre estancias psicológicas y viscerales, de la mirada del modelo a la visión del artista, de la postura y la brutal desnudez de los retratados a la atmósfera que en su estudio crea el pintor como un elemento más para atrapar la realidad.

Anduvimos —le digo a Arrambide en uno de mis párrafos— por entre “la fuerza de sus poderosos pinceles que minuciosamente plasman, moldean cada centímetro de cuerpo con capas de pintura hasta llegar ‘a la verdad de la belleza’, esa extravagancia escurridiza de la naturaleza humana”. Ahora “me está resultando interesante este ejercicio de transcripción de mi propio discurrir de días atrás, lo más interesante es mi fidelidad a la carta”, -le comenté a Laura. “¿Qué diría el abuelo Freud de tus dobleces?”, preguntó ella con esa su ironía que se me ha vuelto ya costumbre.

En mi propia caligrafía (es un decir)
Quitando todos los giros fraternos y demasiado personales en nuestra relación, transcribo pues los trazos de la susodicha carta a Arrambide:

“La exposición por la que deambulamos como voyeuristas alucinados en una galería nudista es, según Howgate, ‘una vida representada en las pinturas’. Pero pos pues, si dejamos de lado el recorrido que va de 1940 hasta la muerte de nuestro tórrido, vagamos como luciérnagas enloquecidas en las entrañas de la gruta, embelesándonos en esas carnes mórbidas de la enorme obesa modelo —entiendo que Big Sue fue más que su amiga y protagonista pictórica—. Fijémonos cómo yacen sus carnes más que en el abandono de su desnudez, en la entrega relajada de su peso natural, esa inercia de su alma cuando duerme. La íntima naturaleza de todo su ser está retratada de manera recurrente, tan imperiosa como fiel, tanto que se convierte en uno de los mejores emblemas de la obra de Freud el desnudo impúdico por minucioso o la identidad expuesta por esa ‘masa cromática’ definitiva”.

“¿Y qué decir del espejo como consejero? Los autorretratos, ese otro gran tema digno del psicoanálisis, llenos de una fuerza o (y) una violencia que propician la intensidad que por un extremo sostiene la complejidad irónica del personaje y en el otro lado, en el fondo, se debate el desconcierto y la certeza de lo muy íntimo y lo muy biográfico”.

“Un estilo singular, una estética de composición brutal o una pintura con un carácter de tendencias animales que deshace analíticamente los elementos de la presencia humana para constituir una estructura conceptual y dar por fin con el desnudo de la personalidad del modelo desnudo”.

“La intimidad —esa zona espiritual que aflora en su estudio— anega el espacio plástico, no lo sofoca lo condiciona, y alcanza la representación buscada con el añadido de los ojos expresivos de determinado retrato o con su repetida crónica de las perplejidades o con la sola fuerza magnética de un puro rostro. Vestidos o desnudos, los retratados de Freud dejan ver su vida, permiten mirarlos en toda su sinceridad, se muestran ante el pintor que los muestra para que los miremos en todas sus dimensiones”.

“En los desnudos expone una serie de variaciones sobre el cuerpo humano y sus componentes, desfigura anatomías sin rehuir el exhibicionismo, se concentra en la densidad de la carne o se obsesiona en los músculos y en el físico. Entre lo existencial y lo carnal el retrato culmina con una carga de sexualidad tan honesta como impúdica. La franqueza de su estética desconcierta, la naturaleza de su arte es, digamos, humanamente animal”.

“Las fotografías del pintor en su estudio con algunos de sus modelos, de sus amigos, de sus amantes en esa ala de la exposición es un acierto de la curadora y un complemento inesperado para el espectador agradecido: El puño del pintor apretando un manojo de pinceles durante una sesión de trabajo. Las manchas y partículas de pintura que lo siguen a todas partes y explotan en todo su espacio. Su espejo y su diván como elementos de trabajo pero además como símbolos de su imaginación. Su relación, en fin, con todos esos amigos que hace posible que alguien introvertido y reservado como él —creativo como una oruga— transforme la crisálida de su ámbito en el vuelo del genio creador... sólo en su estudio, sólo con sus modelos, él solo para todos nosotros a través de ellos. Imágenes pues que dejan ver una parte del otro lado de los cuadros”.

Una paleta para retratarlo
Hasta ahí la carta a Arrambide. Remato con información de mi revisión previa. Lucian Freud se formó como pintor en Londres, en la Escuela de Londres al lado de Francis Bacon, Frank Auerbach, Michael Andrews y Howard Hodgkin, pero se agiganta solo “en las contradicciones de su propia evolución formal”. Asimila la mejor tradición del figurativismo francés, se dice, siendo “un joven artista airado”, atormentado e inconformista. Madura y es peor, es decir, sigue siendo un inconforme e igual o más atormentado con el añadido de la edad y la experiencia.

Interpreta, con un estilo expresionista, a los clásicos del retrato como Rembrandt o Velázquez, pero como ya quedó dicho, se salta las trancas de la realidad (a través de la tela) y enfatiza en los detalles, en los perfiles individuales, en las intimidades de cada modelo. Encontré, asimismo, que en lo alto del siglo pasado nuestro innovador artista se distancia del canon expresionista y se adentra en los datos psicológicos o personales exacerbando el realismo.

Con frecuencia en los desnudos existe una tensión entre modelo y pintor que se traduce en el reconocimiento de los pliegues más mínimos. Para el retratista la indagación y su reconocimiento del modelo pasa lo mismo por la cama que por el revés del cuadro, es decir, cursa la intimista relación amorosa, personal, psicológica.

Hay críticos que sostienen que le gustaba tanto la piel que a cada pincelada mezclaba de nuevo los colores en un afán de hallar la textura propia de la epidermis. El “pintor de la gente” y nieto del creador del psicoanálisis —su padre fue el hijo menor de Sigmund Freud— nació en 1922 en Berlín. Con su familia huyó del nazismo hacia el Reino Unido. Fue un mujeriego. Se dice que tuvo más de 40 hijos. Le apasionaban los caballos y el juego; se volvía loco por disfrutar la vida nocturna y su mal temperamento público fue célebre. Pero vivía solo y encerrado en sí mismo. Es uno de los mejores pintores británicos del siglo XX y uno de los artistas figurativos más originales y poderosos entre los contemporáneos.

 

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