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1152 24 Septiembre 2012

 

Pemex, ¿ineficiencia o sabotaje?
Samuel Schmidt

Los Ángeles, California.- Las noticias que leemos sobre la agresión contra Pemex son muy preocupantes, porque son de adentro y de afuera.

Por desgracia es frecuente encontrar información sobre la continuación de la corrupción interna y la victimización de la empresa que debería ser el inicio de la solución de muchos de los problemas nacionales.

La ordeña a los oleoductos y la gran pérdida que esto representa para la empresa, parecen ya no ser incidentes aislados y podemos suponer que han dejado de ser robo hormiga para convertirse en un atraco descarado y descarnado y por lo visto muy bien organizado.

Esto plantea varias preguntas: si el robo ya es en cantidades importantes, ¿acaso la empresa no ha implantado controles para reaccionar con rapidez? ¿Cuál es el destino de lo robado?; ¿cuánto alimenta la flotilla de vehículos de las distintas bandas del crimen organizado, y cuánto entra al mercado?; ¿tiene manera Pemex de saber la modificación de los consumos de los gasolineros para saber qué empresarios estén ayudando a reciclar mercancía robada, lo que alimenta a la cadena del crimen?; y, ¿tienen un mecanismo de reporte a Hacienda para saber quiénes son los evasores fiscales? Dicho sea de paso, es hora que ni Pemex ni la Procuraduría de Protección al Consumidor son capaces de asegurar que los distribuidores de gasolina vendan litros de a litro y escandaliza conocer las cifras monumentales a las que llega el atraco que sufre el consumidor final por ese tipo de fraude.

La historia de la ordeña de ductos se acompaña de informes sobre secuestro de empleados de la empresa petrolera, los que podrían estar viéndose obligados a colaborar en ese delito; de esa manera uno puede explicarse que tal operación tenga éxito, aunque no parece ser muy limpia que digamos.

Hace ya tiempo que encontramos accidentes y desastres en instalaciones petroleras que por decir lo menos, dan mucho de que pensar. Podrían ser accidentes y deberse a mal mantenimiento e ineficiencia en la empresa; no faltara quien diga que debido al recorte que impuso el gobierno que prácticamente congeló las compras durante una buena parte de este 2012, los insumos para el mantenimiento no han llegado; pero tampoco debemos descartar la posibilidad de que las operaciones de ordeña se estén haciendo con torpeza y esté provocando accidentes, y tampoco debemos descartar el sabotaje en las plantas.

Llama la atención un accidente en una plataforma en el Golfo de México en 2010, y desde el 30 de octubre Greenpeace ha contabilizado 21 derrames por parte de Pemex, con daños muy importantes en los ecosistemas. En un reporte sobre el tema ya le incluyeron el subtítulo “El derrame del día”.

Se maneja la tesis de que se está debilitando deliberadamente a Pemex para justificar la privatización, lo que no deja de ser perverso, porque mientras más dañada esté la infraestructura, mejor capacidad de  negociación tendrán los interesados, ya sea en comprar o en asociarse. Nunca es lo mismo comprar una empresa sana que una bajo asedio, y en cualquier caso quien sale perdiendo es el gobierno y el que paga impuestos.

Está también la tesis del control creciente del crimen organizado en ciertas actividades de la empresa, por medio del secuestro de empleados y otros mecanismos de extorsión, lo que refuerza su capacidad de acción y acrecienta su dominio en áreas estratégicas.

Esta también la tesis sobre la voracidad de los líderes sindicales. Es inexplicable que el líder del sindicato petrolero trate de minimizar el accidente en una planta en Reynosa que ya produjo 30 muertos, cuando que lo primero que debería mostrar es enojo por un agravio contra los trabajadores que perdieron la vida. Pero hace mucho que los líderes sindicales perdieron de vista los intereses sobre los que se han hecho ricos y ahora coinciden más con los depredadores, de adentro y de afuera.

Es posible que nos encontremos ante un caso donde se mezcla la ineficiencia, la negligencia, la corrupción y que pone en entredicho intereses nacionales fundamentales.

Pemex hace mucho tiempo que se ve como una mina de oro para algunos. Poco importa si debe ser el instrumento para el desarrollo nacional, aunque ya no podrá serlo, porque la visión es exprimirlo y no buscar de qué manera articularlo para sostener una estrategia de industrialización, o si debe ser un factor de desarrollo regional y no sólo el instrumento para estabilizar al fisco, cosa que Hacienda se asegura de que lo sea.

Pero al parecer hay una línea que se ha rebasado y cuyo retorno es muy complicado. Tal vez sea la marca de los tiempos: avance del crimen organizado, avance de los apetitos corruptos, ineficiencia desbordada, que en conjunto configuran un escenario criminal, cuyo impacto será muy doloroso y con secuelas de muy largo alcance.

 

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