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1161 5 Octubre 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
Intercambio
Gerson Gómez

Monterrey.- Se enamoró en Uruguay como pendeja. Así le dijeron la pareja gay de argentinos, sus renteros en el barrio popular de San Telmo, con quienes viajó en el intercambio universitario, de la Udem y la Universidad de Buenos Aires, mientras cursaba el semestre de diseño gráfico.

Se fueron una semana, a la aventura, mochileros, sin contar con reservación hotelera, temporada alta: bañador brasileño, depilación láser forzosa del arbusto entre las piernas; bronceado del 40, verano austral, en el  balneario de Punta del Este.

Se enamoró del venezolano carita; "un mangazo", les escribió por correo electrónico a sus amigas: ojo azul, estómago de tallador, mesero en el casino Caliente. Todo en la vida es subjetivo y objetivo al mismo tiempo.

Con tal de no separarse de él, gastó en las maquinitas, sólo en tres días, lo equivalente a mes y medio de mesada. Ni modo de lanzar llamada de auxilio a casa. Me van a colgar de los ovarios. Enviar por el caño. A batear, en pocas palabras.

Los argentinos la abandonaron a su suerte. Ni modo manita, te chingaste la plata, le dijeron. Nos vemos en la estación de autobuses al regreso. Disfruta la estancia. Luego se fueron tomados de la mano a seguir la fiesta. Cantando algo verdaderamente incomprensible.

El hermoso venezolano, mesero del casino, de nombre Jotamario; desertor de las fuerzas armadas de la República Bolivariana de Venezuela, la socorrió con tragos y alimentos. Invitándole a instalarse en su leonera. Eso se llama solidaridad latinoamericana, le dijo.

Bebieron tequila contrabandeado. Cerveza acuosa y caliente. Le enseñó a preparar micheladas. Luego, se metieron en la cama, para no perder más tiempo, estrechar los vínculos nacionalistas.

Se enamoró como lo hace una mexicana en el extranjero: plena y liberada. Sin cortapisas. Lo de años en horas. Lo de meses en minutos. Lo de la primera cita yéndose hasta el home. Metiendo a fondo el pedal en el acelerador. Sin importarle si la carretera es terreno sinuoso, línea interminable o curveado.

Los días de lluvia, carencia económica, revertidos en paraíso soleado. No dejaron ni de beber, ni de hacer el amor. Total: la vida es bella.

Tomaron fotografías  e ingresaron, temprano, a los sitios exclusivos, donde Jotamario, mesero, en contacto con los relacionistas públicos, buscó mostrarle a su accidentada inquilina.

Se enamoró de la capacidad de síntesis, de las tesis socialistas, frente a la maquina tragamonedas. Le parecieron exóticas, del trópico. Vaya, pensé, Cuba como último rescoldo histórico.

Al calor de las ideas, se comprometieron, para afinar la realidad. Enriquecerla. Interpretarla múltiplemente. El propio concepto es una metáfora. Entre lo dicho o lo conceptuado.

La mexicana Patricia y el venezolano Jotamario, cómodos transitantes en los intestinos laberinticos del casino, sobreviven al verano austral, Playa del Este en Uruguay, prendados a continuar viviendo. A su manera. Por su camino.

 

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