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1163 9 Octubre 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
El carrusel
Gerson Gómez

Monterrey.- Regresé a Monterrey con la cola entre las patas. Y en autobús. Después de catorce infernales horas encerrado en ese armatoste guajolotero. Sin comer y con sed.

Tuvieron la delicadeza, la familia de la chica, al expulsarme del poblado, de cerciorarse que subiera.

Tampoco era masoquismo. Para bajar en la siguiente parada. Los insultos, por más severos, los puedo sacudir, polvo en los guaraches; pero los golpes, las fracturas y lesiones, siempre tardan mucho en sanar.

Me fui de la ciudad. Agobiado de sus calles. De las amistades, las cantinas y los cafetines infectos, donde frecuentaba. Se me atribuyen leyendas urbanas inadmisibles. Imposibles de comprobar: la amistad con vendedores de pepitas, dillers de la Del Valle, modelos dipsómanas, agiotistas universitarios y ladrones de autos.

De haber nacido en otra época, me llamarían terrorista, por simple asociación. En tal caso, me gustaría convocar primero a mi abogado. No declarar: todo puede ser usado en mi contra.

El asunto serio, le llaman desmadre. De vida o muerte. Continuar bebiendo con la misma intensidad, agotando los ahorros de tres años de trabajo en pocos meses.

Consulté mi agenda de amores con matiz antiguo. La mayoría de ellas ya están casadas, con niños, carro nuevo e hipoteca por pagar. O con pareja, vacaciones planificadas en el próximo periodo, a la caza de figurines extranjeros en Cancún. Y si en algún momento decidieran algo íntimo seria ocasional. Con seguridad.

En el rebusque, me ingenié una novia en otro estado de la república. Es la mejor clínica de desintoxicación. Ni oceánica, fábrica de teporochos y cocodrilos. Siempre he podido decir hasta aquí. Regularmente, cuando ya no traigo dinero. La fortuna premia con buenos camaradas, dispuestos a invitar, pichar la siguiente ronda y línea.

Los acostones vienen por añadidura.

La chica en cuestión se mostró interesada. Desde el primer correo electrónico. Era mi capillita, la luz intermitente, cuando tenía una celosa catedral.

Voy para allá. Veamos si lo nuestro puede funcionar. Te prometo hacerte la mujer más feliz y plena del mundo. Aunque ahora el dinero escasea, con tu ayuda, podremos salir del bache. Colocar los cimientos de la vida conjunta.

Aceptó de inmediato. Junté el dinero suficiente para el transporte terrestre. El disponible. No nací hermoso, pero veinte centímetros le ganan al carita, y al dinero. Igual la buena conversación. Quiero pensar así fue.

Su atención personalizada: alimento caliente, y a la hora. Un techo donde guardarme. Descansar las tribulaciones. Y un cuerpo femenino, donde sacudirme el aburrimiento.

Desde el primer día, a mi llegada, me instaló en su recámara. Me presentó a su romie. La otra chica, resultó más hermosa, a mi capilla.
Pero con dos hijos. Y un ex esposo rondando a todas horas. Paso sin ver. Conservo mi juego.

La acompañé a su trabajo. Todas las mañanas. Apenas llegábamos en la oficina, le pedía las llaves de la bodega. Para ir a dormir otro ratito.  Ten cuidado con los alacranes, decía. Despreocúpate. Ya estoy vacunado.

A la hora de comida, me marchaba a buscar la manera de agenciar el sustento. Con regularidad visité el dispensario de la Parroquia del rumbo. Donde le dan de comer a los indigentes.

Con seguridad el sacerdote se habrá sobresaltado, sorprendido. De verme de tan buena constitución y salud.

Pero yo era un problema público. Necesitaba de alimento, trabajo, y sexo. Mucho sexo. A todas horas.

 

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