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1168 16 Octubre 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
La venganza más dulce
Gerson Gómez

Monterrey.- La fidelidad no es lo mío. Está en desuso. Es ir contra la vieja naturaleza humana. El sexo es como la comida corrida.

Puede resultar en subida de peso. A los varones, imperceptible. A las damas, empanzona. Momentáneamente. Luego dan a luz. Desgraciadas del cuerpo. Asentadas, digo yo. Gordibuenas. Generadoras de nuevas simpatías y rutinas.

Ser fiel me enferma. Respeto a los practicantes. Ellos ya viven su propio infierno, con alimentos de microondas. Algunos lo toleran bastante bien. Soy a la vieja escuela, con catedral y capillas.

He quedado vacunado de una vez y para siempre. Por eso no me resultó incómodo enamorar a Nena Coco, mientras vivía en casa de mi chica.

Fue como hacerle un favor a la humanidad. Deforestar el espeso bosque, la entrepierna. Sacar a conocer el mundo lo prohibido, a esa criatura tan desfavorecida por la naturaleza.

Entre tantos indios, ya era el momento de ir pardeando la prole.
Regresé a la estación de radio después de un fin de semana incómodo. Sin dinero para beber, ni una gota de alcohol.

Mi chica ha alzado la canasta para los afectos personales, menos los de su cuerpo. Esos siguen a libre disposición.

Soy como un recién nacido. Pido pecho, me lo dan. Pido sexo, me lo acercan. Se llena el preservativo, lo tiran y me dan una caja nueva.

La romie de mi chica, con quien felizmente he encontrado la variedad accidental necesaria, se ha marchado a pasar el fin de semana con sus amigos y amigas, en la playa. Pubertos llenos de espinillas y correctores bucales.

Rentaron un apartamento con todos los servicios incluidos, a tres calles del mar.

No nos invitó. Se sordeó. Eso pasó a jorobarme la paciencia. La próxima vez, cuando me pida, no seas malo, ya métemela, me haré el occiso y seguiré jugando con mi lengua en su parte. Hasta hacerla venir. Será la venganza más dulce a su cruel desplante.

Seguramente se asolearan. Ella sacará su traje de baño con la bandera americana. Beberán cerveza hasta quedar desmayados. Tendrán sexo. Con poco de suerte, no se clavarán. Uno nunca sabe. Se confunde con tanta frecuencia una buena cogida con enamoramiento. Regresarán el lunes por la mañana, para continuar con las actividades ordinarias. Unos yendo a la escuela, otros, presentándose tarde a trabajar.

Y yo aquí. Amarrado con mi chica, sin un centavo doblado por la mitad. Otra vez. Es tan pronto para lanzar la señal de alarma a los conocidos. No me puedo permitir el gozo de quemar el cartucho repetido.

Cuando la fidelidad entra en la relación, conflictúa la variedad. El buen gusto sale por la ventana.

Algo he aprendido con la vida, a no ser ingrato, ni descarado. A dar el espacio a cada una. Repetir halagos o frases a medias.

Pasado el medio día del lunes, me lancé bien vestido a la estación.
Sonó la campanita avisándole la visita. Cuando entré, Nena Coco estaba sentada detrás del escritorio.

Seguramente leía el Tvynovelas. Cultivando el magro espíritu pueblerino con las noticias de la capital, los artistas formados en los centros de educación artística, carentes de todo talento, salvo el color blanco de la piel, lo delgado de sus cuerpos, la maravilla genética de los ojos pardos, azules, grises o verdes. En la ensoñación total, perenne.

¿Se encuentra el ingeniero Eulalio, fina y distinguida asistente radiofónica?, pregunté.

Llega más tarde, respondió. Le comenté de su visita. Está dispuesto a recibirlo en su despacho.

Excelente, contesté sorprendido.

Llevaba puesta una blusa negra, de tela transparente. El sostén negro de animal print. No tenía idea a dónde ir a perder el tiempo.

Me apoltroné en una de las sillas.

Voy a comer, me dijo. Voy a cerrar la puerta. ¿Quiere acompañarme?
No era la invitación lo importante. Sino el juego de señales.

Cuando se desabrochó el penúltimo botón de su blusa, me tomó de la mano y nos sentamos en la improvisada cocineta a cachondearnos, mientras ella preparaba unas deliciosas tortas de aguacate con tomate y dos rebanadas, una de queso, y la otra de jamón.

 

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