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1176 26 Octubre 2012

 

Bordando historias
Irma Alma Ochoa Treviño

Monterrey.- Bordar con el grupo de bordadores y bordadoras que se reúne todos los domingos por la tarde, en el Kiosko Lucila Sabella, frente a la centenaria Catedral Metropolitana de Monterrey, ha dado lugar a que fluyan los recuerdos de infancia.

Aprendí a bordar guiada por mamá. Ella me enseñó a enhebrar la aguja, a hacer el nudito para que la hebra no se saliera de la tela, a elegir entre una piña o un racimo de uvas, a irme derechita por la línea dibujada, a deshacer la costura malhecha sin romper el hilo, a mezclar los colores de las hilazas y a utilizar los aros para estirar la tela y el bordado quede más parejo.

Por las tardes, antes de la merienda, mamá supervisaba que las niñas y niños del vecindario hiciéramos las tareas escolares, después podíamos hacer otra actividad. Por lo general, conforme al mandato cultural, los niños jugaban béisbol en el patio y las niñas bordábamos o tejíamos hasta que anocheciera.

Acordes con nuestra estrenada habilidad, los bordados eran sencillos. Hacíamos servilletas para envolver las ricas tortillas de maíz o de harina, mantelitos que alegraban la merienda, carpetitas para el peinador, bordábamos guías de flores en las sábanas, fundas de almohada, en las cortinas que nos resguardaban de las miradas del exterior, o en el cubre polvo de la más cara posesión familiar, la máquina de coser.

La manta era la tela que usábamos por excelencia, pero a veces bordábamos en popelina o en cuadrillé para el punto de cruz. En las telas, mamá dibujaba apetitosas frutas, lindas flores, amorosas palomas, pajaritos, mariposas, guirnaldas o canastitas. El cuadrillé se dificultaba más porque debíamos tener buena vista y saber contar, pues bordábamos en uno, dos o tres puntos. Muchas veces tuve que deshacer el bordado porque colocaba la hilaza fuera del agujerito correspondiente, y el punto quedaba chueco.

Los aros facilitaban la labor al estirar la tela donde, con dedicación, puntada tras puntada, con hilazas de colores, de acuerdo al diseño, transformábamos un simple pedazo de tela en prácticas y bonitas piezas de uso diario. Mientras bordábamos, mamá nos contaba historias hasta que llegaba la noche, y el único foquito de casa daba luz suficiente para enhebrar las agujas.

Años después, Paquita González, una compañera de trabajo, me enseñó a utilizar la lupa para bordar pañuelos con cabello, hice pocos. Mi papá usaba paliacates y ya empezaba la comercialización de los kleenex. Lo que más bordé con esa técnica fue el nombre de mi querida tía Edna en sus batas de médica, e igual lo hizo mi hermana Emma. Cada puntada se hacía con cariño.

Ya casada, las enseñanzas de mamá las apliqué en bordar manteles a punto de cruz, para ataviar la mesa donde compartíamos las comidas familiares. Y más tarde en las sabanitas, cobijitas y camisetitas que amorosa y pacientemente bordé para cubrir a queridos mis hijos.

En mis años de infancia no imaginé que aquel aprendizaje me llevaría a bordar pañuelos en la plaza pública, los nombres de personas cruelmente asesinadas o desaparecidas, en este violento sexenio. Con el corazón en mis manos bordo sus nombres, con hilos rojos y verdes, esperando que su memoria no se olvide.

Adenda
En una de las sesiones informativas que organiza el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, nos entregaron el poema “Las bordadoras” dedicado a María Hope y firmado por María Guerra.

Dice:
Las bordadoras de siempre
de antes
del después.
Bordando la mantilla
para el recién nacido,
bordando sueños en el blanco
vestido de novia.
Bordando siempre
para vender,
para comer.
Las infatigables bordadoras de vida
ahora bordan pañuelos
con hilo rojo, rojo, rojo
rojo sangre,
rojo fuego.
Bordan las letras
del nombre de sus seres amados
asesinados
desaparecidos.
Bordan sin cesar
de día y de noche
porque son muchos,
miles de pañuelos blancos
con hilo rojo
ahora oscurecido por las lágrimas.

Directora General de Arthemisas por la Equidad, A.C.; Red por los Derechos de la Infancia en México; Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio; Observatorio Ciudadano de Justicia Nuevo León.

 

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