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1184 7 Noviembre 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
Yo espero
Gerson Gómez

Monterrey.- Ni modo compa, me fui quedando ciego. No creas de un día para otro. Se me fue cerrando la visión, el cinemascopio de los ojos.

El mundo encima. El reino de dios antes de los pecadores. Amén. Ya bastante he sufrido en la vida, nací normal, si se le puede llamar reglamentario, al nacimiento sin deformidades.

Por ahí, los empresarios, los dueños de las maquiladoras en el rumbo, los empleadores de mis padres, les dijeron: ahí vienen los comunistas. A los muchachos les lavan el cerebro. Los envían a Cuba o a Rusia. No los vuelves a ver en la vida.  Los hacen comunistas y ateos. Se levantan en armas, aborrecen el amor. Son capaces de romper las reglas: la moral y las buenas costumbres.

A las muchachas las esterilizan. Ya no podrán tener hijos. Ustedes no serán abuelos. Perderán el orgullo de los nietos sentados en las rodillas, quien les lleve de la mano en su vejez.

Opónganse a la educación pública laica y a la instalación de las clínicas del Seguro Social. Organícense. Lo hicieron. Se subieron a la terraza del Casino Monterrey, balearon a la mayoría de los manifestantes pacíficos.

A lo mejor por eso, la maldad de ellos me alcanzó.

A los comunistas el Vaticano los ha nombrado herejes, mandándolos directamente al infierno. Van en contra del evangelio de Jesucristo, de la Virgen María y se comen a los niños.

No pasó ni lo uno ni lo otro, mi compa.

Pero mis padres, ahora ya difuntos, pasaron de alto las vacunas obligatorias. Me dio poliomielitis. Quedé tullido. Para el futbol nomás la televisión. O irme en la silla de ruedas a las canchas del río, a ver los partidos llaneros.

Luego, me cayó la envidia de los vecinos, dijeron mis hermanos: perder la visión es el último clavo en mi ataúd.

Ya no salí de la colonia. Ni volver a bajar al río, para ver los partidos de futbol. Los escucho en el radio. Me imagino con los recuerdos. Los descuelgues por las bandas. Volando como pájaros. Desbordando el hilado de la defensa. Amagando con la mayor cantidad de elementos disponibles. Como en el ajedrez. Poniendo en jaque al rey. Anotando en racimos.

Quedé solo en casa. Mis hermanos hicieron su vida, se fueron alejando de la casa natal. Nomás mi hermana menor se ha apiadado de mí. Viene diario a darme vueltas. Debe remorderle la conciencia. Yo compro el chorizo, los huevos, las tortillas, ella me cocina. Me deja todo en las vasijas. Las mete en el congelador. No se echan a perder.

Entonces todas las tardes, a eso de las tres y media o cuatro, viene mi compa, cuando anda libre, a platicar conmigo al puesto, donde lustro los zapatos guiados por el tacto.

Usted puede ver, tiene la luz en sus ojos, el éxtasis de los colores, yo descubro en los aromas a las personas. Suaves o amargas.

Créame compa, las personas mal vibrosas hieden desde lejos. Son más ciegos o cojos, ni uno. Nubes negras y podridas acercándose, devastando todo lo encontrado a su paso. Peores engendros, ni la naturaleza misma, con sus ciclones o sus huracanes.

Una persona infeliz hiere al mundo y nos contamina con su terrible aliento.

 

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