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1207 10 Diciembre 2012

 

ANÁLISIS A FONDO
Estabilidad macroeconómica contra bienestar
Francisco Gómez Maza

Política económica en camisa de fuerza
Muy bien por los buenos deseos, pero…

Ciudad de México.- La política económica del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto será de mantenimiento. Pues la economía nacional está encadenada a la incertidumbre y los riesgos que, desde hace cuatro años, mantienen en vilo a la economía internacional y, particularmente, a los procesos económicos de los Estados Unidos de Norteamérica, de los cuales México depende en un 85 por ciento.

La Propuesta de Programa Económico 2013, entregada al Congreso por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, el viernes pasado, está en la línea de la continuidad con la del gobierno anterior: estabilidad macroeconómica y fortaleza y sostenibilidad de las finanzas públicas.

Pero los porcentajes proyectados para el crecimiento no van de la mano con la declaración de la Propuesta peñanietista de otorgar certeza a la economía. Son los mismos que plantearon, durante 2012, los analistas del Banco de México y de las mayores empresas del sector privado: 3.5% para el PIB, 3.0% para la inflación y 4.6% para los principales instrumentos de deuda pública como los Cetes a muy corto plazo.

Con estos crecimientos, no habrá poder humano que mejore el bienestar mediante la restauración de los empleos perdidos ni mucho menos con la creación de los puestos de trabajo suficientes para satisfacer la demanda de empleo, que este año rebasará el millón 200 mil, a los que hay que agregar el desempleo rezagado de, digamos, unos 3 millones, más los 20 millones que sobreviven refugiados en la economía subterránea o informal. Para que ello ocurriese, la economía (el PIB: Producto Interno Bruto) tendría que crecer por arriba del 6%.

Claro que, entre los objetivos de la política, sobre todo en tiempos de incertidumbre, destaca el de crear expectativas alentadoras, esperanzadoras, entre los agentes económicos. Éste ha sido el papel de los gobiernos occidentales, precisamente porque tienen las manos atadas al comportamiento de la economía mundial.

Sin embargo, les es imposible dar ánimos a las mayorías de la llamada clase trabajadora, víctima del día a día, y a la que le importa un comino si el gobierno logra, por ejemplo, la estabilidad macroeconómica, o los porcentajes de crecimiento del PIB, o los Cetes o el petróleo. Lo que los trabajadores quieren es un puesto de trabajo seguro, que les permita subsistir, simplemente sobrevivir ellos y su familia. Inclusive, sin seguridad social.

En las condiciones actuales, de incertidumbre económica y volatilidad financiera global, resultará muy cuesta arriba que la política económica planteada en la Propuesta de Peña Nieto, encaminada a “aumentar el bienestar y abatir la pobreza”, marque la diferencia con la política económica aplicada durante los 12 años en que el PRI estuvo desplazado del poder ejecutivo. Calderón no pudo ser “el presidente del empleo”.

La estabilidad macroeconómica fue el objetivo medianamente logrado por el gobierno de Felipe Calderón, pero a costa de los trabajadores y de las pequeñas y pequeñísimas empresas. El gobierno de Peña Nieto está decidido a obtener finanzas públicas sanas (con programa de austeridad en el gasto corriente del sector central), sin aumento de impuestos y derechos, sin endeudamiento y con déficit cero. Ello puede garantizar estabilidad de las variables macroeconómicas, pero no crecimiento económico y ni la desaparición del desempleo.

Ante este panorama, es importante retrotraernos a los clásicos: los fundamentos de una política económica, como lo advierte el economista uruguayo Alberto Graña, deberían estar precedidos de genuinos contratos sociales y pluriculturales a escala nacional y regional, en el marco de un Estado que vigile el cumplimiento de tales contratos. Es el Estado quien tiene la obligación de atarle las manos al mercado cuando éste suple las leyes de la oferta y la demanda por las de la necesidad y del abuso.

Una pista para aproximarse a la discusión del diseño de políticas en condiciones de volatilidad internacional podría ser rescatar algunos modelos de crecimiento, en particular, aquellos que aceptan que la tasa de crecimiento no está únicamente determinada exógenamente sino que (también), depende de estímulos internos como el cambio tecnológico… Ojo, este asunto no es mediático, pero sí fundamental: cambio tecnológico.

Sólo así serían realistas los buenos deseos de la Propuesta de Programa Económico y serían comprobables los exteriorizados por el líder de la mayoría en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, en el sentido de que, como lo advirtió ayer domingo, “pugnaremos por la aprobación de un presupuesto que active el mercado interno y optimice el uso de recursos en programas de beneficio social”.

Con todo, habrá que esperar las explicaciones que hoy lunes dará Videgaray Caso, cuando comparezca y responda a las dudas, ante los diputados integrantes de las comisiones legislativas de Presupuesto y Hacienda.

Nadie puede olvidar que la desaceleración económica mundial, en medio de una extrema debilidad fiscal y externa de la economía estadounidense, plantea un examen del papel de México en la globalización, luego de un prolongado periodo de ajuste estructural de acuerdo con el recetario del Fondo Monetario Internacional.

¿No va siendo hora ya de volver los ojos a las propuestas de política económica de los Raúl Prebisch, para no mencionar a las de Carlos Marx, que volvieron al centro del debate académico, inclusive en los países industrializados de occidente, a partir de la crisis inmobiliaria estallada en Estados Unidos en 2008?

analisisafondo@cablevision.net.mx

 

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