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1225 4 Enero 2013

 

MALDITOS HIPSTERS
Nuestro Murakami del Norte
Luis Valdez

Monterrey.- No me parecería justo guardarme la idea de que Daniel Espartaco es
nuestro Murakami del Norte. El escritor Rafael Ramírez Heredia fue
contundente al implantarnos en un grupo de lectura, que para el lector
malintencionado es inevitable identificar los anzuelos narrativos. Y
justo soy un lector malintencionado.

Una historia de amor es buen anzuelo, si de una trama literaria se
trata. Eso sin que tenga que ser una novela rosa. A final de cuentas
las historias de desamor también tienen amor, pero malogrado. El tema
es básico y humanizante, sin que por ello se caiga en el otro extremo,
que es la novela erótica o puramente sexual. El amor está ahí, porque
básicamente hay amor en la atmósfera. Y Espartaco en su novela Autos
usados no tiene sólo una situación de amor/desamor, sino varias. La
relación con la madre (y a veces con el padre) también es un buen
anzuelo, al dar un repaso al origen de nuestra concepción de realidad.

Claro que no todos los elementos son anzuelos. De lo contrario, me
vería más odioso si considerara “per se” a las rubias, a la cerveza, a
la noche, las adolescentes entronas, los amigos de juventud, las
prostitutas, la infancia, los narcos, las camionetas Lobo, los
sicarios, armas, los muertos, como anzuelos que llaman la atención del
lector. Odio el concepto de lo que muchos críticos llaman “lugares
comunes”, porque siendo honestos, la vida está llena de lugares
comunes. ¿Cómo carajos pensarían esos críticos que se pueden escribir
tramas sin lugares comunes?

Como lector, estoy mejor inmerso en ese mar de lugares comunes, porque
este comentario no trata sobre cuántos clavos le vamos a poner en cada
mano por cada elemento proclamado como lugar común. Los elementos son
lo de menos si no están ahí por una intención circunstancial. Más allá
de que digan que si se menciona un arma, debe dispararse por mera
obligación del autor. De eso se burla (y con eso juega) Murakami en la
novela 1Q84… y vaya que el tipo es un especialista en anzuelos. Tan
especialista que si lees la novela más reciente y luego te atreves a
leer las obras anteriores, te darás cuenta de que se la ha pasado
metiéndote en trampas donde la emoción te ha jalado cien, doscientas,
trescientas páginas o tres tomos de una misma historia.

Por supuesto que Murakami no es el único que lo ha hecho. George Lucas
confesó alguna vez que su secreto era meter una escena de emoción cada
tantos minutos. Si nos vamos a escritores más formales, Dostoevski no
habría tenido tanta planeación comercial como George Lucas o tanto
anzuelo desde la primera página como Murakami.

Pero estoy seguro de que Daniel Espartaco, en su malicia o falta de
malicia, tiene todo el derecho a lanzarnos varios anzuelos, que en lo
personal sí me han agarrado para terminar de leer su novela en un par
de días. Evito por sobre todas las cosas leer a un autor sólo por
conocerlo en persona o por ser originario de un lugar cercano. En el
caso de Espartaco, lo leo porque me gusta leerlo. No me importaría si
es chihuahuense, lagunero, cubano, argentino, francés o croata. Y esta
sensación de leerlo por gusto sí es un buen anzuelo. Viéndolo de esta
manera (y con lo literariamente melindroso que soy), puede que Daniel
Espartaco sea el mejor escritor treintañero de Chihuahua.

 

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