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1226 7 Enero 2013

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Proyecto nacional de ciencia
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- A la ciencia y los científicos mexicanos se les mantuvo alejados de Los Pinos durante los doce años de los gobierno panistas. No se trató de un descuido inocente debido a la ignorancia de lo que representa el conocimiento y su generación; durante el gobierno de Calderón se generó hasta tensión debido a las posturas conservadoras del presidente en materia de la investigación relacionada con las células madre.

En el raquítico esquema de desarrollo científico y tecnológico de México el Conacyt ha jugado un papel importante en los últimos 25 años. Su funcionamiento sin embargo se ha ido alejando cada vez más de su misión original; en lugar de aconsejar y asesorar al ejecutivo para impulsar el desarrollo en la materia, el Conacyt se convirtió en operador de sus propios programas. Ahora resulta que el Conacyt opera una red nacional de centros de investigación en los que además se imparten estudios de posgrado. El Conacyt se convirtió en juez y parte en relación con los apoyos federales a las actividades científicas y tecnológicas en las instituciones de educación superior; se desarrolló también como organismo certificador de la calidad de los programas de posgrado que se imparten en las universidades y mantiene el control directo del programa de becas que ha sido emblema de la institución desde sus inicios, allá en loa años setentas. 

Las palabras del presidente Peña Nieto al dar posesión de su encargo a un nuevo director general de Conacyt permiten abrigar una leve esperanza de que el tema del desarrollo científico y tecnológico tome un nuevo impulso y una nueva dirección.
Para empezar, el nuevo director no es egresado de la UNAM, del IPN o del ITAM, su presencia institucional en términos académicos la ha desarrollado en el CIDE y en temas de gestión y políticas públicas. Una de sus publicaciones recientes tiene que ver con su nuevo encargo: “El diseño institucional de la política de ciencia y tecnología en México” hecho en coautoría con el Dr. Sergio López y el Dr. Diego Valadés y publicado por el CIDE y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.  Y por allí tendría que empezar a trabajar, algo que resulta urgente: en el diseño de una política nacional de ciencia y tecnología.

El presidente señaló que no considera conveniente la creación de una secretaría de la ciencia, como se estuvo proponiendo durante los meses de la campaña electoral. En lugar de ampliar el aparato burocrático se comprometió a “darle un mayor espacio de relevancia e importancia para el gobierno” con una mayor inversión. De hecho la prensa diaria lo que destacó de las declaraciones del presidente fue la de que en diez años se logrará triplicar el presupuesto destinado a la ciencia y la tecnología.

De entrada planteó cinco medidas concretas: cinco puntos para invertir más y de manera más efectiva en ciencia y tecnología:

1. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y el Conacyt habrán de delinear una ruta crítica para asegurar que se triplique el presupuesto en los próximos 10 años.
2. Diseñar políticas públicas diferenciadas en cada región del país. Algunos medios lo interpretaron como políticas en cada estado.
3. Fortalecer el Sistema Nacional de Investigadores, la vinculación académica y de producción.
4. Crear el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación de intercambio de información y vinculación con los sectores productivos. Aquí participará específicamente la Secretaría de Educación Pública (SEP).
5. Crear una Fundación de Ciencia y Tecnología en la que pueda participar la iniciativa privada.

Si bien es acertado y necesario diseñar políticas públicas regionales en ciencia y tecnología, estas debieran derivarse de los lineamientos o ejes de una política con perspectiva nacional y a largo plazo. Desde hace muchos años que se carece de una visión estratégica en los programas y proyectos de ciencia y tecnología. 

En ese sentido tiene interés el encargo que Peña Nieto le hizo a Francisco Bolívar Zapata, investigador emérito de la UNAM, quien, ubicado en la presidencia de la república, estará al frente de la definición del “proyecto nacional de ciencia”. Ese era precisamente el encargo histórico de Conacyt.

Otro concepto relevante es el de la integración de un sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación. Lo novedoso es la ampliación del sistema para incluir la “innovación” Aquí se hizo mención a un trabajo coordinado de las secretarías de educación y economía, se entiende que para cumplir con el propósito de “fortalecer los vínculos entre el sector productivo y la academia”. Este propósito de la “vinculación” se ha enunciado desde hace tiempo como algo necesario y conveniente, tanto para el sector productivo como para las universidades, y se han logrado algunos avances. Sin embargo, fuera de la figura de la “triple hélice” como modelo para desarrollar la vinculación, no se ha logrado conceptualizar una verdadera articulación de estrategias y propósitos. Se han creado parques tecnológicos, con empresas y laboratorios orientados a la investigación y la innovación, pero sin la visión de una economía y una sociedad del conocimiento.

Hacia allá se dirigió la atención del presidente cuando dijo que, “aunque ya tarde”, México debe llegar a tener una “participación real” en la era del conocimiento.

La creación de una Fundación para la Innovación de ciencia y tecnología, que facilitará la participación de la iniciativa privada, se aprecia como un mecanismo de tipo financiero al través del cual se integren recursos para proyectos de gran visión.

La mención al fortalecimiento del Sistema Nacional de Investigadores era casi obligada, aunque dicho esquema como el del Conacyt merece ser puesto al día.

Habrá que ver cómo se realizará el proceso de construir un proyecto nacional de ciencia y tecnología, no es para nada un mero ejercicio de escritorio o de buró. De manera simultánea tendrá que trabajarse en su articulación con el resto de las líneas de desarrollo del Plan Nacional, el cual tiene que presentarse antes de cumplirse los seis meses del nuevo gobierno federal.

Nuevos mecanismos, nuevas instituciones, un proyecto nacional en ciernes, y el imperativo de que México se incorpore a la era del conocimiento. No suena mal.

 

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