Suscribete
 
1229 10 Enero 2013

 

La magia de las leyes en México
Efrén Vázquez

Monterrey.- Con la Ley General de Víctimas, tan debatida en los últimos meses y anunciado ayer su inicio de vigencia para dentro de un mes por el presidente Enrique Peña Nieto, se muestra una vez más que en este país se sigue viendo en la clase política (y posiblemente también en algunos sectores de la población) un poder mágico en la producción legislativa.

Cualquier problema social que no se le encuentra solución, de inmediato se piensa en la creación de una ley para resolverlo; y no ha habido presidente que no inicie su sexenio con el anuncio de nuevas leyes y de reformas constitucionales.  

Sí, en efecto, en México las leyes creadas por el legislador tienen un poder mágico, semejante al que en el ancien régimen chino tuvo el arte de versificación de los mandarines.

En el caso de la cultura feudal china, a través de los mandarines, los graves problemas sociales se resolvían haciendo versos, para pacificar a los espíritus;  y en el caso de México de hoy haciendo leyes y reformas constitucionales, con lo cual se pretende hace sentir la sensación en los gobernados de que tan sólo con la consignación de ciertos principios en la ley los problemas sociales más agudos, como el de la inseguridad y la violencia generadas por la delincuencia organizada, quedan completamente resueltos.

Al respecto, según las investigaciones de M. Weber, por arriba del poder de las familias campesinas, los gremios y las corporaciones existían los mandarines. El mandarín es un funcionario  de baja jerarquía, depende de los secretarios de cancillería, gobierna una región sin saber gobernar y sin siquiera conocer la lengua de los pobladores, pues él no es político (desconoce el funcionamiento de las relaciones de poder), tampoco es  jurista, nada sabe de leyes,  y para que no se arraigue en ninguna región se le cambia de un lado a otro. Lo que él sabe es hacer versos (es un poeta). Su función principal, dentro de la jerarquía del gobierno, es hacer el trabajo rudo en épocas de crisis sociales.

Para el mandarín, dice Weber, todo reposa en la idea mágica de que “la virtud del emperador y de los funcionarios, o sea, su superioridad en materia literaria, basta en tiempos normales para mantener todo en orden. Pero si se produce una sequía u otro acontecimiento desagradable, entonces aparece un edicto en el sentido de que las pruebas en materia de versificación se hagan más difíciles o se aceleren los procesos, porque en otro caso los espíritus se agitan”.

¿Qué diferencia hay en la creencia de que los problemas sociales difíciles tienen como condición de su solución la «virtud del emperador» y de sus funcionarios, creencia de los mandarines, y la creencia de que es la «virtud de la ley» la condición sine que non de la solución de todos graves problemas sociales, creencia que impera en la clase política mexicana? En esencia no veo ninguna.

La diferencia está, más bien, en que hoy los amplios sectores sociales ya no creen en esas verdades mágicas de la versificación y de la producción legislativa. Pues lo que se observa de manera muy clara es que las leyes, por sí mismas, no sirven para nada, no ayudan a solucionar problemas.

¿De qué sirve el bloque de constitucionalidad, determinado por la reciente reforma del artículo primero de la constitución federal, y de lo cual se hace alarde en la exposición de motivos de la Ley General de Víctimas, si, salvo excepciones, en los órganos de aplicación del derecho se sigue interpretando la ley como dios da a entender a los operadores jurídicos?

Luego, entonces, más que bloque de constitucionalidad lo que se necesita es una formación hermenéutica de los operadores jurídicos. Y la hermenéutica, por desgracia, es la gran ausente de las escuelas y facultades del derecho del país.

Dicho esto de otro modo, el bloque de constitucionalidad no sale sobrando, si quieren lo aceptamos como necesario, dentro de la visión positivista que aun prevalece en nuestra cultura jurídica; pero éste no es suficiente, se necesita, más que nuevas leyes, saber interpretar correctamente las leyes, y eso no se logra sin un formación hermenéutica.

Así las coas, por eso no impresiona la nueva Ley General de Víctimas, cuyo objetivo es “establecer un conjunto de medidas judiciales, administrativas, sociales y económicas, individuales y colectivas, en beneficio de las víctimas,  que posibiliten el goce efectivo de sus derechos a la verdad, a la justicia, reparación integral y garantías de no repetición. Contemplando, así mismo, sus derechos a ayuda, atención y asistencia”.

Esto es lo que reza la exposición de motivos. Retórica, sólo retórico. ¿Quién cree esto? Tal vez pocos, nunca faltan los ingenuos. El grueso de la población sólo va creer la defensa efectiva de las víctimas de los delitos y en el combate a la corrupción y la impunidad cuando vea funcionarios del gobierno, cómplices de la delincuencia organizada, en la cárcel.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com