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1260 22 Febrero 2013

 

Seis décadas de Entremeses Cervantinos, I
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- El miércoles 20 pasado se cumplieron seis décadas de la primera representación de una selección de los Entremeses de Miguel de Cervantes en la Plaza de San Roque de la ciudad de Guanajuato, por parte del grupo del Teatro Universitario (TU), entonces bajo la dirección del maestro Enrique Ruelas Espinoza (1913-1987).

No es un aniversario menor para una ciudad que en 1953 languidecía en la depresión económica local, sofocada por la crisis de la minería y el despoblamiento producto de la violencia revolucionaria y de la cristiada. Una capital estatal que estuvo a punto de dejar de serlo en 1915, cuando el general villista Abel Serratos trasladó los poderes locales a León, municipio que ya contaba entonces con más de 60 mil habitantes y Guanajuato con alrededor de 25 mil. Para 1953 la diferenciación demográfica se había acentuado: según el censo de 1950 en la zona urbana de la capital vivían 23 mil 379 personas, mientras que en la de León lo hacían 125 mil 694.

El maestro Eugenio Trueba (n. 1920), actual director del TU, nos recuerda cómo Guanajuato fue una ciudad salvada por la cultura, en un extraordinario fenómeno social que involucró no sólo a la intelectualidad local, sino también a sus clases populares. Un movimiento que nació en 1942 con el grupo del “Estudio del [callejón del] Venado”, cuya renta pagaba Luis Pablo “el Palillo” Castro. Se trataba de Manuel Ezcurdia, Armando Olivares Carrillo, José Guadalupe Herrera Carrillo, el juez Cristóbal Castillo Arbide, Luis García Guerrero, Enrique Ruelas Espinosa, Manuel Leal, Salvador Lanuza, Rodolfo González, Jesús Villaseñor, Josefina Zozaya viuda de Romero, Paula Alcocer de Aguilera y otros eventuales.

Dice Eugenio Trueba: Una vieja casa en el callejón del Venado, pobremente amueblada, cuyo mayor lujo era un tocadisco de 78 revoluciones y 4 o 5 álbumes de música llamada clásica, tal era el Estudio de un grupo heterogéneo en el cual, ciertamente, destacaba su figura [de Olivares]. Era de todas suertes un refugio, en aquella etapa de estancamiento pueblerino de un Guanajuato económicamente mal, con la industria minera casi muerta y una Universidad incipiente nacida de un Colegio que no contaba arriba de mil alumnos ni más de cuatro carreras.

Una de las acciones del grupo fue el establecer en enero de 1949 el Centro Guanajuatense de Teatro, filial del Instituto Internacional de Teatro, fundado por la Unesco un año antes; bajo la conducción de Armando Olivares, ya Rector de la recién establecida Universidad de Guanajuato. Eugenio Trueba fue su secretario, y Luis Pablo Castro el tesorero. En el país sólo existían filiales en las ciudades de México y Guanajuato.

La fama del grupo les valió la visita de Alfonso Reyes, Luis Echeverría Álvarez –quien vivió en Guanajuato entre junio de 1947 y febrero de 1949 como delegado del PRI–,  Ermilo Abreu Gómez, Margarita Paz Paredes, Ma. Josefina Lamarque, Joaquín Pardavé, los hermanos Soler y Nemesio García Naranjo. En ese pequeño espacio se cocinaron varias de las ideas que ayudarían a generar un movimiento artístico e intelectual que fue reconocido por varios virtuosos nacionales, como Salvador Novo, quien narró en sus crónicas de febrero de 1949:

Guanajuato debe de hallarse bien pobre. […] Pero, ¿no es su pobreza actual lo que ha preservado su muerta grandeza? La vida es fea. La muerte es hermosa, la serena, la definitiva. La vida carcome, triunfa como el cáncer. […] De [la librería] El Gallo Pitagórico iríamos todos juntos a ver al señor gobernador [Aguilar y Maya]. Entramos pues, en El Gallo Pitagórico. Allí se reúne la intelligentsia de Guanajuato; a comprar, hojear, discutir libros. Ahí estreché las manos de los que espero haber hecho mis amigos. […] En El Gallo, Enrique Ruelas nos presentó con la intelligentsia de Guanajuato: jóvenes como Eugenio Trueba Olivares, tan “al día” en todo; hombres maduros como Fernando Robles, que dice haberme conocido en Montevideo […] o todavía más maduros como Manuel Leal, quien por la noche nos llevó a su casa, llena de hermosos objetos antiguos y retratos de sus antepasados, y saturada su verbosidad con anécdotas e impersonations de la localidad. Don Lupe [Herrera] nos atendía, y en solemne caravana, desfilamos cerca de las tres de la tarde, hacia el Palacio de Gobierno […].

Enrique Ruelas propuso al grupo la realización de un homenaje a Miguel de Cervantes con motivo del 400 aniversario de su nacimiento el 29 de septiembre de 1547. La idea no prosperaría, hasta seis años después. Y de qué forma.

En 1953, con motivo de la II Asamblea Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior de la República Mexicana –conocida hoy como la ANUIES; entonces se le denominó popularmente como “el congreso de los rectores”–, a realizarse del 17 al 21 de febrero de ese año, el rector Antonio Torres Gómez invitó al maestro Ruelas, titular de la cátedra de Arte Dramático en la Escuela Nacional Preparatoria, a presentar la obra Arsénico y Encaje con el TU de Guanajuato.

Pero Ruelas no se limitó a volver a representar este montaje de teatro cerrado; examinó y encontró el motivo literario que buscaba para experimentar el espectáculo teatral en la calle, y en colaboración con el grupo de sus amigos intelectuales locales concibió y diseñó la original “Presentación de los célebres tres entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, su mundo imaginario y la realidad de su mundo”, como rezaba el programa original.

Continuaremos narrando esta zaga en la próxima entrega…

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León.
luis@rionda.net
www.luis.rionda.net
rionda.blogspot.com
@riondal

 

 

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