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1260 22 Febrero 2013

 

MALDITOS HIPSTERS
La muerte y el erotismo
Luis Valdez

Monterrey.- Gente de la calaña de Sade y Bataille relacionaron la muerte con el erotismo tanto en sus orígenes como en su finalidad. En lo personal nunca me han excitado los cadáveres ni he tenido erecciones fúnebres. Si acaso una vez acabé a las prisas porque escuché balazos.

Hay películas como Flor de carne, que manejan un discurso entre la tortura y el erotismo. La verdad es que cuando explotan el tema en demasía, ni siquiera se hacen a la idea de tener una trama. Por ejemplo, una japonesa sale del metro y un tipo la va siguiendo. En algún momento la atrapa y se la lleva a una habitación donde la mantiene drogada.

El resto de la película es sólo eso. El tipo le está cortando partes del cuerpo y la mujer parece disfrutarlo. Son efectos especiales que no conviene ver con alcohol en la cabeza ni drogas en el cerebro. Un drogo como Charlie Sheen denunció la película ante las autoridades de Estados Unidos, porque estaba seguro de que las escenas eran reales. Pero no pasa de manejar los mismos trucos que utilizan filmes como Faces of death (de la segunda en adelante, porque la primera es una recopilación de videos reales).

La muerte, si maneja el erotismo, no ha tocado el territorio en los filmes del género Mondo, que más bien son documentales hardcore, como el Mondo Cane (Perro Mundo) y el ya mencionado Faces of death. De acuerdo, pueden parecer emocionantes, pero no lo son.

¿Qué información nos deja el morbo de ver muertes reales?, ¿qué los cuchillos cortan y las balas perforan? De ahí la mala fama de las películas snuff y los filmes que manejan el subgénero torture movie (Hostal, SAW), pero al menos en éstos últimos sí hay una trama, aunque repetitiva.

Sigo con mi pregunta: ¿y el erotismo? En la novela Farabeuf, Salvador Elizondo describe una tortura que hace llegar al castigado al éxtasis mientras recibe a la muerte poco a poco. Sí: hay manera de alterar la sensibilidad hasta ese punto, como hace el masoquismo, pero a la mayoría no nos gusta que nos peguen.

Vaya, ni siquiera nos gusta que en pleno acto sexual se escuchen disparos en la calle, porque luego uno de la puritita impresión se viene y ya. Quien reclama es la mujer. Y eso no es nada erótico.

 

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