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1266 4 Marzo 2013

 

COTIDIANAS
Mis libros: como bandera en fiestas patrias
Margarita Hernández Contreras

Dallas, Texas.- Estoy por terminar de leer un libro maravilloso. The Brain That Changes Itself, escrito por el psiquiatra Norman Doidge. Digo que es maravilloso porque se ocupa de explicar a través de varios casos clínicos lo que es la neuroplasticidad cerebral.

Por siglos la ciencia médica operó bajo el entendido de que nuestro cerebro tenía zonas específicas y predefinidas, “localizadas”, para todas nuestras funciones; acá la vista, allá la habilidad motora, esta área de lóbulo equis se encarga de la audición, etcétera.

En las últimas décadas ese entendimiento se ha venido al suelo, dado que se ha demostrado que el cerebro es en realidad plástico; es decir, que es capaz de reasignar áreas neuronales para que suplan las áreas afectadas e incapacitadas para cumplir con su función regular. Por ejemplo, una persona ciega empieza a agudizar su audición y las neuronas que antes funcionaban para la vista empiezan a ser reentrenadas para que refuercen la función auditiva de la persona ciega.

En otro caso, Doidge habla de una mujer que nació únicamente con uno de los dos hemisferios. Claro, la mujer tiene varias limitaciones funcionales pero asombrosamente, el hemisferio que sí posee ha sabido compensar y asumir diversas funciones que uno pensaría no podría ejecutar dado la teoría “localista” cerebral. Pues no, el hemisferio de esta mujer, gracias a la neuroplasticidad cerebral, hace labores titánicas para que de alguna manera pueda participar así sea de forma limitada en su comunidad.

Es mejor leer el libro. No hay capítulo de desperdicio. Todos los casos evidencian la absoluta maravilla de nuestro cerebro. Si bien es de temática científica, Doidge todo lo vuelve ameno y escribe con sensibilidad, humanismo y de forma muy accesible. Siendo yo una mujer con daño cerebral desde mi accidente cerebrovascular, yo guardo la esperanza de que mi cerebro también con el tiempo irá extendiendo y haciendo uso de neuronas vecinas para recuperar su habilidad ambulatoria y motora.

La esperanza muere al último. Y desde este libro, la mía vuela alto como bandera en fiestas patrias.

margarita.hernandez@tx.rr.com

 

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