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1271 11 Marzo 2013

 

EL CRISTALAZO
Cien días de conmoción
Rafael Cardona

Ciudad de México.- La semana pasada escribí en una columna gemela de esta (El diluvio) cuya publicación obedece a mi amistad con Carlos Velasco, promotor y director de El correo de Oaxaca, una columna cuyas primeras líneas son las siguientes: 

“Se cumplen cien días del gobierno de Enrique Peña y ya hay quienes en su actuación hallan elementos suficientes para hablar de su estilo de gobernar, de su muy personal impronta en el poder ejecutivo, de su huella indeleble. 

“Otros, con más cautela y menos entusiasmo, aducen o sugieren la aplicación de una fórmula en las acciones públicas.

“Pero sea cual sea la calificación o la opinión de cada quien, Peña le ha dado un vuelco a muchas cosas en este país, incluso algunas adormecidas por la mediocridad incurable de los ambiciosos panistas, cuyo regreso a la vida pública, fuera de la presidencia ha sido algo semejante a una catástrofe post electoral”.

Y ayer en el Palacio Nacional el presidente Enrique Peña comentó su modo de trabajo de ahora y hacia el futuro, una vez concluido el recuento de sus acciones iniciales:

“Hace 100 días arrancamos con visión, fuerza y pasión, nos hemos propuesto mover a México para llevarlo al lugar que se merece, la intensidad de este inicio no será pasajera. Es el ritmo de trabajo que mantendrá este gobierno.

“No venimos sólo a administrar, sino realmente a transformar. Seguiremos moviendo las instituciones, las políticas públicas, los programas y los presupuestos para dar resultados reales y positivos a la ciudadanía.

“En estos primeros 100 días ha quedado claro que el futuro del país depende del compromiso y la corresponsabilidad de todos los mexicanos.

“El ánimo positivo que ha generado el Pacto por México nos está permitiendo impulsar los cambios de fondo que necesita el país.
Por ello, hago un público reconocimiento a los partidos que participan dentro de él: al Partido Acción Nacional, al Partido Revolucionario Institucional y al Partido de la Revolución Democrática, que junto con el gobierno de la república se han comprometido con los cambios que necesita el país.

“La sociedad cada vez está más convencida de que sí se puede transformar a México. Sí se puede forjar un país moderno y audaz, un país preparado para competir y triunfar en el mundo”.

La precisión presidencial es importante por la naturaleza de los verbos usados: una cosa es administrar y otra gobernar. Y gobernar implica transformar. Por eso una cosa es la burocracia y otra los cuadros directivos; algo sin importancia, la sola administración pública sin la columna vertebral de la transformación social.

Obviamente ya es demasiado tarde para discutir la pertinencia del viejo dogma porfiriano: mucha administración y poca política. Pero Peña ha dicho a dónde quiere ir y durante cien días ha subido a medio mundo al tren de su velocidad y quienes ni se han subido lo han visto pasar sin darles tiempo para disparar contra un blanco fijo.

El presidente se ha adueñado de la agenda, el calendario y el reloj. Y ayer cerca del Palacio Nacional un chavo ingenioso mostraba una cartulina: “#yosoy110días.

Memorias
Hace 24 años, en marzo de 1989, el entonces presidente Miguel de la Madrid, también presentó un documento a la opinión pública con motivo de sus primeros cien días de gobierno. 

Se llamaba la obra “Cien días contra la crisis” y se hizo a matacaballo en la imprenta nacional de los Talleres Gráficos. Fue a un tiempo llamada de atención explicación oportuna y mensaje de salvación. En ese tiempo la mayor laboriosidad era impedir la caída del techo. Las paredes estaban agrietadas y la polarización social se expresaba hasta en la furia de los banqueros y otros barones del capital, quienes con sus fugas financieras habían puesto las cosas en peores condiciones.

La expropiación bancaria no pudo resolver los problemas del país y la inflación era ingobernable, la deuda heredada era espantosa y México no tenía un rumbo claro. Lo primero era y fue atender la emergencia. 

Fue como mantenerse apenas en el naufragio con un tigre en la lancha, como Pi en la cinta maravillosa de Ang Lee.

De la Madrid, a pesar de todo, logró reflotar el navío. Con dificultades y penurias, pero lo hizo. Le dejó mejores condiciones a Salinas de aquellas con las cuales él mismo padeció el inicio de un gobierno cuesta arriba.

Hoy los cien días de Peña son distintos. Ya no se habla de contener sino de construir. No hay crisis, pero hay pactos. Y los cinco puntos de su trazo general son todos realmente interesantes: 

Lograr un México en paz; tener un México incluyente, alcanzar educación de calidad para todos, lograr la prosperidad nacional y ubicarnos como actores –no espectadores ni peones­– en el mundo globalizado.

 

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