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1276 18 Marzo 2013

 

Carta Abierta a Ruffo Appel
Jaime Martínez Veloz

Tijuana.- En el refranero popular mexicano es conocida la frase de “¡allá va el ladrón, atrapen al ladrón!”, como aquella que es pronunciada por un verdadero ladrón para distraer y desviar la atención de sus perseguidores. Otro dicho de la sabiduría popular indica que “el león cree que todos son de su condición”.

A principios de esta semana una columna de un diario nacional, publica unas temerarias declaraciones suyas, al acusar a Fernando Castro Trenti, de ser el “Candidato Narco”.

Al preguntarle el periodista sobre el sustento de sus acusaciones, usted responde, “que es su palabra” lo que sostiene sus dichos y que en estos casos, “cuando eres Gobernador y haces un señalamiento de esta naturaleza no te dan recibo”.

Al margen de que un ataque de esta naturaleza, expresa la poca monta de quien acusa sin pruebas y la desesperación por retener un poder, que se les escapa de las manos, yo quisiera preguntarle:

¿Qué clase de Gobernador, fue usted, que públicamente reconoce que ante un hecho tan grave como el que señala, sus acusaciones ante las autoridades correspondientes, las hacía de palabra y no mediante los procedimientos, que en estos casos la ley establece?

No cabe duda que la ignorancia es atrevida, pero en este caso, adquiere un cariz patético, que explica, el desbarajuste de su gobierno y el disparo de la inseguridad, la violencia y la consolidación del crimen organizado durante su mandato. Ahí están las cifras oficiales.

La documentación del involucramiento de sus familiares, amigos, socios y funcionarios de su gobierno con los narcotraficantes es abundante; su gobierno recibió acusaciones al por mayor de estar vinculado con el crimen organizado: charolas, credenciales, favores, complicidades, negocios y apoyos, recibieron los criminales durante su administración. Múltiples son las noticias y están por todos lados –basta una simple consulta en internet– de que su gobierno y su figura, pasaron negativamente a la historia y en las que quedó escrito que usted y los suyos se coaligaron con el sector más nefasto y corrupto de la sociedad bajacaliforniana.

Baja California no es un estado cualquiera para el PAN. Es su estado emblemático, en el que “ganó” por primera vez una gubernatura y desde donde inicialmente se posicionó para el asalto al poder que lograría en 2000 Vicente Fox. Es, por así decirlo, la joya de la corona de los panistas.

No es extraño, que usted intervenga. Su interés no se debe sólo a que fue el primer gobernador de oposición en el país y le disgustaría que se perdiera esa posición; su interés fundamental es que podrían verse afectados sus multimillonarios negocios, entre otros el de Punta Colonet o su papel de encomendero y de coyotaje, de donde ha obtenido pingües ganancias, gracias a los negocios realizados al amparo del gobierno del estado. ¿Ha cuánto ascendió el porcentaje que obtuvo por el llamado crédito japonés, que tramitó con Mitsui, para el gobierno de Baja California?

Según un reportaje de Javier Cruz Aguirre, referente a usted, publicado en el Semanario Zeta de Tijuana, “pasó de ser consultor de empresas trasnacionales interesadas en invertir en Baja California, a empresario con intereses económicos personales en los desarrollos que él impulsa empleando su privilegiada posición política”.

En el citado reportaje, se menciona que el licenciado Alfonso García Quiñones, abogado de diversas compañías inmobiliarias y ex consejero estatal del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública expresó que “Ernesto Ruffo está actuando como lo que políticamente fue y es: explota sus relaciones públicas como ex gobernador, como ex comisionado comercial fronterizo y como panista distinguido. Antes a eso le llamaban ‘coyotaje’, hoy es ‘lobbying’ (cabildeo), aunque tal parece que de mediador, de gestor, pasó a participar directamente en los negocios que él promueve. Esto ética y moralmente es reprobable”.

Todo lo anterior parece haberlo olvidado, Sr. Ruffo, en su ataque a Castro Trenti. Con estos antecedentes cabría preguntarle:

¿Qué autoridad moral tiene para realizar, sin más prueba que “su palabra” una acusación en contra del candidato del PRI a gobernar Baja California, cuando a usted se le vinculó en su momento con un cártel del narcotráfico?

¿Qué autoridad moral tiene cuando las estadísticas no mienten y demuestran que la violencia se ha venido incrementando a los primeros sitios a nivel nacional durante los gobiernos panistas en Baja California?

¿Qué autoridad moral tiene cuando datos del INEGI a 2010 ubican a Baja California como el primer lugar en sentenciados; el primero en actos ilícitos con armas; el primero en robo de vehículos; el primero en daños a los bienes ajenos; el primero en comercialización de autos y autopartes robadas; el primero en sentenciados por narcóticos; el primero en sentenciados por actos ilícitos con armas; el primer lugar en delitos por peligro de contagio y propagación de enfermedades y el segundo lugar en delitos de tráfico de indocumentados?

Sus declaraciones enturbian seriamente el proceso electoral en un estado que hoy exige paz social, pero en el que su partido está dispuesto a realizar la peor guerra sucia con tal de no perderlo.

Por otra parte, en el citado artículo se considera como pactada de antemano la elección en Baja California en favor del PAN, a cambio de mantener el apoyo de ese partido al Pacto por México. Nada más alejado de la realidad.

Aquí, es de valorarse que en el gobierno Federal ha demostrado que nadie está por encima de la autoridad del estado; por lo que difícilmente las autoridades se prestarían a un chantaje de esta naturaleza. Antes bien, sería un momento oportuno para consolidar la democracia y erradicar las “concertacesiones” que tanto daño causaron al país años atrás.

Sea como fuere, sería mejor que usted se mantuviera al margen del proceso electoral y se dedicara más a sus negocios, aunque esto pareciera no ser posible, ya que tiene demasiados intereses que cuidar y por lo tanto demasiados miedos, que lo hacen decir ocurrencias –por llamarles de alguna manera– para conservar sus canonjías, aunque en este caso tal parece “que fue por lana y salió trasquilado”.

Para cualquier aclaración de lo que aquí se escribe, estoy dispuesto a debatir por si desea refutar alguna de las consideraciones expresadas en esta misiva. El debate puede realizarse en el horario que usted disponga, sólo le pido que lleve consigo el documento en donde se haga constar, que usted renunció a su ciudadanía norteamericana, ante un oficial de algún consulado de Estados Unidos de Norteamérica, tal y como lo exigen la leyes del país vecino.

15 de Marzo de 2013

 

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