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1276 18 Marzo 2013

 

Dictadura perfecta
Samuel Schmidt

Los Ángeles, California.- Escuchaba a una lectora de noticias en la radio que reportaba sobre la elección del Papa y dijo: “fumatta negra, regresando del corte, todos los detalles”. Decidí cambiar la estación porque me convencí de que regresando me encontraría con un despliegue mayúsculo de estupidez.

¿Qué haría, nos relataría el tono del negro?, ¿especularía quién prendió el fuego que produjo la fumatta?, ¿entraría como muchos tarados en los medios mexicanos a especular sobre quién podía ser electo, cosa que ya había hecho en otra ocasión? Hubo uno que de plano dijo: “cualquiera de los 115 puede ser electo”. Y yo me pregunto, cuál fue nuestra culpa como para tener que soportar una retahíla de taradeces como esa, porque a la estación que llegabas, cada uno era peor al anterior, como si hubiera empezado el campeonato nacional de imbecilidad mediática.

Me imagino que si les tocara reportar un parto estarían especulando sobre el sexo y estarían preguntando quién prendió la luz en la sala de parto y llamarían a un experto que disertara sobre las probabilidades de ser mujer u hombre.

Yo que no sé nada de cuestiones religiosas ni me interesa, sí me interesan los sistemas electorales y poder entender cómo se maneja una elección en sistemas que no tienen nada de democrático, como el colegio cardenalicio. Me sorprendió que ninguno de los expertos haya considerado al que ganó, siendo que ya era su segundo intento.

Por lo visto no solamente los políticos laicos intentan ganar el poder más de una vez. Lula lo logró a la tercera y Bergoglio a la segunda, ¿por qué se les barrió a los que dicen que saben que en su primer intento recibió 40 votos? Según filtran los periódicos ahora se hizo de la victoria con 90 votos. Supongo que de entrada llegó con los mismos 40, más lo que pudo haber cultivado desde que se anunció la renuncia de su antecesor, eso en el supuesto que durante los años del papado no perdió simpatizantes y apoyadores.

Creo esta omisión se debe simplemente a que no entienden el proceso ni tienen información para analizar. Lo cual no es grave, especialmente cuando se trata de un proceso con una gran secrecía, como el que acabamos de presenciar. Este secreto sirve para alejar a los cardenales de la imagen de que son humanos y para dar la impresión de que en realidad fue dios quien definió a su vocero sobre la tierra, aunque se trataría solamente del dios de esa religión, más no me alejo con disquisiciones teológicas.

Me intriga el proceso porque su impacto va mucho más allá de simplemente los que se identifican como católicos. Esto es delicado si consideramos la posición histórica de esa iglesia con eventos dramáticos para la humanidad, como el holocausto, el apoyo a dictaduras militares y un alineamiento muy delicado con las élites gobernantes.

A final de cuentas, como dice Schumpeter en The Economist, la iglesia es la más antigua y mayor multinacional del mundo, con 1.200 millones de clientes, 1 millón de empleados, decenas de millones de voluntarios, una red de distribución planetaria, un logo universalmente reconocido, una operación de éxito en los mercados emergentes; sorprende que su Chief Executive Officer (CEO) renuncie sin mayores sobresaltos y que su consejo de administración nombre sucesor con una aparente calma. Los disidentes guardan silencio y aceptan el resultado del proceso político y hasta los agraviados perdonan viejas culpas.

Creo que estamos ante una dictadura perfecta que regula muy bien los cambios de poder sin sobresaltos, o bien una oligarquía perfecta, que en cuatro rondas de votación resuelve la sucesión con escasas críticas, y ninguna apabullante como para mellar al nuevo jerarca. ¿Acaso el proceso consiste en ir eliminando de la lista de candidatos a los que menos votos reciben, hasta llegar a una competencia entre dos? Llega a tal extremo el proceso que gente de otras religiones dicen que el papa es carismático, aunque lo único que ha hecho es decir misa y mandar un par de mensajes.

Entender este proceso nos daría un conocimiento sobre política muy valioso, porque tal vez podría extenderse a otros ámbitos aumentando la eficiencia del proceso electoral y reduciendo el estrés producido por sistemas imperfectos. Imagínese a un consejo de administración ampliado que elija presidente en secreto y que todos se comprometen a respetar y ensalzar la elección, aunque no les guste el resultado. Eso sería el paraíso político.

Cuando alguien no entiende un proceso especula, adivina, inventa o todos los anteriores. La sucesión papal ha sido una muestra fehaciente de ello, aceptemos que la misma falla se comete en otros procesos electorales, sería bueno quitarle el protagonismo a los que desinforman y confunden a la gente, podríamos empezar por ahí a limpiar a la política.

 

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