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1278 20 Marzo 2013

 

FRONTERA CRÓNICA
Poeta itinerante
J. R. M. Ávila

Monterrey.- Conocí a Daniel Baruc hace veinte años en la Escuela de Escritores Sogem Nuevo León. Le acompañaba el prestigio de haber ganado el Premio Nacional de Poesía Ángela Figueras Aymerich. No tardamos en hacernos amigos gracias a nuestras interminables conversaciones sobre literatura. Por supuesto, dejábamos siempre de lado mi descreimiento y su sacerdocio, lo cual facilitaba todo.

A principios de 1995, Zacarías Jiménez, Gloria Balleza, Alejandro Nava y algunos otros compañeros formamos un taller en la Casa de la Cultura de Nuevo León, que Baruc frecuentó esporádicamente y luego abandonó.

Pasaron los meses hasta que un martes de julio de ese mismo año recibí una llamada telefónica suya. Quería saber, qué había pasado con aquel taller de los viernes, ya que iba y no nos encontraba. Le platiqué acerca de la idea de Zacarías y Gloria de salir de la Casa de la Cultura y mi desligamiento del taller.

Por supuesto, la conversación se extendió por casi una hora y, de pronto, sin decir agua va, me invitó a participar en el programa Cajón de Sastre, para hablar sobre literatura y leer algunos de nuestros textos. Sin pensarlo mucho, acepté. Casi en seguida colgamos, no sin antes citarnos para el lunes de la semana siguiente.

Recuerdo que aquella tarde anduve tan contento y acelerado que tomé libreta y pluma, y escribí el cuento “Presa” en menos de dos horas y lo dejé listo para apenas ser retocado antes de su publicación.

Llegó el lunes por la mañana y fui a casa de Baruc. Estuvimos conversando por más de hora y media hasta que vimos que el tiempo avanzaba y no planeábamos cómo sería el programa ni qué leeríamos, así que sacamos nuestros textos y medimos el tiempo que nos llevaba cada lectura.

Como no terminamos, volvimos a reunirnos el miércoles en el mismo lugar y afinamos detalles para la grabación del programa que sería dos días después. Me acuerdo que yo andaba tan entusiasmado por un viaje que haría a Zacatecas, que salí disparado para comprar los boletos de autobús, por temor a no conseguirlos después.

El viernes 28 de julio, nos vimos en las instalaciones de Radio Nuevo León. Nos atendió Rosa Elba Reyes y de repente nos vimos Daniel Baruc y yo solos en la cabina de grabación sin presentador, sin locutor y atentos a las indicaciones de alguien que manejaba los controles afuera de la cabina.

Yo escuchaba su voz y pensaba que no iba a estar a su altura. Por si fuera poco, cuando tocaba mi turno, escuchaba hueca mi propia voz, como si no me perteneciera. Además, Baruc leyó un poema tan bueno acerca de su padre que pensaba yo: lo que leo no le llega ni a los talones. En fin, el programa quedó grabado y no dije esta boca es mía para no agravar mi desánimo. Por fortuna, el viaje a Zacatecas hizo que me olvidara de la grabación y de las dudas acerca de mis textos.

Dos domingos después, el 6 de agosto de 1995, se transmitió el programa Cajón de Sastre en 102.1 Radio Nuevo León. Mientras lo escuchaba emocionado en mi casa, llamó Gloria Balleza, sorprendida de que Baruc y yo leyéramos en radio. Dijo que le daba mucho gusto y se lo agradecí de verdad.

Dejé de saber de Baruc por unos meses, hasta que a finales de diciembre de ese año me volvió a llamar. Era jueves y hablaba desde Nueva Rosita, Coahuila, donde oficiaba como sacerdote anglicano. Me dio un gran gusto saber de él, porque le había perdido la pista desde el día que grabamos el programa.

Pasaron diez años, regresó a Monterrey, quedamos de vernos, pero no nos pudimos reunir. Desde entonces he tenido noticias suyas indirectamente. Hasta en un aeropuerto supe de él gracias a una mujer que vivía en República Dominicana y lo conocía.

Así se entera uno de las andanzas de este poeta. Podría decirse que es lo normal en él. Viaja de acá para allá, se asienta y desaparece de pronto. Por fortuna ahora ya no es tan difícil seguirle la huella gracias a internet.

Es así como este lunes me he dado cuenta en Facebook de este comunicado suyo: “Gracias a Dios y a la vida por la buena noticia que acabo de recibir: por segunda vez un libro de poesía mío ha sido ganador del Premio Letras de Ultramar de Poesía en la ciudad de Nueva York. Su nombre: ‘La música y el vértigo’”.

Con un gusto enorme de verdad, desde aquí le digo: muy bien, poeta itinerante, merecido premio a tu trabajo como escritor. Recibe saludos y un fuerte abrazo de tu amigo Ricardo.

 

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