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1278 20 Marzo 2013

 

La paciencia de los mexicanos
Hugo L. del Río

Monterrey.- Nuestra burocracia política es la más talentosa del mundo. Eso, o lo que ocurre es que en la cima del poder se toman determinaciones a tontas y locas. Doña Marichuy Aguirre hasta hace unos días nos hizo la vida todavía más difícil a los usuarios de los camiones de pasajeros. En la Agencia Estatal del Transporte, AET, Aguirre se dedicó a proteger los intereses de Ismael Flores y su socia, la senadora Díaz.

Los pasajeros somos carne que devoran los cañones de la voracidad de doña Marichuy, sus patrones –y aquí no me refiero al gobernador Medina– y la mayor parte de los tentáculos del pulpo camionero. En ese gremio forma parte de la historia el profesionalismo de la familia Lazcano y hay dos o tres como ellos. Son pocos. Muy pocos.

Aguirre se va “satisfecha” de los desmanes, errores y corruptelas en que incurrió. Claro que le sobran motivos para darle las gracias a la vida. Y ahora, la abogada, con envidiable aplomo, da el salto mortal sin red de protección de la AET a la delegación de la SEP. Uno, que estudió Lógica, se pregunta qué relación puede haber entre las rutas camioneras y la faena relacionada con la formación educativa de niños y jóvenes. ¿Sabe Aguirre algo, así sea del peso de un adarme, de la faena educativa? De transporte urbano y suburbano no sabe ni aprendió nada. ¿Por qué ha de saber algo de la responsabilidad que le corresponde como delegada de la SEP?

Me atrevo a afirmar que doña Marichuy no tiene la más remota idea de lo que tendría que ser su nueva chamba. Se la van a comer viva José Antonio González y sus porros. JAG es peor que Ismael y Díaz juntos: y es que, a diferencia del cetemista y su asociada, el jeque del doctor Jesús Ancer sabe leer y escribir. Mal, pero sabe.

Pero Aguirre no es el único ejemplar de esta variedad de chapulines. Tenemos, para no salir del gobierno del estado, a don Jorge Domene, ajonjolí de todos los moles. El tío pasó por el Instituto de Control Vehicular. Hasta el nombre da risa. Y de momento es el hombre orquesta de la corte medinista: especialista en información policiaca, en comunicación social y no sé en cuantas cosas más. No me digan que es el delfín de los Medina porque no me la creo.

Tenemos luego al almirante de la mar océano municipal, quien no curte mal las vaquetas ni canta mal las rancheras. Algún genio salido de una botella lo tocó con la varita mágica y el marino se convirtió en una criatura omnisciente quien lo mismo lleva a sus azules marcando el paso que despliega a los mordelones en los cruceros y avenidas donde en media hora sale lo del desayuno, comida y cena para la familia, además de la renta de la casa.

El Primer Mundo se ha de estar muriendo de envidia al ver la hueste de hombres y mujeres de talento y energía que nos conducen a la felicidad. Estos burócratas multifuncionales, como los llamó atinadamente la alcaldesa Arellanes, deberían tener presente esta línea que escribió mi maestro Unamuno: “Con frecuencia se rompe antes el martillo que el yunque”.

Nada es eterno: ni el amor ni la paciencia de los mexicanos.

 

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