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1294 11 Abril 2013

 

Aullemos pero no mordamos
Hugo L. del Río

Monterrey.- El progreso le está vetado a un país hundido en la corrupción y la ignorancia. Elba Esther Gordillo está en la cárcel, pero el veneno que le inoculó a la nación provoca convulsiones peligrosas. La llamada reforma educativa, bandera que el gobierno de Peña Nieto ondea con presunción de logro histórico, dividió a los mexicanos con inquietudes sociales. Definitivamente, el antiguo esquema educativo no funcionaba y el nuevo modelo aun no ha sido puesto a prueba.

Nuestra realidad hoy por hoy es que los profesores no enseñan, los padres de familia no educan y los alumnos –de Preprimaria a Facultad– no aprenden. México es una República enferma: no necesitamos que una disidencia, que tal vez no merezca el nombre, convoque en Guerrero a marchas de protesta a policías comunitarios (PC) armados.

La Constitución prohíbe, sabiamente, que grupos con armas participen en debates. Los PC de Guerrero violaron la Ley Suprema que estaban comprometidos a respetar y hacer cumplir. Ayer fue un día de tensión y riesgo.

Al redactar estas líneas, unas 50 mil personas, según la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero; menos de cuatro mil, afirman los medios de comunicación, volvieron a cerrar, por tercera vez en una semana, la Autopista del Sol y se habían concentrado en la plaza principal de Chilpancingo. Muchos de ellos portaban tubos metálicos y garrotes, y se puede aventurar que en esa masa humana los profesores forman minoría.

Como sea, los educadores, aunque no son todos los que están ni están todos los que son, anunciaron que presentarán “su” propuesta de reforma educativa. Veremos.

En la ciudad de México, unos 350 hombres y mujeres causaron el caos en su marcha al Palacio de Justicia para entregar ahí cosa de 50 mil solicitudes de amparo contra la mencionada reforma educativa. Guerrero es tierra bronca: manifestaciones aparte, ayer fueron asesinadas allá siete personas, –fue peor la jornada en Michoacán con diecisiete muertos– y sí, la violencia, la miseria y la injusticia son el sello de la entidad. Pero quisiéramos ver algo de prudencia y moderación por parte de los inconformes.

Nuestras instituciones son frágiles y no confiables: y por tradición, ante las muestras de descontento el Estado responde con salvajismo. Nos sobran razones para rechazar por inaceptables las crisis y contradicciones que sufrimos como una sociedad que apenas está tratando de organizarse. Y sabemos que el gobierno sólo escucha, y no siempre, los gritos de agravio cuando los discrepantes ocupan la calle. Pero es mala señal invitar a gendarmes con mosquetones automáticos y a personas que esgrimen tubos y estacas a unirse a la repulsa de la oferta gubernamental.

Habrá que ver, también, quién está detrás de todo esto. La clase política mexicana es maestra en las artes negras de la manipulación. Aullemos, como aconseja Saramago, porque hay hambre –el dato oficial habla de un 45 por ciento de niños mexicanos en pobreza: a ver quién se lo cree– y con eso está dicho todo. Aullemos, pero no mordamos. En las sombras se ocultan quienes desean precisamente que se haga eso para, buen pretexto al fin y al cabo, desencadenar la represión.

 

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