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1308 1 Mayo 2013

 

Tomadores Efectivos de Tequila Auténtico
Hugo L. del Río

Monterrey.- Nunca me quedó en claro si Marco Aurelio Carballo (MAC), es mi hermano mayor o mi hermano menor. Tampoco tuvimos tiempo para despejar la ecuación: estuvimos muy ocupados haciendo travesuras de toda índole. Nunca maduramos: para qué, si abuelos setentones ambos, nos divertimos como plebes de catorce años.

Nos conocimos en el 72, en el Excélsior de Julio Scherer y, como en toda familia que se respeta, tuvimos encuentros, desencuentros y reencuentros. Vagamos por casi toda la República: de Monterrey a Tapachula. Ora engendrábamos hijos de papel de corta vida, ora nos dedicábamos a pasarla no del todo mal, en ocasiones con champaña botella Magnum o con el clásico apagón y fogonazo: tequila con cerveza, sin desdeñar el güisqui, la mas seria de las bebidas.

Salimos juntos de Excélsior cuando el echeverriato y fuimos parteros en el alumbramiento de UnomásUno, criatura hermosa que luego se nos volvió una puta enferma del mal gálico. Estuvimos en El Nacional, Época, Siempre, qué sé yo. En Tuxtla Gutiérrez fundamos un diario que salía una vez por semana, pero no faltamos a las sesiones de TETA (Tomadores Efectivos de Tequila Auténtico), con la amenidad agregada de los mejores marimbistas de Chiapas. En Morelia, entre tacos de carnitas de La Piedad y quesos artesanales, a Myrna, mi esposa, se le subió lo norteña a la cabeza y sin decir agua va se adueñó del escenario del restaurante-bar-teatro y bailó polkas con el maestro de ceremonias.

MAC es un Papa en el arte de la entrevista, pero ignoro a qué horas escribe libros: lo hace con disciplina y lleva publicados ya cosa de veinte títulos. Lo suyo es una mezcla de humor, a veces negro, impregnado de esa ternura que es propia del hombre bueno que nunca deja de ser niño.

En el tren a Veracruz por poco nos bajan en un cementerio poblado por murciélagos porque, increíble como parezca, subimos sin boleto: cada uno pensaba que el otro los llevaba. La historia de su noviazgo con Patricia Zama, su esposa desde hace cosa de 34 ó 35 años, es una novela clásica. Procrearon a bruno y Mario, roperos de dos metros de alto frente a los cuales parece enano MAC, con apenas uno 80 de estatura. No me digan que todos los chiapanecos son chaparros. A mí me convirtió en el personaje central de uno de sus mejores libros: Morir de Periodismo. Eso somos, periodistas y escritores viajeros por todos los caminos, asombrándonos ante cada hormiga y cada flor. Pero mejor escribo un libro con nuestras aventuras y desventuras porque son muchas las cosas que quiero decir.

MAC tiene ahora problemas de salud y no puedo ir a verlo al defe: también la enfermedad me tiene postrado. Ya no bebemos, pero superada la prueba tomaremos café de Chiapas y comeremos tamales envueltos en hojas de plátano. En Tapachula tiene MAC su mesa en la taberna más rumbosa de la ciudad –como yo tengo la mía en La Nacional de Madero– y allá y aquí nos esperan amigos y familiares. Volveremos, MAC. Hay tantas cosas por hacer.

 

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