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1311 6 Mayo 2013

 

México, el perdedor de la guerra
Hugo L. del Río

Monterrey.- La peor matanza que tuvo lugar en las guerras entre las pandillas de Estados Unidos fue la de San Valentín en los años de la Ley Seca: siete muertos en un suburbio de Nueva York. En los tiempos de la dictadura militar, fueron asesinados unos 30 mil argentinos y siguen desaparecidos aproximadamente diez mil. En Chile aún se ignora el destino de tres mil personas detenidas por la policía de Pinochet. Son hechos lamentables.

Pero, qué decimos de México: entre 60 y 70 mil muertos; otros 16 mil cadáveres sin identificar y en cuanto a secuestrados de los que no se volvió a tener noticia, nadie se anima ni siquiera a aventurar una cifra. Sólo se sabe que son miles. Ignoro si Felipe Calderón, quien nos arrojó de cabeza al lago de sangre, actuó de motu propio o fue presionado por Washington. Lo que sabemos todos es que la guerra continúa y la estamos perdiendo.

El problema de la droga nos lo provocaron nuestros buenos vecinos y, con la hipocresía propia de los puritanos, se apresuraron a brindarnos ayuda, tal y como ellos lo entienden. El hecho es que el gobierno de EU es el menos indicado para asistirnos, no sólo por ser parte del conflicto, sino por las contradicciones de su sociedad. En el primer trimestre del año las ventas de armas subieron allá un 39 por ciento: los estadunidenses gastaron en tres meses 155 millones de dólares en juguetes mortales.

Peor todavía: el Congreso de Tejas aprobó una ley que permite a los estudiantes ingresar armados a sus Universidades. Y además, en una sesión dedicada a promover la venta de armamento militar o paramilitar, los legisladores tejanos crearon la figura jurídica del policía de escuela. Eso significa que en cada plantel de primaria o high school de aquella entidad estará de guardia en tiempo completo un gendarme armado. En Arizona los ciudadanos pueden salir a la calle con la pistola o el fusil a la vista. Y por ahí podríamos seguir largo rato.

Si el gobierno mexicano quiere poner fin a la carnicería, tendrá que pedir ayuda al exterior, pero no a los gringos ni a sus satélites, porque son ellos quienes nos metieron en este laberinto de muerte. Las ejecuciones, los enfrentamientos, los homicidios ya ni nos conmueven: once muertos en Tamaulipas, cinco en el EdoMex y por lo menos uno en Monterrey. En Cuernavaca secuestran autobuses llenos de pasajeros y en Tlaxcala el gobernador Mariano González Zarur protege abiertamente a los sicarios que diversificaron su rutina de muerte con la trata de personas. Y Peña Nieto y Obama se ponen a hablar de negocios.

The New York Times resalta que EPN prometió “reducir” el saldo rojo; nada dijo de desmantelar los cárteles, subraya el diario. Pero ocurre que “México y EU no pueden olvidar la violencia”, dijo ayer ante la TV española José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch. El Estado mexicano está perdiendo el control de la situación.

 

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