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1325 24 Mayo 2013

 

ANÁLISIS A FONDO
El liderazgo en Latinoamérica
Francisco Gómez Maza

Liderazgo cada vez más lejano
Quien pega primero pega doble

Ciudad de México.- Chile, Perú, Colombia y Costa Rica, han sido los destinos a los que se ha asomado el presidente Peña Nieto en el primer medio año de su administración, en busca de la recuperación del liderato mexicano en América Latina. El esfuerzo no acaba de cuajar porque el presidente no ha podido, o no ha querido, dar un campanazo, o quizá su filosofía política pragmática choque con las posiciones neosocialistas de la mayoría de los gobiernos del sur.

Sin embargo, cuando México fue el líder del subcontinente, había sólo gobiernos de derecha y los progresistas eran los emanados del Partido Revolucionario Institucional. Paradigmas del liderato latinoamericano fueron los presidentes Luis H. Álvarez y José López Portillo. El petróleo fue la moneda de cambio, con aquel continental Pacto de San José, que posicionó a México como el big brother que dio enormes facilidades a los centro y sudamericanos para apoyar su desarrollo con petróleo mexicano, pagado a crédito con razonables rendimientos, nada despreciables. Luego vino el papel de la energía eléctrica que impulsó e impulsa, el desarrollo de países del istmo, especialmente.

En casi seis meses, Enrique Peña Nieto ha visitado Chile, Paraguay, Perú, Colombia, Venezuela y Costa Rica (espero que no se me escape alguno) y los resultados de tales acercamientos del tercer tipo no han sido nada espectaculares. Sigue imponiéndose el liderazgo brasileño y el bloque de gobiernos emanados de los partidos pro socialistas en Ecuador, Bolivia, Uruguay, Paraguay, liderados por el chavismo venezolano y por Argentina y Brasil, los gigantes sudamericanos. Y para que México se colara a la cabeza tendría que, por lo menos, pegar un hit de medio campo, como se dice en el lenguaje beisbolero, ya que está comprobado que no puede, o no quiere, hasta ahora, pegar un jonrón.

Ayer, Peña Nieto estuvo en la ciudad colombiana de Cali, para participar en la Cumbre de la AP (Alianza del Pacífico) –Colombia, Chile, Perú y México– en el que el liderazgo está prácticamente en manos del recio e inteligente Juan Manuel Santos, visionario que abrió las puertas del diálogo de paz al contumaz movimiento guerrillero de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), que se apresta a reelegirse en la Casa Nariño, y ha posicionado a su país en la ruta del despegue que nunca interesó a los gobiernos de la derecha colombiana, sobre todo al presidente Álvaro Uribe, que se fue con el estigma de “para”.

La Cumbre de la Alianza del Pacífico pudo también ser otra oportunidad para que Peña Nieto se alzara con las ocho columnas de los cuatro países que la integran, y de los otros que son invitados como observadores. El problema para el mexicano es su pragmatismo, que parece centro (y el centro es inexistente), más tira hacia el conservadurismo, como en el caso de su negativa a legalizar el uso de la marihuana, por ejemplo.

El discurso del presidente mexicano, pronunciado en la sesión inaugural de la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico, no trascendió la teoría del deber ser a la que nos tiene acostumbrados en la oratoria cotidiana. Ante los amigos de Centro y Sudamérica, hacen falta menos palabras y más datos duros. Como le dije ayer a un colega que me prometió mandarme el discurso de alguien importante: no quiero discursos, colega. Requiero información. Y esto es de lo que adolece Peña Nieto, en su relación con el Gran Sur Pero no tiene la culpa.

El canciller José Antonio Meade es quien debería de hacer el papel que le toca. Un papel crucial para que Peña Nieto se luzca. Hacerle el trabajo pesado a Peña Nieto, los amarres, el cabildeo, la negociación con sus colegas cancilleres. Pero el hombre no puede dar más. Es herencia del calderonismo.

fgomezmaza@analisisafondo.com
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