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1334 6 Junio 2013

 

Sálvese quien pueda, vocifera Dios
David Guillermo Fernández

Monterrey.- Jaime Arreola es uno de los compositores más reconocidos en el ambiente bohemio de Monterrey. Sus canciones navegan entre diferentes estilos y ritmos; sus temáticas acarician el existencialismo, el amor urbano y la protesta; su corazón de luchador social toma las calles para exijir la llegada de la justicia.

Los motores de los carros se escuchan por las ventanas de “La Chunga” es un jueves nublado y bochornoso. Jaime, enfundado en unos jeans obscuros, una camiseta azul y sobre su cabellera unos anteojos del color de la noche, comparte un pedazo de su existencia. El humo del cigarro golpea su rostro mientras emanan las palabras que lo describen; detrás de sus cansados ojos cafés se observa la esencia de un loco.

Nació en la ciudad de Torreón Coahuila, aunque pasó su infancia en tierra de poetas: Chiapas. A los 16 años llegó a la ciudad de las montañas, donde estudió leyes. Trabajó por 25 años en diversos despachos privados como laborista: despidiendo y sancionando a obreros incómodos para algunas empresas.

Al igual que un gran número de artistas, Jaime no recibió apoyo de su familia en su carrera musical. Su madre le exigía que estudiara una ingeniera para que disfrutara de “estabilidad” económica; no obstante, los números le causaban dolores de cabeza y su vocación se inclinaba hacía las licenciaturas humanísticas.

A los 15 años formó su primera banda de rock, donde comenzó a hacer sus primeros pininos como compositor. La adolescencia fue como un carbón ardiente, como una válvula de presión a punto de explotar por tantas cosas que necesitaba expresar; así fue como soltó la pluma y cedió a la musica.

Fue un adolescente con un lazo fuerte y cercano hacia la religión, un fanático religioso, según su propio dicho. Hoy no es fiel a la cruz y tampoco se arrepiente de haberlo sido: en el coro de su parroquia aprendió mucho de teoría musical y se animó a componer algunas canciones cristianas.

Labora en el negocio de su hermano, cortando tubos metálicos para crear materias primas de construcción. Todas las mañanas, Jaime se sumerge en el ensamble rítmico del golpeteo de las máquinas manejadas en la faena. Su vida no consiste en sentarse con su guitarra en el regazo y escribir las palabras de sus nuevas canciones; Arreola visita instituciones culturales buscando becas, presupuestos y apoyos para poder armar eventos artísticos. Así se materializan los tributos a la canción mexicana en el Aula Magna del Colegio Civil, o los homenajes a Mercedes Sosa, la madre de la canción latinoamericana, en La Chunga; ambos conciertos dirigidos musicalmente por Jaime.

Existen grandes dificultades para conseguir apoyos, debido a la escasez de instituciones para el fomento artístico en la entidad y por la demanda de presupuestos por parte de la comunidad, ello en palabras de Arreola, que señala también la cotidianidad de las “malas rachas” donde no hay trabajo ni espacios, lapsos obscuros en la vida de las personas que se dedican al canto y la expresión.

El coahuilense afirma que se requiere de “intelecto, disposición e intuición” para ser un buen compositor, al igual que un amplio bagaje musical y literario. Jaime no comparte la idea de algunos de los más grandes escritores como García Márquez y Vargas Llosa, quienes se fuerzan a escribir todos los días, cree que la composición llega en el momento preciso, y cuando ocurre, hay que correr por una guitarra, papel y pluma.

Las influencias del compositor derivan de una lista monumental de músicos y literatos. Las melodías más influyentes para este artista van de Mozart, Beethoven, el romántico Schubert, la trova cubana de Silvio Rodríguez y Noel Nicola, la nueva canción española de Serrat y Sabina, el rock argentino de Charly García y Fito Paez, los tangos de Gardel y Santos Discépolo hasta los contemporáneos mexicanos Café Tacuba y la Botellita de Jerez. En cuanto a los escritores, mencionó a García Márquez, Juan Rulfo, Octavio Paz, José Saramago y al poeta Pablo Neruda.

A través de sus más de 25 años de carrera profesional, ha sido integrante de una gran variedad de agrupaciones, de donde resalta “Subterraneón”, con quien grabó  su primer par de discos: “Águila o Sol” (1993) y “Luz en el Vacío” (1994). En el 2003 produjo su primer álbum de solista titulado: “Contramarea”, que contiene dos de sus canciones más reconocidas: Espacio Vital y La Balada de un Profeta Cansado.

En el 2010 nació su último disco, patrocinado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, “Amor de Ciudad”, acompañado por el grupo Turnera Diffusa.

La Noche Arde es uno de sus temas más potentes y apasionantes; los acordes impregnados del bullicio de las calles regiomontanas y la pesadumbre de la noche describen la violencia que castiga a quines habitamos Monterrey, esa violencia generalizada que fluye por los asfaltos y banquetas: “Envuelto en niebla/ trémulo de ansiedad /viendo subir la marea de la ciudad. / La noche Arde/ de acero y cristal/ bajo una lluvia de plomo con carga letal.”

El cantautor se burla de la llegada del nuevo milenio con su canción “Bajo la Alfombra”, donde critica el imaginario de muchos mexicanos, que pensaban que  a la puerta del siglo XXI se avecinaba un futuro más próspero. Jaime habla de esa “gran fiesta” ficticia y de la superficialidad de la gente que especulaba que “de aquí en adelante viene lo chido (...) únete a la fiesta que el milenio ya llegó, sálvese quien pueda, vocifera Dios”.

Jaime continuará agregando canciones a su repertorio, compartiendo su sentido de esperanza y unidad. Sus canciones recorrerán las plazas públicas, acompañarán a los manifestantes, retumbarán en las peñas y serán cantadas por muchas otras voces que comparten el mismo amor, el amor a la música.

 

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