Linchamiento en Monterrey
Hugo L. del Río
Monterrey.- Hasta donde me alcanza la memoria, entiendo que el del viernes de la semana pasada fue el primer linchamiento en la historia moderna de Monterrey.
Medio centenar de vecinas de la Colonia Independencia sector Loma Larga, mataron a golpes a un presunto delincuente y dejaron gravemente heridos a otros dos. En algunos estados del centro y sur de México esta práctica es, por desgracia, relativamente común. En Monterrey, las mujeres que aplicaron la ley de Lynch no manifestaron arrepentimiento ni cosa parecida. Muy al contrario, se declararon contentas de victimar a un hombre y lesionar a otros dos.
Se justifican con el argumento –lamentablemente cierto– de que la fuerza pública no las socorre cuando son agredidas por los malhechores. La policía ni siquiera acude a las llamadas de auxilio, dicen. Y claro, están hartas de golpizas y robos por parte del crimen organizado o desorganizado.
La ejecución colectiva es otra mancha –de sangre– en la administración de Rodrigo Medina. Estas cosas no ocurrirían si Monterrey tuviera una fuerza profesional de agentes de seguridad pública. No los tenemos, por más que el gobierno medinista gaste millonadas en infomerciales, en un ensayo para convencernos de que los elementos de esa vaina llamada Fuerza Civil, vestidos o en calzones, son el equivalente a los Seals gringos o los paracaidistas israelíes.
Los nuevoleoneses estamos enfermos de tanta violencia, de la falta de respuesta del aparato público y de la corrupción e impunidad. Y así las cosas, no será de extrañar que manifestaciones de furor popular como la que aquí comentamos, se repitan en los cuatro puntos cardinales de Monterrey y Nuevo León.
No es cierto que la sociedad se esté haciendo justicia por su propia mano. Linchar no es un acto sancionado por el Código. Además, la multitud, ya enardecida, se deja llevar por líderes que surgen del montón y dirigen la rabia popular en ocasiones contra sus enemigos personales o inocentes.
Fuenteovejuna es una hermosa pieza de teatro clásico, pero no es un espacio para vivir.
