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1335 7 Junio 2013

 

¿Cuáles valores?
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- El gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez, y su esposa María Eugenia Carreño, echaron a andar el lunes pasado un programa con un título inquietante: “Guanajuato va por los valores”.
Inquietante, porque no es la primera vez, ni es el primer gobierno en la entidad que lanza una campaña de comunicación para fomentar lo que las buenas conciencias de por acá denominan “valores universales”, como si tal cosa existiera.

¿Qué es un valor? ¿Cómo lo definimos? Desde el punto de vista de la axiología –la disciplina filosófica que estudia la manera como las sociedades definen fronteras entre lo bueno y lo malo (ética) y lo bello y lo feo (estética)–, un valor es un referente simbólico e ideal que nos permite ubicar en qué lado de la cancha nos encontramos: del lado de lo bueno, o del lado de lo malo.

Por supuesto, esos referentes y valores son relativos al tiempo y a la circunstancia en donde se desarrolle el grupo humano en cuestión. Los valores son siempre relativos, nunca absolutos.

Por eso me inquieta cuando los gobernantes y los políticos quieren influir sobre los valores que profesan sus gobernados. Deben partir de algún lado, y lo más sencillo es blandir las banderas morales –sistema de valores– que practican las mayorías religiosas. No importa si se atropellan los sistemas valorales de las minorías: éstas deben ceñirse a lo que impone la generalidad.

Este es el primer paso hacia la intolerancia y la imposición de ideologías –también sistemas de valores– que acomodan más a los gobernantes en turno. Así procedieron los fascistas, los nazis y los estalinistas: buscaron homogeneizar y planchar las conciencias de sus ciudadanos. Cuando no lo lograban, perseguían a los heterodoxos hasta eliminarlos o lograr su destierro.

Se dijo que esta campaña guanajuatense promoverá los “valores del amor, respeto, honestidad, benedicencia y responsabilidad”. Todos podemos estar de acuerdo, en abstracto, con dichos valores, porque nadie se ocupa de definirlos o precisarlos.

¿Amor? ¿Desde la perspectiva de la pareja sexual, de la empatía hasta el punto irracional? O bien, ¿el amor al prójimo a la manera del primer cristianismo? Respeto, ¿a la autoridad, a la compañera o los bienes del otro, al que no piensa como yo? Honestidad, ¿desde la visión ética del que no toma un peso que no le corresponde? ¿Desde la visión moral de quien no miente ni engaña?

La honestidad es el valor menos respetado por los políticos, sin importar partido, pues sin embozo se apropian del dinero público, gozan de canonjías ajenas al ciudadano común y mienten como sistema de vida.

La benedicencia es el valor más extraño dentro de este pentálogo. Ya el periodista Pepe Argueta señaló que este obtuso valor lo reivindican los Legionarios de Cristo. Como no hay una definición precisa, quiero creer que benedicencia es el hábito de hablar bien de los demás. Si es así, sería costumbre de ingenuos y una virtud contraria a uno de los valores ciudadanos más apreciados en la democracia y en la ciencia: la crítica.

La “duda sistemática” que nos aconsejaba Descartes es un elemento de extremo valor para mantener una relación social y política saludable entre los seres humanos y sus conjuntos. Los gobernantes deben acostumbrarse a ser objeto de críticas permanentes, agudas e incluso injustas; para defenderse, cuentan con los recursos de los artes magníficas de la dialéctica y la retórica, la mayéutica platónica que nos permite defendernos de los ataques vacuos de los sofistas; es decir, de los críticos con mala intención.

Finalmente, la responsabilidad. Como tampoco se define, quiero creer que se refiere al compromiso con que las personas nos debemos desempeñar con relación a los productos de nuestro trabajo. Debemos esforzarnos en que los frutos de nuestro esfuerzo sean benéficos para la colectividad, y que la calidad de los mismos nos abone en el prestigio social, es decir, en el respeto del que seremos beneficiarios cuando se nos repute de responsables.

Yo no critico el programa, sino la aparente simpleza con la que se aborda un tema tan complejo y delicado. Una campaña de comunicación sólo incide en la superficie del sistema de valores que construyen los grupos sociales.

Primero que nada, hay que aceptar que los valores son materia primordial de las familias y de la escuela; luego, muy atrás, de los medios de comunicación. La mejor manera que tienen los gobiernos de promover valores de convivencia social es que ellos sean los primeros en respetarlos y practicarlos.

Cuando en nuestro país el oficio de político sea reputado como honesto, esa habrá sido la principal contribución de la clase política a la construcción de un sistema de valores generalizado y vigoroso. Los comerciales y los folletos en pro de los valores sólo serán un elemento más de contaminación auditiva y material, con el destino consabido: la basura y el olvido.

Luis Miguel Rionda es antropólogo social y profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León.
luis@rionda.net
Twitter: @riondal

 

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