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1343 19 Junio 2013

 

La poesía de Carlos Moctezuma
Eligio Coronado

Monterrey.- Cada poeta busca su propio estilo y su propia forma de manifestarlo. En su primer libro, Invierno es buena ocasión para despedirse (Diáfora Ediciones, Monterrey NL, 2013), Carlos Moctezuma ha encontrado la forma  apropiada para sus poemas: la brevedad.

Y no es que todos sus poemas sean breves, sino que hay versos que resumen todo el contenido del texto, por más que el autor siga tejiendo alrededor, buscando mayor énfasis y contundencia. 

Esa brevedad o concisión es un reto para el oficio literario, pues exige podar todas las palabras innecesarias y practicar cirugías para tender puentes que permitan conectar significados, sin que ello afecte la claridad requerida para involucrar al lector (ese nebuloso destinatario de nuestros esfuerzos estéticos).

Cuando Carlos escribe: “Por un momento mi piel se iluminó / tu luz se volvió rayo” (p. 71), ya no hace falta decir más, es evidente que esa persona lo ha impactado extraordinariamente, como nunca nadie antes lo hizo. También sabe ser sarcástico, recordándonos que las palabras tienen su filo oculto: “Dicen que donde hubo amor / cenizas quedan / pero aquí / hay mucho viento” (p. 69).

Moctezuma (Tampico, Tamps., 1958) también sabe construir profundidades con sólo seis palabras: “los silencios se quitan sus ropajes” (p. 36). Esta frase constituye una perfecta metáfora contra la censura, pues sin ropa (es decir, sin ataduras) los silencios se pueden manifestar libremente. Tengamos en cuenta que los silencios tienen diversos usos: como recurso, derecho, poder, objeto negociable, etc.

Otra buena metáfora sobre el silencio la encontramos en la página 80: “El silencio es un mar espeso / donde batallo para nadar”. Este poema se refiere, claro está, a la incomunicación que impide la convivencia y ocasiona el deterioro de las relaciones personales.

Ningún poeta pretende convertirse en vocero de la humanidad o en espíritu crítico de la época, pero es obvio que el poeta, al reflejar su reacción ante la realidad, maneja ciertos niveles expresivos muy cercanos al sentir popular.

Por eso, al revisar el desarrollo de una época específica, es obligado también revisar la poesía producida en ese tiempo: “comienzo a descifrar (…) / (…) la eternidad de estar aquí por un momento” (p. 10), “Las distancias nos conforman como extraños / al extremo del punto del olvido” (p. 18), “Por la noche / ángeles oscuros bajan / y con sus alas / soplan mis sueños” (p. 35).

Para reflejar el espíritu de la época no hace falta estar comprometido socialmente, basta reflejar las vicisitudes del propio espíritu: la misma escritura, condicionada por la situación sociopolítica imperante, hallará su sitio en el concierto o desconcierto de voces de la época.

Sólo se requiere ser auténtico: no copiar, no plagiar, no persistir en caminar bajo la sombra de ningún otro autor por demasiado tiempo ni procurar su influencia bajo ninguna circunstancia. Sólo así se podrán escribir versos como los de Carlos Moctezuma: “El aire emite un silbido / parece cortado por algo ligero y filoso” (p. 38), “Los ángeles (…) / bostezan auroras” (p. 54), “regreso donde mi sueño y sólo encuentro brasas que se / extinguen / formadas por todos los sueños de todas las noches” (p. 57).

 

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