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1343 19 Junio 2013

 

¿El dinero o la vida?
Nora Elsa Valdez

Monterrey.- De seguro usted recuerda aquel viejo y malvado “chiste” del hombre que queriendo asaltar a una pareja, saca su pistola y dice: ¡El dinero o la vida! De inmediato el marido dice a su mujer: “Ándale mi vida, vete con el señor.”

Decidir entre el dinero y la vida es muy fácil cuando sabemos que la vida (cualquier vida, no sólo la humana), vale más que todo el oro del mundo. Pero al parecer hay una campaña de lavado de cerebro para convencernos de que el dinero vale más que la vida, y que no importa matar.

Siempre se nos ha dicho que el ser humano es el rey de la creación, por ser una especie superior a las demás debido a su inteligencia, pero hoy leí que el hombre es sólo una especie más del reino animal, que convive y comparte su entorno con las demás especies.

Esto me puso a pensar: ¿en qué momento nos llenamos de soberbia y nos olvidamos del hermano oso, la hermana luna, el hermano río y todos los demás seres vivos de nuestro entorno, si nuestros antepasados indígenas eran felices viviendo en paz y armonía con la naturaleza?

¿Será que todo cambió desde la “conquista” de América por los extranjeros?, ¿o deberíamos mejor decir: todo cambió desde “la invasión de América por los extranjeros, quienes asesinaron en masa a los pueblos originarios y empezaron la corrupción y el saqueo, todo lo cual continúa hasta la fecha”?

Las pacíficas culturas indígenas americanas aman la vida en todos sus niveles y la respetan. Pero parece que los “conquistadores” de ayer y de hoy, adoran y rinden culto a las riquezas (¿al becerro de oro?) y a la muerte, pues la historia nos cuenta de piratas cuyos barcos desplegaban banderas con el dibujo de una calavera y dos huesos cruzados, figura que representa la muerte, y esta imagen de la calavera y los huesos parece haber sido también la bandera de los fenicios mucho tiempo atrás, quienes eran conocidos como los mercaderes del mar.

¿Tendrá esto algo qué ver con los mercaderes mercenarios que hoy han invadido, saqueado y llevado a la pobreza a muchos países como el nuestro?, ¿o con una sociedad secreta llamada “skull and bones” (calavera y huesos), a la que pertenecen alumnos y egresados de una prestigiada universidad norteamericana (investigue cuál)? ¿o con la moda de hacer ritos satánicos y altares para adorar a “la santa muerte”?

Parece que las pistas nos llevan a una confrontación monumental entre dos fuerzas: la fuerza de los que aman la vida, contra la fuerza de los que temen, adoran y hacen rituales a la muerte.

Parece haber dos bandos que hablan idiomas diferentes: el de los indígenas o pueblos originarios de América, y el de los invasores. Los indígenas se desconcertaban cuando los “conquistadores” querían comprar sus tierras, porque para ellos la tierra era una madre que los sostenía y alimentaba.

¿Cómo ponerle precio o vender a seres sagrados para ellos, como la madre tierra o el agua de los ríos? Y tampoco entendían las cacerías o matanzas que aquéllos hacían del hermano búfalo, sólo por el placer de matar, para luego dejar podrir su carne en la pradera, ya que los indígenas pedían permiso al Gran Espíritu cuando necesitaban sacrificar un búfalo para alimentarse.

Para los indígenas, de espíritu elevado, corazón amoroso y compasivo, que escuchan sus sentimientos, es inaceptable e inhumano usar el dinero para comprar o vender seres sagrados, o matar por placer. Para los extranjeros invasores, de mente fría y calculadora, y corazón cerrado, la vida no tiene valor monetario, por lo que la muerte de un ser vivo no tiene importancia alguna.

¿Los indígenas aman la vida y los invasores la muerte?, ¿cómo puede alguien preferir la muerte en vez de la vida?, ¿no será que “prefieren” la muerte (de los demás, no la de ellos), porque es el arma preferida de los violentos, para aterrorizar a los seres amorosos y buenos, para luego corromperlos o convertirlos en esclavos?, ¿no es ésta la misma estrategia de siempre, que los mismos de siempre han utilizado en la historia del mundo?, ¿quiénes son los mismos de siempre?

Saque su lupa, pues es tiempo de empezar a investigar. Le doy una pista. Siga la huella del dinero conseguido sin trabajar.

 

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