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1346 24 Junio 2013

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
¿Para qué la educación?
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- Hace unos días, un banco español y una institución financiera nacional anunciaron que sumarían recursos y esfuerzos para otorgar “créditos educativos” a estudiantes universitarios mexicanos.

Otorgar crédito o “colocar crédito” es una función de las instituciones bancarias, allí el banco español está cumpliendo con su cometido. Lo que no se entiende de inmediato, es la participación de la banca de desarrollo nacional; su función es la de empujar proyectos productivos o de infraestructura.

La otra pregunta que surge es, cuando los estudiantes concluyan su educación ¿con qué recursos van a pagar el crédito si el desempleo de universitarios es uno de los principales problemas sociales y económicos?

Este sistema de crédito educativo parte del supuesto de que el mercado de trabajo funciona de manera efectiva; esto es, que hay ocupación y salario digno para quien exhibe un título universitario.

Este supuesto ya no es tan válido; en los Estados Unidos, estudiantes de la carrera de derecho de múltiples universidades, han demandado judicialmente a varias instituciones educativas ubicadas en el estado de California, reclamando que no es cierta la publicidad de las universidades, respecto de las posibilidades de empleo al terminar los estudios. Algo similar ha sucedido en España, en donde la crisis económica y la absoluta falta de empleos, han provocado el incumplimiento del pago de los créditos.

Esta visión de un “mercado de la educación” corresponde al enfoque neoliberal. La educación, sobre todo la universitaria, es un asunto de cada familia y de cada individuo. Se reconoce una “función social” a la educación básica, pero la educación superior deja de tener propósito social ya que, se argumenta, sólo es una élite la que se beneficia de la misma.

El elitismo responde a una restricción severa en el acceso a la educación superior, y a un enorme desperdicio de talento humano, provocado por la altísima reprobación y deserción en la educación media superior y superior en los primeros semestres.

Desde la perspectiva de la globalización, los proyectos “nacionalistas” no tienen cabida. Cualquier intervención del gobierno (o del estado) en la economía, se señala como un elemento que va a distorsionar el funcionamiento de los mercados. Nada de protección a la antigüita, porque se distorsiona la asignación de recursos que debe hacerse por medio del mercado.

Pero una cosa es el discurso ideológico asociado al neoliberalismo, y otra muy diferente la realidad de mercados que no funcionan como tales. Monopolios y duopolios son el escenario del sistema de bienes y servicios.

En el siglo XIX mexicano la lucha por la educación es la lucha de la mayoría que conformaban los analfabetas. Todavía en el siglo XX, la alfabetización y la educación básica para todos son un proyecto de nación. Los maestros son casi héroes sociales.

La rápida expansión del sistema universitario en la segunda mitad del siglo XX, respondía al convencimiento de que el país necesitaba recursos humanos bien preparados. Entre más mexicanos tuviesen la oportunidad de educarse y formarse profesionalmente, mejor le iría al país y a la nación.

La educación era por excelencia educación pública y gratuita; las instituciones privadas respondían a intereses de grupos culturalmente específicos con proyectos pensados para si mismos. El proyecto de nación envolvía a la educación pública y también a la educación privada.

En el proyecto de nación, todos los mexicanos tenemos igualdad de derechos y debiéramos tenerla de oportunidades; por eso la educación gratuita. Se perdió tanto el sentido de la gratuidad como el de la educación pública. También el respeto social a los maestros, producto de malos resultados académicos y de un sindicato que perdió el rumbo y se integró al juego político-partidista, al juego del poder.

El proyecto nacionalista en la educación no es un anacronismo.

En el sistema educativo de Finlandia, por ejemplo, el mejor calificado a nivel internacional, toda la educación es gratuita, desde el preescolar hasta la universidad, y casi todas las escuelas son públicas (el número de escuelas privadas es ínfimo). La jornada escolar es de 6 horas con media hora para el almuerzo. Los materiales de estudio y los alimentos también son gratuitos. El promedio de alumnos por grupo es de 23 y el año escolar es de 190 días.

Algo que se destaca en el sistema educativo de Finlandia es el proceso de formación de los maestros (es formación universitaria, con un primer grado de licenciatura y con un grado de maestría en educación).

La profesión de docente tiene un reconocimiento social, por su alto nivel académico. Ser maestro es un honor. La contratación de los maestros la hace la directiva de cada plantel, y su sueldo es del mismo nivel que el que reciben los maestros en el resto de Europa.

Estas peculiaridades de la educación en aquel país tienen posibilidades de recuperación en México; ya las hemos tenido, de alguna manera.

Pero hay otras variables que tienen que ver con la familia y la sociedad. Se trata de una sociedad principalmente luterana, con un gran sentido de responsabilidad. Se valora a las personas por su formación y no por su situación socio-económica.

Aprender a leer y a escribir está arraigado de manera profunda, no sólo por la “necesidad” de leer la Biblia, sino por un sentido de comunidad. Los medios de comunicación electrónico hacen su parte; todos los programas de televisión en lengua original, la mayoría en inglés, están subtitulados y eso impulsa a los niños a leer y aumentar la velocidad lectora. Finlandia es, después de Islandia, el segundo país con mayor número de libros editados per cápita.

Allí está el “modelo finlandés”. Tal vez estamos más cerca de lo que pensamos, si vemos lo bueno del sistema educativo mexicano. Están las “variaciones culturales” que habría que impulsar como un proyecto de los medios de comunicación que ahora van por otro lado.

El impulso a la lectura se dará con libros buenos, bonitos y sobre todo baratos, con un verdadero sistema de bibliotecas y de información basada en Internet; con un plan de estudios más integral y con la idea central de que la educación es el mejor bien y el mejor recurso de la nación.

Hay entonces un asunto central, recuperar los valores de la Nación.

La educación para bien de la Nación.

 

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