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1357 9 Julio 2013

 

La broma electoral
Hugo L. del Río

Monterrey.- En un país serio, hubieran cancelado las elecciones. En Baja California, a la una de la madrugada del lunes, se dieron cuenta que el dichoso PREP no funcionó bien.

Pero concluyeron que, chueco o derecho, siguiera el conteo. En mi rancho a eso le llamamos de dos maneras, no necesariamente autoexcluyentes: pendejada o robo en despoblado. Por coincidencia, a esa hora las encuestas le daban tres puntos porcentuales de ventaja al tal Francisco, Kiko Vega, abanderado de Acción Nacional.

Su rival tricolor, Fernando Castro Trenti, arrastró por el piso la toga, como la bella dama que era el símbolo de las películas Columbia, y con la antorcha de la justicia en la mano, anunció que mejor se espera a que mañana empiece el cómputo oficial, que debe terminar el viernes. Tendrán tiempo suficiente para hacer la ingeniería del voto o negociar un acuerdo.

Ah, y la autoridad electoral de BC, como quien anuncia que el fin de semana va a llover, soltó de su ronco pecho la noticia de que, en Tijuana, comandos armados tomaron por asalto trece casillas electorales y quemaron 39 urnas. A uno de los funcionarios lo rociaron con gasolina y amenazaron con asarlo a la bonzo. Si me dieran un dólar por cada muerto, herido, levantado, tundido a golpes et al podría invitar a mis cuatro lectores a comer en La Divina.

México, decía el maestro Luis Buñuel, es un país fascistoide alivianado por la corrupción. Mucha verdad hay en eso. Al cineasta le faltó agregar el sentido del humor del azteca, nuestra necrofilia y las situaciones ridículas que inventamos en nuestro surrealismo: el domingo, en pleno juego comicial, renunció José Carlos González Anguiano, aspirante del PT a la Alcaldía de Solidaridad, Quintana Roo.

Anticipamos, y con pesar noto que acerté: lo de menos es quién gane; lo importante es lo que sigue: bloqueos a la Peje, carreteras cerradas et al.
“La impugnación electoral es deporte nacional”, escribe Enrique Campos en El Economista.

Pie de página

Supongo que Margarita Arellanes pelea el Fondo Metropolitano para organizar más comilonas que le ayuden a ganar votos. Qué tristeza ver a la primera alcaldesa de Monterrey seguir los pasos gastronómico-electorales del pillo de Mario Guerrero. Y qué amargura al constatar que por una carne asada vendemos el sufragio. ¿Qué sigue: la venta en la plaza pública de las boletas comiciales? Este pueblo tiene los gobiernos que se merece.

¿Por qué no postulan –cuando llegue el momento, claro—al locutor Chavana como candidato al Ejecutivo, y a doña Margarita como aspirante a la Secretaría General de Gobierno?

 

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