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1388 21 Agosto 2013

 

ENTRELIBROS
Mascotas Muertas
Eligio Coronado

Mascotas muertas (no es otra estúpida novela de naZis) Monterrey, N.L.: Ediciones Intempestivas / Conarte, 2012. 73 pp.escrita por Luis Valdez,es una novela donde la violencia latente conforma las vidas de un grupo de nuestra ciudad tomado al azar: Lou Rodríguez (periodista), Lucía (su hermana), Judith (vecina), Karlita (vecina), Rogelio (vecino), Silvia (vecina), Renacentista Cristiano (novio de Silvia) y, en menor medida, Laurita (sobrina de Judith).

Todos ellos están unidos por diversos lazos: Lou y Rogelio son amigos desde la infancia; Lou anda o ha andado con Silvia, Judith y hasta con su hermana Lucía; Rogelio es novio de Karlita; Silvia y Judith han andado con muchos. Además, Lou y Lucía se drogan juntos.

Todos conviven en la misma zona habitacional (los Condominios Constitución de Monterrey) y son víctimas de espionaje dizque para protegerlos de los naZis (con zeta mayúscula para evidenciar la referencia a cierto grupo delictivo).  

Todos resienten la situación imperante: “Aquí a todos nos desaparecen en cualquier momento. Se requiere de valor, porque la vida nunca ha sido una cosa segura” (Judith, p. 72), “¿Quién chingados quiere competir a ver quién besa más pronto a la puta muerte?” (Lou, p. 42), “Ahora sí podemos decir que están por todas partes. Se llevan tu cabeza o te hacen pedacitos. (…) te cuelgan en un puente peatonal y te ponen un mensaje con mala ortografía” (Rogelio, p. 69).

Encima de todo esto, Lou convence a su editor en jefe de trabajar en casa para espiar a Judith porque sospecha que ésta tiene relaciones íntimas con un político importante y quiere la exclusiva para dar la campanada. Su jefe acepta porque también quiere lo mismo.

El estilo de Luis Valdez (Monterrey, N.L., 1976), es coloquial, desenfadado y fluido. Sus personajes bordean lo absurdo, pero están vivos. Todos cargan con el fatalismo de un destino que parece inminente.

De hecho, al final, Silvia amanece colgada de un puente, Lucía ya no despierta, Judith se marcha con uno de sus amantes y Karlita y Rogelio parten al sur del país.

Lou se queda solo: sin hermana, sin amigos, sin pareja, sin vecinos y sin exclusiva periodística. Ahora volverá a su trabajo en la sección “Doctora de Mascotas Solitarias” donde publica cartas sobre casos extraños que él mismo se escribe, según afirma Judith: “¿No sabes manejar las cosas con un personaje de ficción, verdad? (…). Luego te envía cartas al periódico y haces como si atenderlo fuera tu verdadero trabajo” (p. 72).

Una de esas cartas es de Joaquín Vicente, personaje extrapolado de otro libro del autor (Territorio de leones, 2006) quien le cuenta que obtuvo la lencería que usaba María Félix al momento de morir. Como su padre era travesti (y por eso lo expulsaron del Partido Comunista) decidió regalársela. Para ello fue al panteón y la quemó sobre la tumba donde reposan los restos paternos: “si mi padre tuvo derecho a ser un travesti, ¿por qué no tener derecho a ser también una diva?” (p. 27).

 

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