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1401 9 Septiembre 2013

 

ESTADO DE LOS ESTADOS
Acabar con privilegios de unos pocos
Lilia Arellano

Cancún.- “Todavía no sales de una, cuando te estás metiendo en otra”, solían decir nuestros mayores, reprimenda de por medio, cuando empezábamos a darle a nuestra diaria existencia esos toques con los que empezamos a enredar los problemas, a dejar de identificar adecuadamente en dónde dan inicio unos y se presentan otros y sobre todo al momento de perder el orden, la jerarquización, permitiendo que la prisa lo domine todo.

Aún no se tienen los resultados concretos, reales que se presentan ante la toma de decisiones que tienen como objetivo el cambio (que no el buen rumbo) cuando se aproximan otras en las que el argumento principal es una amenaza irreal, la que advierte que nos hundimos; cuando el que debe velar por el buen funcionamiento y orden del país, es quien está entrampado en sus propias redes, por desgracia tejidas de corrupción generadora de la desconfianza que se manifiesta en el rechazo a sus propuestas.

En una referencia que agradezco profundamente, Héctor Anaya (autor de textos de gran riqueza literaria y mejor sentido del humor, uno de ellos “El arte de insultar”) refiere que debemos tomar en cuenta uno de los versos de Sor Juana Inés de la Cruz: “óyeme con los ojos/porque tus oídos están muy lejos”.

Y nada más cierto en el presente, aunque más real es que “ni nos ven, ni nos oyen”. El gobierno es autista, maneja su propio mundo en tanto que  los ciudadanos damos muestras claras de padecer el “síndrome de Estocolmo”. O sea que la sordera, la ceguera, la sin razón son las enfermedades que no nos matarán, pero nos mantienen agónicos. Si como sabemos se tiene el concepto de “ciudadanos ignorantes, incapaces de saber y entender” en las altas esferas de nuestros gobiernos, sigue sin estar claro y sin respuesta  el por qué no se escucha a los expertos y de entre ellos hay una élite especial: los Premios Nobel, aquellos que han logrado cambios y no en espacios marcados sino globales, de esos que tanto les gustan.

Ligado a la economía del bienestar está Joseph Stiglitz, premio Nobel en Economía en el 2001. La relación que mantienen sus escritos, sus estudios, entre la distribución del ingreso y la riqueza, debieran formar parte del manual a seguir antes de tomar decisiones que se sustenten en iniciativas de cambio ya que lo que hasta hoy se ha registrado en nuestro país son una serie de movimientos que sólo tienen tres resultados: enriquecimiento de los mismos grupos que se han desempeñado dentro de la jerarquía política y empresarial; exenciones y subsidios que se argumenta pretenden defender la planta productiva, el empleo y disminuir el porcentaje de la informalidad en todos los órdenes cuyos resultados son, por todos visto, contrarios y vuelven a convertirse en beneficios para una minoría provocadora de los males que se pretenden combatir; aumento irracional de la corrupción al grado de sustentar no sólo las inconformidades sino la desconfianza que encuentra en la impunidad otro elemento para incrementarse y extenderse.

Stiglitz se planteó varias interrogantes durante su conferencia magistral. Se pregunta si nos dirigimos hacia un crecimiento sostenible; cuál es el verdadero rol de los países emergentes en el futuro y sobre todo, el papel de México en este contexto. Para el economista, la presentación de iniciativas de reforma presenta una agenda impresionante, una de las más impresionantes que, confiesa, ha visto y de ahí que señale que “los beneficios deberán ser para los mexicanos y no para las empresas”.

Hasta ahora son más los daños provocados por la prisa de presentar una reforma laboral del magisterio, que debió ser sin duda alguna, un primer paso, pero debidamente consensuado para que no trajera consigo una serie de inconvenientes para los educandos incrementando su retraso en la preparación y enseñanza que deben recibir, y un estado de indefensión y de incertidumbre entre los que tienen la misión de educar.

Como se aproxima la madre de todas las reformas, la energética, el Nobel sugiere que se inicie con la transparencia en todas las etapas del proceso, desde las subastas hasta los contratos; que sea una competencia cuantitativa con bases bien diseñadas que generen condiciones competitivas, lo cual debe resultar en un mejor trato para la población que, suponemos, se refiere a precios accesibles para los combustibles; clarificar derechos y obligaciones de inversionistas; establecer compromisos que certifiquen que los beneficios del petróleo se compartirán ampliamente con la garantía de que parte de los ingresos irán a parar a fondos para la educación, salud y tecnología.

Establecer macro políticas para contrarrestar la apreciación de la moneda proveniente de flujos externos. México, sentenció Stiglitz, necesita una reforma fiscal y parte de los impuestos deben aplicarse en medidas contra la contaminación, monopolios y oligopolios. Estos impuestos son los que no contienen un efecto adverso para la población como son los de generalizar el IVA en alimentos y medicinas.

Lo anterior nos permite ver que las imposiciones y las prisas por las reformas carecen de un sentido práctico que en verdad refleje y deje convencida a la población de que habrá beneficios reales para la mayoría y, de entre ella, la que componen los sectores medios y bajos de la sociedad que han sido los más golpeados. Es menester que se genere la certeza de que hay un futuro que puede ser mucho más sólido y benéfico para nuestros hijos que el presente que nos acompaña. Para eso sirve la política que sí se une al buen uso del idioma, de la palabra y ésta se respalda con la verdad, transitará por un camino tal vez más largo pero sin duda seguro.

lilia_arellano@yahoo.com
Twitter: @Lilia_arellano1

 

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