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1401 9 Septiembre 2013

 

El ITESM y la Universidad
Claudio Tapia

Monterrey.- Educar debiera ser tarea y responsabilidad de todos los actores sociales por una sencilla razón: somos producto social. La educación cívica, la que hace que la convivencia sea grata y permite compartir un destino común, es tarea de todos los que conforman la sociedad. Mando a mi hijo a la escuela para que lo instruyan, que de su educación me hago cargo yo, la familia, los media, el club, la iglesia, sus cuates; en fin, todos los que con él convivimos.

Así, la escuela forma al profesional, instruyéndolo; y la sociedad crea al ciudadano, educándolo. Como resultante tenemos un arquitecto, médico, ingeniero, abogado, que además es ciudadano. ¿Muy sencillo, no?

Educar para ser dignos y encarar la vida con alegría y rectitud, debiera ser tarea permanente de la familia, pero todos sabemos que la familia está en crisis y que eso no está ocurriendo. También puede decirse que la sociedad educa por sí misma, que el hecho de vivir en sociedad forma a los individuos; es cierto, pero nuestra sociedad, inmersa en sus objetivos de lucro y consumo desmedido, está convulsionada y apenas alcanza a preguntarse: ¿cuándo se nos perdieron los valores? Si tampoco puede educar, entonces, ¿quién educa?

José Saramago afirmó que “la Universidad es el último tramo formativo en el que el estudiante se puede convertir, con plena conciencia, en ciudadano; es el lugar de debate donde, por definición, el espíritu crítico tiene que florecer: un lugar de confrontación, no una isla donde el alumno desembarca para salir con un diploma”. Dicho de otra manera: la Universidad para ser tal, no se limita a formar profesionales sino también ciudadanos. La Universidad pierde sentido cuando se divorcia de su sociedad o se aísla.  

¿El TEC se concibe a sí mismo y actúa conforme a algo parecido a una Universidad? ¿Entiende así su vocación? Me temo que no, no he vivido de cerca su trayectoria pero a juzgar por su organización, reglamentación y reciente publicidad, parece que no. ¿Es esa la única manera de concebir a una Universidad? No, pero díganme entonces cómo pensarla sin ese mínimo de compromiso y responsabilidad social.

Mientras unos hablan de lo que el TEC es (que es mucho) y lo celebran; otros hablamos de lo que no es y lo lamentamos. Y creo que ambos tenemos razón porque, finalmente, para el bien de todos, el Instituto podría ser ambas cosas: transformador de vidas individuales y creador de ciudadanos comprometidos con la mejora de su vida colectiva.

Dilucidar este asunto (que no es menor) tiene importancia y urgencia, porque nadie puede negar que vamos mal y no sólo en educación. Economía estancada, desigualdad cada vez mayor, aumento de mexicanos en la pobreza, inseguridad creciente, ingobernabilidad manifiesta, incapacidad del Estado para impartir justicia y para hacer cumplir la ley y multiplicación de los grupos que se hacen justicia por propia mano, es nuestra lacerante realidad.

En esta dramática situación se encuentra no sólo el gobierno, sino toda la sociedad de la que forman parte importante y determinante los centros de enseñanza superior.

Frente al ominoso panorama que ofrece nuestro país en crisis, al borde de la ingobernabilidad, con el tejido social desecho, preocupa que uno de los más importantes centros de educación superior, suponga que su tarea la está haciendo bien.

Deslindado de su parte de responsabilidad en el resultado social, el TEC sigue su propio camino. Es tan severo el individualismo y tan profundo el aislamiento, que el ITESM cree, que aunque la sociedad se degrada día a día, el va bien y así debe continuar. Cree que el éxito de sus egresados - aunque no alcance para todos - , por sí mismo, acabará mejorando a la sociedad. Se equivoca.

El país puede ir mal pero no nosotros, celebran orgullosos. La autosuficiencia para la que fuimos educados nos pone a salvo del ominoso destino común que no compartiremos.

Se vuelven a equivocar.

 

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