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1449 14 Noviembre 2013

 

Malinche
(Para Oli)
Irma Alma Ochoa

Monterrey.- La connotación malinchista que hoy por hoy denota preferencia por lo extranjero o repudio al origen, nace del nombre de Malintzin a quien se asocia con la traición. Me pregunto si esa mujer, a quien se le llamó “lengua” porque hablaba fluidamente el náhuatl y el maya, y en poco tiempo aprendió el castellano, fue víctima o villana.

Según explica Bernal Díaz del Castillo en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, a los tlaxcaltecas se les facilitó nombrar a Hernán Cortés como “Malinche”, ya que él se acompañaba siempre de doña Marina, en especial cuando la necesitaba como intérprete.

El relato de Díaz del Castillo nos permite saber de buena tinta algunos datos de la notable vida de una excepcional indígena oriunda de un pueblo cercano a Coatzacoalcos.

Según las crónicas, Malintzin, a quien se le recuerda como traidora, tenía el derecho de sangre de heredar el cacicazgo de Painala y de otros pueblos circunvecinos que estaban sujetos al poderío de su padre y su madre. Pero al fallecer el padre, su madre volvió a casarse y procreó un hijo, a quien acordaron dar el dominio “después de sus días”.

Y para que la niña habida de su matrimonio anterior no estorbara sus planes la dieron a unos indios de Xicalango, quitándole, por el hecho de ser mujer, no sólo el derecho a heredar los bienes o potestades del padre, sino el cuidado de su familia y la protección a que toda persona menor de edad requiere para su bienestar.

Los de Xicalango a su vez la dieron a los de Tabasco y los de este pueblo la regalaron a Cortés. Tan pronto la recibió el conquistador, la obsequió a Alonso Hernández Puertocarrero, quien falleció a los pocos meses de su enlace. Ya viuda se casó o la casaron con Juan Jaramillo en Orizaba, y al final de sus días fue concubina de Cortés.

¿A quién rendirle lealtad?, acompañó a Hernán Cortés y de su unión nació Martín, su hijo; pero también compartió la tribuna, las negociaciones, las batallas, las conquistas de los pueblos e, incluso, la religión.

A lo largo de la historia las mujeres han sido botín de guerra, canjeadas o regaladas por el pueblo vencido al conquistador. Malintzin no fue la excepción. A la luz de lo que hoy conocemos como derechos humanos, esta narrativa revela violencia familiar, discriminación por razón de sexo y trata de personas (captación, traslado y recepción)

En su crónica, Díaz del Castillo dice que los caciques “trajeron un presente de oro, (…) y no fue nada este presente en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer, que se dijo Doña Marina”. Así se le bautizó al convertirse al cristianismo. Un día de marzo de 1519, ella junto con las otras diecinueve mujeres fueron las primeras personas que se bautizaron en la Nueva España.

Malintzin es una más del sinnúmero de mujeres cosificadas, ofrecidas como alianza al conquistador. Son tantas que ni las hijas de padres poderosos se salvan. El gran Xicotenga entregó a sus hijas “para que sean vuestras mujeres y hagáis generación”. El mismo Moctezuma ofreció a una de sus hijas a Cortés, le dijo: “os quiero dar una hija mía muy hermosa para que os caséis con ella y la tengáis por vuestra legítima mujer”.

Pues bien, a pesar de las vicisitudes por las que pasó, Doña Marina fue artífice de su destino en una época en la que las mujeres eran tratadas como objetos de cambio, y el trabajo por ellas realizado no se apreciaba. Podría decirse que fue hija de sí misma, como escribiera Rosario Castellanos. Porque la madre sólo la parió.

Pero Hernán Cortés sí supo reconocer su inteligencia y capacidad como intérprete y valiosa consejera. Doña Marina también fue elemento clave en el proceso de conversión al cristianismo de los naturales de estas tierras. Es apropiado comentar que una muestra de su importancia se encuentra en un lienzo tlaxcalteca del siglo 16, donde Malintizn aparece en un mismo plano entre Cortés y los caciques.

A la vez que los españoles avanzaban en sus conquistas en el plano geográfico, político y religioso, en el vientre de las mexicanas se gestaba el mestizaje al mezclar sangre y culturas; mientras tanto a Cortés, ordinariamente, se le conocía con el nombre de su intérprete: Malinche.

Fuente: Díaz del Castillo, Bernal. La Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Alianza Editorial. Primera edición 1991. 971 páginas.

 

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