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1458 27 Noviembre 2013

 

¿Machismo o competencia?
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- No hay peor lucha que la que no se hace. En la lucha democrática por la equidad de géneros y la igualdad de oportunidades para las mujeres nuevoleonesas, nunca será en vano peregrinar al Congreso del Estado, como la semana pasada lo hizo un grupo plural de destacadas activistas sociales y militantes de los diferentes partidos políticos, convocadas por el Instituto Estatal de las Mujeres.

El pasado miércoles 20 de noviembre, las mujeres recorrieron cada una de las bancadas parlamentarias que integran la LXXIII Legislatura, incursión que tuvo como objetivo exhortar, en forma personal y directa, a los diputados y a las diputadas para que aprueben en este período ordinario de sesiones la reforma electoral que estipule la paridad política entre hombres y mujeres en las candidaturas; es decir, el 50-50.

Esto, con el fin de establecer en la Ley Electoral del Estado que los partidos políticos se obliguen a postular 50 por ciento de hombres y 50 por ciento de mujeres en las candidaturas para las diputaciones locales y para las alcaldías, sindicaturas y regidurías de los ayuntamientos.

Recientemente, Enrique Peña Nieto presentó iniciativa de reforma para otorgar en México la paridad en las candidaturas a diputaciones federales y senadurías, modificando la cuota del 60-40 que impuso el Trife el pasado proceso electoral.

Estamos seguras, sin duda alguna, que esta reforma será un paso histórico para la actual Legislatura de Nuevo León, máxime que este 2013 estamos cumpliendo 60 años de que las mujeres conquistamos el derecho de votar y ser votadas en la República Mexicana.

Nuestro reconocimiento a las mujeres integrantes del grupo plural, en el cual se incluye su servidora, porque desde los ochentas decidieron emprender acciones en diferentes temas tan sentidos, como la violencia contra la mujer, el divorcio, el acoso sexual, el hostigamiento laboral y, ahora, con especial interés y énfasis, están luchando por alcanzar la paridad electoral.

Sin embargo, resulta lamentable el dictamen del Congreso del Estado, a través de la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales, aprobado el día de ayer por la tarde, donde el único paso que se está dando es homologar el 60-40 establecido en el Cofipe.

Pero, lo peor no es eso, sino la jugada retrógrada para que las cuatro iniciativas de reforma que proponen la paridad electoral, incluso la iniciativa que propone el 60-40, queden en nada.

La Ley Electoral, por ser ley de rango constitucional, necesita someterse a dos vueltas para ser aprobada. En primera vuelta puede ser admitida a discusión por mayoría simple, pero en la segunda vuelta requiere de mayoría calificada; es decir, 28 votos de 42, que de no alcanzarse sería un asunto desechado y las mujeres nuevoleonesas seguiríamos esperando la compasión del género masculino, que hoy representa la mayoría en el Congreso.

Pero, lo más importante del recorrido que hizo el grupo plural de mujeres por el Congreso del Estado, fue encontrarse con diferentes posturas ante la propuesta de la paridad. Algunos diputados fueron más receptivos, comprometidos y entusiastas, en cambio otros mostraron escepticismo y desinterés, actitud que para las mujeres de la comitiva fue de mal augurio. No se dijo ni si, ni no, pero en la actitud se mostraba una negativa de antemano.

Más allá de las posturas misóginas o machistas, ahora podemos confirmar otro elemento nuevo para retardar el merecido lugar que las mujeres debemos tener en la sociedad, en el gobierno, en el trabajo, en la economía, en la cultura, etc, al vislumbrarse el afán de mantener los privilegios y condiciones del varón por encima de la mujer, sobretodo en el ámbito político.

En el Congreso de la Unión las mujeres logramos avances en la Cámara Baja (187 diputadas de 500 curules) y en la Cámara Alta (44 senadoras de 128 escaños), en contraste con el Congreso del Estado de Nuevo León (sólo 8 diputadas de 42 curules), donde se pretende no avanzar.

Por eso, nos atrevemos a decir que la reforma en lugar de ser un problema de entendimiento es un problema de cotos de poder, pues a toda costa se busca evitar la competencia electoral que representaría la mujer para el hombre, de lograr la paridad en las candidaturas.

 

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