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1459 28 Noviembre 2013

 

Adiós, amigo Cepeda
Hugo L. del Río

Monterrey.- Murió Pedro Cepeda Montes. Su nombre no significará nada para la inmensa mayoría de los leeperiódicos. Fue un excelente reportero que no hizo la gran carrera para la que estaba preparado por una de esas cosas tan absurdas de la vida, como reza la canción. Nació para redactar la nota de ocho en primera de primera en un gran rotativo. No se pudo.

Es un fenómeno muy común en el gremio. Conoces a hombres que comen fuego y matan dragones y luego surge algo que uno nunca sabe y estos gigantes en potencia primero se ralentizan y luego la vida los congela. Conocí a Pedro cuando formaba parte del equipo de redacción de El Difundidor, el periódico que hacíamos en Fundidora. Era un órgano creado para defender los intereses de la empresa, pero Pedro y los compañeros (todos gente de izquierda a la mexicana) tenían tanto ingenio, tanto amor a los obreros que fabricaban el acero, al oficio y a la empresa, que los trabajadores aceptaron el semanario como propio.

Pedro era la estrella: el mejor reportero, el mejor redactor. Tenía ese, llamémoslo ángel, que le ganaba la confianza hasta de los más duros sindicalistas y le abría todas las puertas. Le insistí: Pedro, tú puedes ser el dueño de tu propio destino. No fue posible: tropezó en su camino con obstáculos que no pudo franquear. Faenó en la a veces injustamente llamada Prensa chica: ora bajo las órdenes de un editor justo y profesional; en otras ocasiones, las circunstancias le fueron adversas.

La vida es injusta, pero puedo afirmar que Pedro, aunque sufrió muchas derrotas, nunca se dejó vencer. Fue fiel a sí mismo y a ésta, la profesión más hermosa de todas. Trabajó duro; enamorado de la poesía, les daba a sus notas, crónicas, reportajes o entrevistas un ritmo que capturaba al lector desde la primera línea.

Sé que no murió en frustración: la amargura la era ajena. En último análisis, vivió la vida como le dio la gana y eso es envidiable. Se fue como nos tenemos que ir todos: el polvo al polvo, la ceniza a la ceniza. Un gran reportero humilde en su talento. Escogió ser una de esas hormigas que mantienen vivo y organizado al colectivo. Pero, qué haríamos, en tanto sociedad, sin estos seres humanos revestidos de modestia: ellos son el motor que mantiene a la máquina en actividad.

Se fue Pedro Cepeda Montes: en quienes lo cultivamos como amigo y colega, dejó huella de su paso hacia la eternidad.

 

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