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1471 16 Diciembre 2013

 

Vuelta a la calle
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- La lucha de los universitarios por mayor subsidio viene de lejos, dado que el problema es estructural: es producto una dispareja correlación entre lo que se da y lo que se necesita para atender a cada uno de los estudiantes de la máxima casa de estudios de los sinaloenses.

Ese fue uno de los motivos de las movilizaciones de los años setenta,  pero también de las ocurridas más recientemente, cuando el dinero no alcanzaba. Incluso, podríamos decir que es la única lucha que moviliza periódicamente a las autoridades universitarias y sectores de académicos, administrativos, intendentes y estudiantes.

Cosa tan lejana, como olvidada, cuando los universitarios se movilizaban a favor de las demandas de los sectores populares y esgrimían el discurso de una alianza entre estos y los universitarios. Ahora con la desaparición en la universidad de los partidos y grupos ideológicos, la UAS se despojó de ese sentimiento solidario que movilizó a toda una generación y vive una suerte de desapego social, alimentado por un entorno cultural que pone en juego las resistencias de los universitarios.

Sin embargo, eso no significa que las cosas sean ahora más fáciles, sino atienden a circunstancias y actores diferentes. Antes, en los momentos más climáticos, como cuando los universitarios se movilizaron en contra del propósito del gobernador Antonio Toledo Corro de quitar las prepas a la UAS, fue el gobierno federal el que intervino para desactivar un conflicto irresoluble por la alta polarización; ahora, en los momentos más críticos, no pasa de un intercambio mediático entre las autoridades universitarias y el gobierno del estado. La SEP no resuelve el problema completamente, pero es una institución de Estado, con la que ningún rector quiere tener problemas.

En esta ocasión, la exigencia del rector Guerra Liera es la repetición anual de la insuficiencia de recursos para cerrar el año pagando quincenas, aguinaldos y becas al desempeño docente, con el argumento moral de que no se puede tratar a la UAS de esa manera, cuando se encuentra “entre las mejores instituciones públicas de educación superior del país”.

La exigencia de más presupuesto siempre ha estado envuelta en la acción de los actores que dentro y fuera influyen el resultado de estas negociaciones. Lo novedoso en esta ocasión apunta a la política, al menos declarativa, de que el gobierno federal no está rescatando gobiernos e instituciones autónomas, y que el estado se declara insolvente para echar una mano a las finanzas universitarias. Eso explica la alianza que el rector y el gobernador han estrechado, con el fin de hacer un frente común para resolver transitoriamente el problema de la casa rosalina.

Bienvenida esa alianza, lamentablemente el préstamo que se pretendía solicitar al ejecutivo federal cambio de escenario por la ausencia de Peña Nieto en el cónclave de procuradores de justicia, y un asunto no menor es que muchos entre la clase política estarán viendo cualquier recurso adicional a la UAS como más dinero para el PAS, cosa de la aritmética política que incide en los juegos de suma cero que son frecuentes entre los actores políticos y más ahora que el escenario se ha vuelto más competitivo.

Gobierno federal

Recordemos que el presupuesto de la UAS tiene tres vertientes con el siguiente orden de importancia: federal, estatal e ingresos propios. Lo ideal es que se equiparara los recursos por alumno que se dan en el sistema  universitario. Hay una gran diferencia entre lo que recibe la UNAM o el sistema UAM y lo de la UAS o la UniSon. Pero eso nunca va a suceder, por la sencilla razón que durante décadas ha prevalecido la idea, independientemente de los gobiernos priistas o panistas, de que las universidades públicas del DF deben contar con más dinero por alumno.

No está mal, pero eso no debe significar dejar con los mínimos al resto de las universidades: se le debe dar lo que les permita cumplir con sus tareas sustantivas.

La UAS, por ejemplo, está haciendo esfuerzos importantes como lo muestran varios indicadores de calidad. Está ese lugar 5 en el espectro de universidades públicas y la certificación del sistema de escuelas preparatorias. Sólo eso debería llevar a revisar la situación financiera de la institución y aportar lo que le falta. Pero, igual las autoridades de la UAS, no deben utilizar el déficit para descalificar demandas que tienen especialmente los jubilados, que están exigiendo lo que un juez resolvió.

En lo particular, creo que todos debemos ser solidarios con esa institución que nos dio oportunidades de superación y eso pasa por sostener los recursos del fideicomiso de jubilación. Incluso, que los gobiernos aporten su parte, como originalmente estaba planteado en la propuesta de participaciones, y por qué no los alumnos que están en condición de aportar recursos para su educación.

Gobierno del estado

El cambio de estrategia de Malova, quien no hace mucho tiempo decía que el gobierno no tenía dinero para salvar municipios y de paso aportar más dinero a la UAS, ahora como una medida táctica busca acompañar a los ediles municipales y al rector en la difícil tarea de comprometer más recursos a la federación.

Sabe que no tiene mucho futuro, especialmente con los ayuntamientos, y algo mejor estaría la UAS, que tiene mayor capacidad de presión a las autoridades federales y estatales. Malova al hacerlo quizá busca decir: “Al final, si no se consiguen los apoyos ¡la lucha se hizo, ya no depende de mí!” O pensando bien, tiene un guardado para hacer la aportación del gobierno y salvar la situación crítica antes que se le desborde la situación. Claro, aparecería como el salvador, qué no está mal, pero entonces para qué tanto brinco si el suelo está tan parejo.

Lo que sí es una exigencia pública, es disminuir el costo de la burocracia y una mayor transparencia en el manejo de las finanzas públicas de todas las instituciones. Ese quizá sería el mejor mensaje en estas condiciones exigir rindiendo cuentas. De lo contrario, sólo queda esa imagen nebulosa que Renato Ocampo Alcantar, secretario del Ayuntamiento de Mazatlán, dibuja sin rubor alguno que en tesorería se entregan “sobres blancos de 15 mil pesos” a cada uno de los 18 regidores para su transportación, “ya que sale más barato que comprarles carro”.

La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿por qué se les tiene que pagar ese dinero adicional a un salario de más de 50 mil pesos,  suficiente para cubrir sus gastos? Acaso, ¿a alguien que trabaja en cualquier oficina o taller se le da dinero adicional para su transportación? Ni un cinco. Son los excesos y abusos que la gente repudia y es una constante en el sector público. Además es una aberración desde cualquier punto de vista, sea presupuestal o fiscal.

Saque cuentas: estamos hablando de 270 mil pesos mensuales que bien servirían para atender problemas sociales. En fin, lo que tenemos es que existe un déficit en el manejo de los recursos públicos, que debería ser condición básica para solicitar mayores recursos.

PAS

Sé que a muchos en la UAS les molesta que se mencione el vínculo existente entre las autoridades de la UAS y el Partido Sinaloense, pero es imposible soslayar esa relación; cuando se plantea el tema de los recursos en el medio político, afloran las suspicacias sobre esta relación que ofrece beneficios a este dualismo que existe en la institución rosalina.

Entonces, lo que tenemos es que no parece una relación legítima y eso quiérase o no, tiene costos financieros. “¿Para qué dar más recursos, si estos se van a un partido político?” Lo anterior es exagerado, pues seguramente más del 90 por ciento de los ingresos de la UAS se van al pago de nómina y gasto corriente.

Pero, quiérase o no esto pesa en la asignación de recursos, y la UAS con sus tareas sustantivas no merece estar en esas coordenadas. No obstante, hay quienes sostienen que si le va bien al PAS le va bien a la UAS, cuando evidentemente las cosas han sido al revés, a los partidos que han controlado la UAS les ha ido muy bien, pues es el manejo de un presupuesto mayor que el de cualquier municipio del estado.

Entonces, volver a la calle con las consignas que sosteníamos en los años setenta y ochenta produce algo de nostalgia, sin embargo, también incertidumbre sobre los resultados que esto podría tener en un contexto donde los actores dicen una cosa, pero frecuentemente hacen otra.

Por mi parte, con todo, yo estoy con las UAS y sus demandas de mayores recursos para la educación.

 

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