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1474 19 Diciembre 2013

 

Hostilidades asiáticas con supervisión gringa
Hugo L. del Río

Monterrey.- Fue un momento de gran tensión. Aviones militares chinos modelos Y-8 y TU-154 fueron interceptados por cazas japoneses F-15. Pekín alega que sus aeronaves patrullaban su recién ampliada Zona de Identificación y Defensa Aérea, ZIDA. Tokio responde que la dicha ZIDA invade sus espacios aéreo y marítimo. Por lo pronto, no pasó del susto.

Washington y los aliados de siempre le dan la razón a los nipones. La ZIDA también vulnera espacios de Taiwán y Corea del Sur. Ayer, el primer ministro japonés Shinzo Abe anunció una nueva política militar. El país de los cerezos en flor invertirá 174 mil millones de euros en el quinquenio que empieza el año próximo para dar músculo a su “pacifismo proactivo”. Tokio comprará cinco submarinos, cinco destructores, tres drones, 17 cazabombarderos de despegue vertical, 28 cazas F-35A y 52 vehículos anfibios para el cuerpo de Infantería de Marina que va a organizar. Además, los japoneses analizan la posibilidad de fabricar o adquirir misiles tipo Crucero.

Tokio aumentará su Ejército de 150 mil a 160 mil efectivos, más los 50 mil norteamericanos de guarnición permanente. Una parte visible de la crisis es la posesión de las islas Diaoyu, o Senkako o Tiaoyotau, según las nombran China, Japón y Taiwán, que las reivindican como propias. Las ínsulas no sólo tienen interés estratégico: en sus subsuelos marinos existen importantes bolsones de gas natural. Tokio confiaba en una alianza con Corea del Sur y Taiwán, pero encontró respuestas muy frías: fueron de tal crueldad las atrocidades perpetradas por el Ejército nipón en la II Guerra Mundial que ni los chinos ni los coreanos ni los taiwanesas olvidan o perdonan.

En una semana, en Nanking, del 24 de diciembre de 1937 al uno de enero de 1938, los soldados del Sol Naciente asesinaron a unos 300 mil civiles chinos. Porque sí. Hoy, se dio la torna de mesas. China tiene bajo banderas a dos millones 255 mil hombres, más 800 mil en la Reserva; Japón, apenas unos 300 mil. Los chinos disponen de 330 barcos de guerra, 65 submarinos, siete mil 500 carros acorazados, mil 900 vehículos aéreos y entre 80 y 400 misiles. Japón, 750 tanques, 115 naves de superficie, 22 sumergibles y 800 aeroplanos. Naturalmente, la Unión Americana es su escudo y su espada.

Pero para EU las cosas no son fáciles: el Pentágono y el Departamento de Estado se apoyan en la antigua rivalidad entre China y Rusia y saben que necesitan que Pekín de su visto bueno a los programas de globalización en Asia. Pero, al tiempo, Japón es uno de sus socios y aliados más importantes. Es impensable que Abe se embarque en una escalada militar sin el apoyo de Washington. Por ello, a principios de la semana próxima el vicepresidente Joe Biden viajará a China, Japón y Sudcorea. Una guerra allá no le conviene a nadie. Tendría que intervenir hasta la milicia de las Islas Fiji. Una crisis que obligue a los países afectados a comprar armamento es mucho más productiva, y lo será más si pone en manos de EU la capacidad de mediación.

Pero otra parte del conjunto de problemas consiste en el sistema de alianzas político-militares, muy parecido al que existía en Europa en 1914. “La ambición”, escribe Platón, “secundada por la envidia, el espíritu de querella, la violencia y el humor huraño por la cólera, hacen correr al hombre sin reflexión ni discernimiento tras una vana plenitud de honra y de victoria, por saciar su resentimiento”.

Recordemos, siempre, que pese a los cálculos más fríos y exactos, los resortes del poder son las emociones humanas.

 

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