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1523 26 Febrero 2014

 

El final de su carrera
Hugo L. del Río

Monterrey.- Lo mejor que puede hacer Fernando Elizondo Barragán es retirarse de la política. Nuestro personaje se cubrió de gloria: su renuncia es tema obligado de discusión; no solo sacudió al PAN: provocó una conmoción en todo el estado: las ondas telúricas llegaron a toda la República. Bien por él. Pero creo que su dimisión debe marcar el final de su carrera política.

FEB es un hombre inteligente, preparado, sin cola que le pisen: pero no gana una elección ni en su casa. Al igual que otros actores de la vida pública, Elizondo sabe hacer política en la oficina, pero no en la calle. Para qué arriesgarse a sufrir una derrota, un desaire por parte del electorado. Otrosí: FEB tiene 65 años, pero –lo digo sin ánimo peyorativo– representa muchos más. Y sucede que vivimos en tiempos que, con razón o sin ella, reclaman líderes jóvenes.

Por lo demás, la desconfianza asoma su fea cara entre las teclas de la compu. ¿Hasta ahora se dio cuenta de la descomposición moral de Acción Nacional? En Monterrey el proceso de putrefacción dura ya varios años: Madedito, blanco de dardos que él mismo envenenó; Larrazabal y sus quesos; Sor Margarita: sus tacones y sus desayunos en Tiffany´s.

Don Manuel Gómez Morín murió hace muchos años y con él murieron sueños e ideales: “bregar por siglos” fue sustituido por “robar por trienios”. Durante décadas, el PAN fue la ciudadela de algunos caballeros que soñaban despiertos en el México anterior a las Leyes de la Reforma. No les interesaba el triunfo electoral: participaban en la lucha no para ganar votos, sino para difundir su ideario. Fue Manuel Clouthier quien les enseñó a pelear para ganar. Y sí, ganaron. Pero en la victoria fue su naufragio: conquistaron el poder sólo para abusar de “los puestos públicos como botín”. Panistas corruptos, como lo son muchos priístas y perredistas: no sólo estamos lejos de Dios y cerca de Estados Unidos: hace rato que nos hundimos en el pantano de la corrupción.

FEB libró la buena batalla. El triunfo moral es suyo. Pero en el combate melló la espada y rompió el escudo. Debe entender que llegó, para él, la hora del adiós.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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