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1586 26 Mayo 2014

 

La clave es la Primaria
Hugo L. del Río

Monterrey.- La educación pública no es garantía de progreso. Los pueblos de Argentina, Cuba y Uruguay, para no ir lejos, están alfabetizados y poseen un envidiable nivel de cultura. Sin embargo, las tres naciones siguen atoradas en el subdesarrollo. Pero un sistema educativo deficiente sí garantiza el rezago.

El gobierno de Peña Nieto nos dice que debemos estar orgullosos de lo que llaman reformas. Este tecleador no lo está. En el ramo de la instrucción, estamos más o menos al nivel de la República Centroafricana o Mali. El mexicano lee, en promedio, un libro y cuarto al año. Es alto el porcentaje de peques que no terminan la Primaria, en ocasiones porque sus padres tampoco hicieron los seis años y en la infancia la propensión a imitar a los mayores es poderosa.

Pero también interviene el hambre: los niños tienen que dejar la escuela para ponerse a trabajar. Los pocos pesos que puedan llevar hacen mucha falta en el hogar. Tenemos, pues, millones de chamaquitos que malviven en casas donde no hay un solo libro, pero no falta el televisor: aparato mágico que con el futbol y la telenovela permite la evasión de una realidad cruel y, a lo que parece, inescapable.

Jean Meyer, historiador y ensayista, escribe –El Universal, domingo 25– que el nudo gordiano que aprisiona a la instrucción está en la Enseñanza Básica. Secundaria, Preparatoria y Universidad, dice, tienen fallas, pero no son fracturas que detengan la marcha del país. Apunta el autor de “Yo el francés” que “el desastre se encuentra a la base porque hace muchos años, por razones de baja política, el Estado abandonó la Escuela Primaria al sindicato único, a cambio de un control político favorable”. Elba Esther está en la cárcel, no por los delitos que perpetró, sino por su insumisión al Sistema. Pero la armazón del monstruo que creó está en pie y sigue funcionando.

La mayor parte del magisterio se esfuerza por despertar la inteligencia de los niños, pero no hay proporción entre el esfuerzo y los resultados porque al educador lo aprisiona la camisa de fuerza de los intereses políticos. Los caciques de la SEP,  sus homólogos de los estados y, naturalmente, la organización sindical, sólo están comprometidos con sus ambiciones políticas.

Aquí tenemos el caso de Juana Cavazos, más interesada en sus pleitos de comadre con Sor Margarita que en supervisar el funcionamiento de los planteles. De planes de enseñanza, mejor ni hablar. Está claro que el Estado mexicano necesita técnicos y administradores. Pocos, muy pocos, además. Obviamente, la alta burocracia se apoya en los colegios privados y prefiere al egresado del Tecnológico de Monterrey o de la Universidad también privada: se gradúan con buenas calificaciones y espíritu acrítico. Son profesionales sin formación de humanidades, desprovistos del  nervio de la rebeldía ante la injusticia. Hay excepciones, claro. Pero son eso: excepciones.

Supongo que los globalizadores anticipan un México donde la mitad de la población se irá a trabajar al extranjero y la mitad que se queda se dedicará a limpiar sanitarios y franelear (perdón por el barbarismo) vehículos. El problema, pues, nos cae en el regazo. Los mentores no podrán hacer gran cosa mientras sigan siendo, en una primera instancia, cipayos formativos de los herederos de Gordillo y, en un segundo nivel, del cártel de la globalización.

Corresponde a la sociedad mexicana salir del pantano del analfabetismo poniendo en juego sus propios recursos. Es tarea de todos los mexicanos de buena fe promover el hábito de la lectura.

Una izquierda inteligente y madura sería muy útil en esta y tantas otras faenas: llevar a los barrios marginados y a los caseríos en el desierto caravanas culturales como las que organizó García Lorca durante el gobierno de la República Española.

Tenemos que convencer a los mexicanos que la vida no empieza ni termina en el futbol y las telenovelas.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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