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1586 26 Mayo 2014

 

Aquellos tiempos romanos del Wine Report
Eloy Garza González

Monterrey.- Eran los confusos años ochenta. Un grupo de jóvenes amantes del vino tinto pedíamos a vuelta de correo el Wine Report, publicación trimestral de California que consignaba con precisión científica las etiquetas, añadas, guía de varietales, etcétera. Sus autores lo remitían (si así lo pedía el cliente) a un PoBox en alguna ciudad texana.

Ninguno de los aspirantes a catadores pensamos compartir gastos en la compra del boletín, porque cada uno quería tener el suyo. Y azuzados por este patológico egoísmo etílico, nos volcábamos a la carretera en pos de ese tesoro, en autobuses casi siempre destartalados, cruzando los kilómetros que comprenden Agualeguas y Ciudad Mier, hasta llegar a Miguel Alemán para cruzar el puente de Roma,Texas.

Con el tiempo caímos en la cuenta de lo costoso que implicaba mantener este hábito, con el único propósito de sentirnos ciudadanos del mundo, desde una región provinciana, muy distante de la añorada Toscana, donde los encinos se regatean con los nogales las pocas posibilidades de sombra, y en la que el alcohol que se tomaba a raudales era sólo el whisky Buchanan's, comprado de contrabando, frecuentemente adulterado por los contrabandistas de Reynosa.

Viajar a Roma, Texas, en pos del Wine Report, como lo hacíamos antes, sería ahora una audacia casi suicida, además de innecesaria: con un simple clic en Internet se despliega ante nuestros ojos una variedad de sitios web sobre cosechas, casas vitivinícolas, información de etiquetas, ranking de vinos y comunidades wikis para intercambiar conocimiento del ramo.

Ironías modernas: Facebook, Twitter nos han vuelto más informados, más sociales, más diversificados, pero igualmente más sedentarios y ensimismados. Quizá viviremos una buena parte de lo que resta de nuestro futuro apoltronados en un sillón. Eso sí: con los labios pintados de un tenue color a frutos rojos y el aliento a barricas de roble. Pese a Google Earth, La Toscana sigue siendo una tierra encantada y distante para los catadores regiomontanos de medio pelo, como uno. Nadie brindará por eso.

 

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