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1594 5 Junio 2014

 

Bullying
Víctor Reynoso

Puebla.- Hace muy pocos años que en México se habla de bullying. No se trata de un problema nuevo, como parece demostrarlo una reciente encuesta del  CESOP (Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública). En ella, alrededor del 25 por ciento de quienes ahora tienen entre 46 y 55 años declararon haber sufrido acoso escolar. Todo parece indicar que el problema siempre ha estado ahí, sólo que ahora lo vemos y antes no.

Las causas de esta visibilidad actual y de la invisibilidad anterior deben ser sin duda interesantes, pero escapan a mi comprensión. Lo que es claro es el problema ha entrado en la agenda de la sociedad y en la de algunos gobiernos. Se trata del primer paso: notar una problemática, nombrarla, agendarla. Deben seguir muchos otros.

Hay que reconocer que pocos sabemos del bullying en México. Que no hay un conocimiento claro sobre sus dimensiones y sus causas. Ni siquiera sabemos qué tanto hay un consenso sobre si es o no un problema: para algunos es algo “normal”, que siempre se ha dado y siempre se dará. Es normal que haya niños maltratados y niños y que maltratan. Ahí se empieza a saber quién es quién: “el gandalla no batalla”. Hay gente que piensa así ¿cuántos son? ¿Quiénes?

Sobre las causas se han dicho disparates formidables. Como el acoso escolar es el efecto de “la guerra de Calderón”. La violencia entre narcotraficantes se transmitiría, por mecanismos que no se explican, en violencia entre escolares. Después de ver repetidamente noticias sobre asesinatos, secuestros, ajusticiamientos, algo mueve a algunos niños a violentar a sus compañeros.

Pero los datos del CESOP parecen contradecir esa idea. La violencia entre niños en las escuelas no aumentó con la violencia en el sexenio pasado. Suena más lógico, aunque habría que probarlo, que el niño que violenta a otros es porque ha vivido la violencia directa, en su familia. La violencia escolar parece una forma de autoafirmación de niños que no están seguros de sí mismos. Habrá que investigarlo y probarlo, pero sería raro que un escolar que proviene de una familia sin violencia, que le ha dado autoestima y seguridad, agrediera a otros. La agresión gratuita a los demás es expresión de déficits emocionales. No un réplica o reflejo de lo que se ve y oye en las noticias.

Pero habría que tener claro lo anterior, para lo que se requieren estudios, investigaciones y difusión. Sin ellos tenemos la situación actual: un debate público de muy bajo nivel, con algunas opiniones que suenan sensatas pero también con disparates y ocurrencias. Es mucho lo que no sabemos.

Empezando por el tamaño del problema. Se ha dicho que hay casi 20 millones de niños que lo padecen, pero no es claro que sea una cifra sustentada. No sabemos si la dimensión del problema es la misma en escuelas públicas y privadas, si varía y cómo según el nivel educativo, las regiones del país, el medio urbano y el rural, el nivel socioeconómico.

No sabemos lo suficiente, hay que insistir, sobre las causas. La violencia en los medios, sea informativos o sea en películas y programas, así como los videojuegos, puede influir en la violencia escolar, pero creo que de manera secundaria. La “ausencia de valores” o la “falta de educación en valores” también, pero no parece ser una cuestión decisiva. Al menos si se entiende por educación en valores la prédica de los mismos. El problema va más a fondo, y tiene que ver también con la manera como nos relacionamos con nuestras propias emociones y con las de los demás. Es un problema multifactorial, donde no todos los factores tienen el mismo peso.

Como dicen los orientales: el primer paso para domesticar a un dragón es darle un nombre. Ya nombramos al bullying. Sigue lo demás.

Profesor investigador de la UDLAP.

 

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