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1656 1 Septiembre 2014

 

Desaparecido
Raúl Caballero García

Un relato ficticio, aunque la realidad –ya se sabe– supera la ficción.
[Primera de siete partes]

I / Si no te lo cuento reviento

 

Dallas.- La nueva realidad se me apareció desde que estuve girando en las entrañas de La Pirámide. Ahora, si no te lo cuento reviento (como decía la tía): me salí de La Pirámide y me vine a Texas. Necesito vaciarme wey, esto me pesa y me arrastra con un vértigo cada vez peor. Por eso te escribo. Me salí de esa casa a la carrera. Cogí las pacas y las eché al carro.

Anduve como autómata por la Avenida Gonzalitos. Me devolví a Pablo González Garza, daba vueltas sin rumbo o en círculos. Sudaba, te lo juro, iba asustado y al mismo tiempo, no sé por qué, iba emocionado, wey. Iba alterado porque presentía que algo grande me estaba pasando. Pero no hallaba qué hacer. Ni siquiera volví al hotel. Pensé irme a Guadalajara pero me arrepentí; creo que hice bien al venirme a Texas, pero todavía no lo tengo claro, te lo digo aquí en confianza. Desde entonces no he dejado de hacerme mil preguntas. Tengo chingos de dudas, la incertidumbre me taladra la conciencia. Primero pasé días en un letargo que me fue abriendo esta realidad desconocida, y luego aceleradamente pasé del sopor al torbellino.

*

En la carretera hacia Laredo me interrogaba sin hallar respuestas. Veía mi propia mirada en el retrovisor interior y retomaba la ristra de cuestionamientos: ¿Cómo llegaste a esto? –me preguntaba esperando que el de los ojos en el espejo me respondiera–. ¿Qué hacer con este dinero? Lavarlo, aunque tú no lo hayas ensuciado. Bueno, bueno –me decía viendo mis ojos, sintiendo una adrenalina repentina, bien excitado, wey–, y entonces, emocionado, me decía: Pos hay que lavarlo. Aceleraba y le bajaba, frenaba luego luego no me fueran a parar por atrabancado, por exceso de velocidad. Cargué gasolina, enfilé hacia Laredo, y proseguía: ¿Pero cómo se lava el dinero? Y pues pos, ¿cómo haces verosímil en la aduana que te hallaste más de 11 millones de dólares en efectivo? ¿Cómo explicas que un mozalbete de 29 años traiga en sus maletas tanto dinero obtenido de la nada? Bueno, digo, para mí fue así ¿no? Paf, apareció. Y okey, me dije, lo primero: no declararlo. ¿Pero cómo, cómo?, me preguntaba una y otra vez. Todo el camino. Eterno. Laaargo, sin recodos, arduo, un purgatorio.

*

Así fue wey, nomás desaparecí, de hecho, así nomás: silbando entré a Comala. Soy un desaparecido más. Otro inexistente. ¿Un dígito que se agrega a los cien mil secuestrados?, ¿a los doscientos mil levantados? A los trescientos mil asesinados, ¿no? Ai vengo. Con paradero desconocido. Me veo en el espejo con esa sonrisa de idiota, con esta mirada vidriosa, como de blues, como de tango y me digo que me merezco este patético álter ego con cara de menso. Horas. Llevo horas “desaparecido”, días como meses, como años y no sé ni qué. Aurora, mi familia, mis amigos han de pensar que fui “levantado” por los narcos, un secuestro como tantos ¿no? ¡de película jajajaja! ¿verdad güey? Una película. Pero no es cosa de risa, chingá, pues pos si le rascamos encontramos que así fue. Los capos me desaparecieron ¿o no?, ¡ja-jA-JA! Qué pinche patética histeria.

*

Cuando salí de Guadalajara, Aurora estaba bien emocionada, wey. A ratos quisiera regresar el tiempo a esos días… Yo me vine a buscar la que sería nuestra casa en Monterrey. El plan era rentar una. Ahí comenzó todo. El abogado que nos la ofreció estaba entre que la vendía y la rentaba, a nosotros. Un tipo que nos encantó, tanto, que nos convenció de quedarnos con su casa, él estaba por cambiarse a otra ciudad. Yo acudí a conocerla, resuelto a cerrar el trato si me gustaba ¿no? Lo conocimos por casualidad en un hotel de Nuevo Vallarta, el Playa Royale, que está con madre, wey, nos la pasamos a todo dar. Habíamos ido a pasar unos días. Él, según esto, estaba no de vacaciones sino de negocios, eso dijo, aunque los días que nos pasamos allá siempre lo vimos echando la hueva, divirtiéndose en la noche y de güevón durante el día, pero no nos pareció anormal, en el mar la vida es más sabrosa. Se dijo abogado en una firma regiomontana. Pero ahora que lo recuerdo, sí lo veo como un gánster, o qué sé yo. Esa casa en Monterrey está bien bonita, me llenó el ojo, es una residencia en la colonia Chepevera, una casona vieja si tú quieres, pero una señora residencia. A medio amueblar. En la calle Ángel Martínez Villarreal. Me enamoró de inmediato. La cocina sí estaba hecha un desmadre y con algunos desperfectos, pero tiene una amplia isla de granito que la levanta. La cocina y la recámara principal estaban revueltas, supongo que en esos dos cuartos vivía este pelado, lo demás era zona deshabitada, medio amueblada. Tiene un amplio desayunador y un comedor –con una mesa grande, sobria, doce sillas– sin divisiones entre éste y la estancia. Cinco recámaras, cuatro baños y medio. El nivel bajo es una especie de amplísimo sótano, abierto; es decir, las anchas escaleras (siete u ocho escalones) que llevan a ese espacio son su entrada. Una mesa de billar al fondo y en un rincón cajas amontonadas que no revisé, pues no era mi negocio, eso pensé en ese momento. Es una casa de tres niveles, wey, con madre, con madre. No me la esperaba así. En Nuevo Vallarta nos dijo que nos la rentaba por tres mil dólares mensuales; es mucha casa para esa cantidad. Si me explayo en descripciones no necesariamente son inútiles, wey, me calma exponértelo con detalles, ahora que lo hago me doy cuenta que me apacigua. Mi neurosis se ha disparado, ni sabes, ya estoy de remate.

*

Ya te digo. Cuando me vine a Texas, el espejo retrovisor con mi reflejo fue como mi tranquilizante. El auto avanzaba como sin mí, wey, fue un viaje bien raro. Salí de Monterrey con las primeras luces del día. “A Nuevo Laredo / Carretera de cuota”, leí el panorámico de tránsito. A'i vengo transformándome. ¡Uta! Y quiero que sepas que la casa que te digo también me acompañaba. Es una casona remodelada pero bien bonita, está a unos pasos del templo La Salle. La bauticé como La Pirámide, por una fuente que tiene en un patio interior, una piramidita. Ahí llegué yo con muchas ilusiones, wey. “Está con madre” pensé cuando la vi, cuando la viví en mi primera impresión. Ya te cuento. Su plan, el plan del abogado, ahora era vendérnosla si queríamos, pero sostenía su disposición de que se la rentáramos. “Un año”. Qué esperanzas de comprarla, pero no le dije nada. Dijo que le caímos bien, que veía algo en nosotros que le recordaba otro algo personal que se cuidó de no decirme. En Nuevo Vallarta había dicho que su primer plan era venderla en 800 mil dólares; sin embargo, había cambiado de parecer, no se iba a deshacer de ella. Había sido de sus padres –nos dijo en un arranque de confianza–, nomás él sabía el valor sentimental. Se la podíamos rentar por un año. Con todo, en Monterrey ya me estaba hablando de vendérmela ¡en 500 mil, wey! Sí… pero no. No pos no, ni así le llegábamos, pero no le dije nada. Pero por otra parte a mí ni por aquí me pasaba que pudiera haber algo oscuro o chueco; al contrario, pensé que por alguna razón estaba ahorcado, aunque no diera muestras de ello. No’mbre, wey, de todo modos me frotaba las manos con la posibilidad de que me la rentara. Te explico todo enrevesado, ¿verdad? Me recibió casi a punto de salir, no se sorprendió de verme; en cambio, me reconoció enseguida. Se mostró, hmm ¿cómo decirte?, como con un dejo de gratitud de verme; ahora que lo pienso tal vez fue un gesto de alivio, creo que yo representaba una solución o algo así. Pero él tenía que salir de urgencia, que lo esperara, a su retorno en dos días haríamos la formalidad del trato. Cuando supo que estaba en un hotel me hizo el ofrecimiento. Me la dejó así de buenas a primeras. Claro a mí me pareció por lo menos desacostumbrado pero al mismo tiempo muy natural, no sé cómo decirte, había algo en su carisma, en su tranquilidad emocional, algo que esparcía confianza. Que “la calara”, me dijo, me dio las llaves. Acepté. Se me hizo fácil hacerlo, de alguna manera aceptaba su decisión y al hacerlo entendí una cierta manipulación, qué sé yo, el caso es que se me hizo fácil y de otra manera no iba a poder conocerla bien hasta su regreso. Era media mañana, hicimos un recorrido apresurado por la casa, subimos, con ademanes rápidos señaló recámaras y baños y detalles como “aquí las toallas, aquí las sábanas”; cuando salíamos del walk in closet le descubrí mirándome con una sonrisa como de niño travieso, una mirada que le iluminaba el rostro y que ahora me la explico con tanta claridad, pero en ese momento no supe hacerlo, no la pude descifrar. Bajamos de nuevo en un dos por tres. Desenvuelto y cálido apretó mis hombros con sus manos, viéndome directo a los ojos, sonriente: “Tengo que correr al aeropuerto, reconfirmo que eres un tipazo y me caes muy bien”, me dijo, como si eso explicara su proceder. Lo vi tomar una maleta y un portafolio tipo mochila, que ya estaban cerca de la puerta. Repasó el espacio de la entrada de arriba abajo, recorrió con su mirada el recibidor, la estancia, el comedor y antes de salir me hizo un guiño y dijo: “Pronto estará en buenas manos contigo”.

*

Yep. Aurora y yo ya teníamos planeado todo para la mudanza de Guadalajara a Monterrey. Cuando me vi solo de nuevo le marqué a ella quien, como te digo, estaba entusiasmada: “¿Estás emocionada?”, le pregunté sin saber que esas serían algunas de mis últimas palabras con ella, digo, hasta ahora. “Bien mucho, Miguel”, me respondió. El abogado me dijo que lo vería de vuelta en dos días para cerrar el trato y sacar sus cosas, así de rápido sería todo; explicó que ya tenía un pie en Jalisco. Hoy recuerdo que también me dijo que sacaría “algunos papelitos importantes” y ahora ya podemos deducir a qué se refería. Fue todo tan rápido. Pero las cosas fueron así porque yo me adelanté a nuestro encuentro, él en realidad no me esperaba sino hasta varios días después, pero Aurora y yo ya estábamos listos, comíamos ansias. Ella y yo vivimos en Nueva York mucho tiempo, planeamos volver a México y dado que tenemos un departamento en Guadalajara (ella es tapatía), recalamos en la bella Guanatos (para los cuates), pero terminamos decidiéndonos por Monterrey. Ya sabes, mi terruño, a un paso de Texas, etcétera. Tenemos una próspera agencia de traducciones, publicidad y diseño que nos permite trabajar desde cualquier parte. El plan era alternar ciudades. Te digo que comíamos ansias y ahora siento como que las ansias nos comen a nosotros, a mí por lo menos. Pues, pos ahí estaba, preguntándome si el abogado se mantendría en lo de los tres mil dólares mensuales, preguntándome igual por el drástico cambio de precio de venta, digo ahora esgrimía casi la mitad de lo que había indicado en Nuevo Vallarta, preguntándome en últimas si se haría realidad rentar esa casa. En fin, ahí estaba a solas en esa casa, en el principio de tantas preguntas. Saqué mi tableta y puse música. Casi enseguida comenzaría a revisar la casa detenidamente, quería sentirla, saber si me enamoraría de ella. Si se dejaría habitar por nosotros. Las casas te aceptan o te rechazan, ya sabes. El primer día dormí mal en la recámara principal, la más habitable. Desperté en una mañana nublada. Compré víveres en una tienda de autoservicio, también el periódico, volví a La Pirámide y, entonces, que se deshace el nudo, wey.

[Continuará...]

 

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