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1656 1 Septiembre 2014

 

Vivir la izquierda
Víctor Orozco

Chihuahua.- El pasado 28 de agosto se presentó en la ciudad de México el libro de Adolfo Sánchez Rebolledo, La izquierda que viví. Un grueso volumen que sobrepasa las seiscientas páginas da cuenta de una buena porción de acontecimientos históricos mexicanos y mundiales desde la década de los sesentas en el siglo pasado, hasta la primera de este milenio. Militante político, periodista, escritor, observador agudo, organizador, Sánchez Rebolledo nos regaló una atalaya para mirar el acaecer contemporáneo y al mismo tiempo una brújula orientadora.

Dueño de una vida intensa y comprometida, con sus causas, sus oficios, el autor pudo dotar a estos textos de un distintivo clave, notable apenas se adentra uno en la lectura: su autenticidad. En ellos no asoman nunca la impostura, el cinismo, los ocultamientos o los afanes de promoción personal que caracterizan al común de los libros escritos o firmados por los políticos.

Cada artículo incluido en la colección está impregnado por una filosofía muy propia de los intelectuales de izquierda nunca cooptados por el dinero o aficionados a las llamadas mieles del poder. Pensaría que en las páginas del antiguo director de la revista Punto Crítico, late el mismo corazón y parecidas pasiones que estimularon el talento de José Martí o Antonio Gramsci, para recordar a dos luchadores y escritores cuya obra política e ideológica, igual se encuentra desgranada en cientos de trozos que recogen miradas puntuales, crónicas, reflexiones, propuestas, críticas, que leídas en conjunto entregan una perspectiva del mundo. Los tres son maestros en comunicar ideas usando como vehículos a los textos cortos, en los cuales condensan vivencias, aprendizajes e incontables horas de lecturas. 

La visión presente en el volumen reseñado, alberga los persistentes valores y banderas alzados por las izquierdas de todos los países. La igualdad y la justicia social, las libertades, las tolerancias. Hasta hoy, conjugar todas estas aspiraciones ha sido una tarea coronada en la práctica por el fracaso. Si algo se avanza para repartir mejor los bienes económicos y culturales, se retrocede en el terreno de los derechos individuales. Pero, sin estas esperanzas, ningún adelanto, ninguna emancipación se hubiese conseguido. Tendríamos todavía jornadas de diez y seis horas y niños amarrados a las máquinas de las fábricas. De la misma manera, libros prohibidos y religiones únicas. Sánchez Rebolledo es de aquellos que mantiene vivas las convicciones negándose a condescender o arriar los estandartes. Es y será un socialista hasta su muerte.

Los textos dedicados a la revolución cubana, abordan este conflicto-desafío. Junto con miles de su generación, el autor fue producto de esta revolución, en varios sentidos. Y como pocos, estuvo en la primera línea de la solidaridad con el pueblo caribeño desde aquellos mítines que conmovieron a las ciudades latinoamericanas en abril de 1961, cuando se produjo la invasión de Playa Girón. En su oficio de editor, se le recuerda muy bien por los libros publicados en Editorial Era, conteniendo los discursos de Fidel Castro, desde las primeras fases del movimiento armado cubano. En 1991 publicó en La Jornada  “Cuba, hora cero”, cuando la Unión Soviética se había derrumbado, “…el movimiento comunista ya no existe y las viejas ideas se entierran sin más –en ocasiones con más prisa que decoro– como si todas las tesis socialistas fueran trastos inútiles, los ojos críticos se vuelven al inencasillable Fidel convertido, paradójicamente, entre las palmeras que lo vieron nacer, en el último –y solitario– defensor del marxismo-leninismo” y se pregunta: “¿Es justo pedirle a un gobierno tan acosado como el cubano que haga los cambios políticos que en otros países de América Latina se lograron con enormes dificultades tras décadas de guerras sucias y dictaduras militares?”

Una década después, durante el gobierno de Vicente Fox, hacía la crítica de la política exterior mexicana. Nada ha cambiado en Cuba, señaló, pero tampoco la actitud norteamericana hacia ella se ha movido un ápice. Denunciaba a partir de estos hechos la retórica de la cancillería mexicana, dirigida entonces por Jorge Castañeda, que repitiendo los viejos argumentos de quienes expulsaron a Cuba de la OEA en 1962, no se atrevía a nombrar a las cosas por su nombre. Luego, confirmaba el deshonroso vasallaje hacia Washington cuando el presidente mexicano pidió al cubano que no criticara a Estados Unidos durante la cumbre de Monterrey y se retirara antes de tiempo para no incomodar a George Bush.

La variedad de intereses intelectuales de Sánchez Rebolledo, como puede suponerse en un marxista, forma un arcoíris. Releyó al historiador inglés Erik Hobsbawm para discurrir sobre el doble fracaso del cual hemos sido espectadores y damnificados: el de la economía planificada y el del libre mercado. Ambos sistemas mostraron en el último siglo que su dinámica y sus resultados responden muy bien a la insaciable sed de poder de las cúpulas, pero están muy lejos de los anhelos y necesidades de las mayorías.

De la transición al socialismo, tema tan caro a los ojos de militantes y analistas hasta finales de los ochentas, pasa a ocuparse de otro, menospreciado hasta entonces en el pensamiento marxista: el de la transición a la democracia, desde las dictaduras militares y regímenes autoritarios o de partido único como el mexicano. Las elecciones de 1988 abrieron de pronto un escenario nuevo al que la izquierda no estaba acostumbrada. La candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la república convocó exitosamente a las masas populares y provocó la unidad de comunistas, socialistas, demócratas, nacionalistas, exguerrilleros, socialcristianos. No se alcanzó el poder, pero se derivó a la formación del PRD, una organización en la cual los izquierdistas encontraron por fin un instrumento electoral para dar la batalla política y abandonar el triste papel de esforzados protagonistas de esfuerzos puramente testimoniales.

Participante en la fundación y organización del Partido Socialista Unificado de México y del Partido Mexicano Socialista, antecesores de la nueva organización, Adolfo Sánchez Rebolledo no encontró en éste el espacio democrático para debatir y confluir en proyectos de cambio. En 1991, junto con Pablo Pascual y José Woldenberg, envió una carta de renuncia al entonces presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas. Los tres disidentes no aceptaron ser partes de un movimiento mesiánico que se asumía como el único capaz de representar al pueblo. Tampoco estaban de acuerdo en las decisiones inconsultas tomadas en la dirección, sin discusiones que las precedieran.

Adherente y continuador a su manera de las enseñanzas de su padre, Adolfo Sánchez Vázquez, el filósofo y destacado intelectual republicano exiliado en México, reivindica para sí los principios del marxismo clásico, pero rechaza la esclerosis y los dogmas, posición expuesta en una cita del teórico de la praxis: “Desde mi punto de vista, el marxismo ha caducado en una serie de aspectos. Hay tesis que no se han confirmado… pero en ese caso hay que hacer lo que habría hecho el propio Marx: no tratar de ajustar la realidad a las tesis… sino forjar nuevas tesis que traten de explicar esa realidad”.

Seguidor preciso de la coyuntura, Sánchez Rebolledo se mueve como pez en el agua cuando aborda los problemas de la estrategia y las tácticas de los movimientos sociales y políticos. De 2004 a 2006, publicó valiosos ensayos sobre la traición a la democracia ejecutada por Vicente Fox y el impedimento por segunda vez en dos décadas del ascenso al poder por una conjunción de fuerzas populares a costa de romper la legitimidad. También sobre  la conversión de Andrés Manuel López Obrador en el líder nacional que sigue siendo. Una minúscula muestra de la vasta lista de “cabezas” revela esta destreza del autor para el análisis del suceso contemporáneo: “La salida: contar los votos, ¿Oligarquía o democracia?,  La izquierda ayer y hoy, Organización, partido y movimiento, Laicismo: ¿libertades absolutas, derechos ilimitados?, La hora de los Indios, ¿Qué es Marcos?, Los facinerosos de la izquierda”, etcétera.

Sin duda, debemos celebrar la aparición de este volumen y de sus ingentes contribuciones a la cultura y al quehacer político de México. Para nuestra fortuna, seguimos leyendo cada semana al viejo amigo y camarada Adolfo Sánchez Rebolledo.

* Adolfo Sánchez Rebolledo. La izquierda que viví. El instante y la palabra. Configuraciones, México 2014. 611 pp.

 

          

          


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VÍCTOR OROZCO

 

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