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1656 1 Septiembre 2014

 

Insultos anónimos
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- A nadie nos gusta ser ofendidos, ni insultados, ni difamados. Ni en vivo ni bajo pseudónimo. Pero la solución es simple: se le ignora, y listo: es el precio por opinar públicamente con nuestro nombre y apellidos. En el fondo, el problema psicológico no está del lado de quien opina públicamente sobre un asunto político, sino de quien calumnia cobarde y agresivamente desde el anonimato.

Su afán consiste en buscar notoriedad a expensas de otros, llamar la atención a como dé lugar: es una distorsión del ego.

Esto se deriva de una psicopatología denominada “online disinhibition effect”. Cuando determinadas personas se plantan solitarias frente a una pantalla, se les detona un efecto peculiar: el anonimato las envalentona, incrementan características escondidas de temeridad, auspiciados por la invisibilidad que propician las redes sociales.

Cuando interactuamos cara a cara, el cerebro se mantiene usualmente en autocontrol gracias al córtex orbitofrontal, que emite señales para moderar nuestros impulsos y empatizar con los demás. Eso nos evita salidas de tono y comportamientos inaceptables.

Pero en Internet, el córtex no funciona igual que en la vida real, porque no está bien adiestrado en el medio online. De ahí que nos sea muy fácil dejarnos llevar por impulsos, desatamos los instintos primarios, y podemos enviar comentarios insultantes, “al cabo nadie nos ve”.

Por eso se nos pide a quienes publicamos en Internet que seamos muy tolerantes con quienes nos insultan y asumamos esto del “online disinhibition effect”.

 

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