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1672 23 Septiembre 2014

 

 

El océano azul de la política
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- Si las campañas electorales o las precampañas fuesen un negocio, a la búsqueda desenfrenada de electores se le llamaría océano rojo (según la célebre metáfora de Kim y Mauborgne, autores de Blue Ocean Strategy). La ruda competencia por ganar mercados se tiñe de sangre al pelear por el crecimiento propio a costa de los competidores. La utilidad lo es todo. Las empresas, como los candidatos, compiten en estos océanos rojos obteniendo ganancias electorales cada vez menos rentables y cada vez más desgastantes para sí mismos.

No es culpa de ellos: es también resultado de una clientela que entiende las contiendas electorales como pasarela de políticos corruptos, guiados, moldeados y a veces manipulados por medios de comunicación que ajustan sus ataques periodísticos en razón de los ingresos que ganan, metiendo la mano en los bolsillos de cada aspirante. Los únicos beneficiarios del fundraising (captación de fondos) son estos medios. ¿Quiénes son más inescrupulosos?

Pero existe otro tipo de mercado electoral que no se ha explorado lo suficiente; clientes-electores potenciales que deciden su voto a partir de otros criterios, sin ajustarse al esquema del acto masivo, el desayuno multitudinario o los titulares de los periódicos. De nuevo, si las contiendas electorales fuesen un mercado, a este diferente tipo de clientes se les llamaría el océano azul, un espacio donde no están los rivales, se crea una nueva demanda y el candidato emprendedor puede generar valor siendo altamente competitivo.

Este océano azul son las redes sociales. Con una advertencia: las redes sociales no son el mercado (como piensan casi todos los aspirantes) sino apenas el espacio donde, aplicando la innovación adecuada, pueden ganar clientes-usuarios-electores. Y esto no se obtiene diseñando un portal que nadie ve, o abriendo una página en Facebook o Twitter (administrada por un community manager asalariado y disfrazado). Sería como flotar en el océano rojo creyendo que ya se navega en el océano azul. 

¿Y si los aspirantes a un cargo de elección popular se enfocaran a los usuarios-electores en red, es decir, a la social media?; ¿a los nativos digitales, migrantes digitales, followers, early-adopters, que también suelen votar? Las campañas son, alternadamente, online y offline. En la web, la creación de reputación personal no es rápida, pero sí más sólida. Es más barata (y moralmente más decorosa) que pagar un desplegado periodístico. La empatía se gana siendo uno más: se piensa que Internet puede utilizarse como marquesina de anuncios, cuando en realidad es un ágora de discusión pública, deintegrantes del smartmob, sin intermediarios ni representantes personales.  

Menciono algunas de estas ideas en línea, convertidas ya en herramientas públicas en otras comunidades: de entrada la IP-TV. Otra es SeeClickFix, un servicio público usado en Washington y San Francisco, donde la gente reporta problemas de su cuadra o colonia sobre salud, tráfico, vialidad, mantenimiento de escuelas, parques, para solicitar que los reparen y que algunos ciudadanos ya estamos aplicando gratuitamente en San Pedro. Otra plataforma, eminentemente electoral, es WithMitt, útil para que cada simpatizante diseñe su propia publicidad para el candidato y la comparta a su comunidad-red.

Los políticos hacen campaña en una sociedad híbrida, tanto real como virtual, en un entorno de infoxicación (saturación de información que intoxica a los usuarios), y donde el océano rojo de electores-ciudadanos, convive con el océano azul de electores-usuarios. En el océano rojo ocurren sangrientas batallas navales. En el océano azul ocurren prácticas de innovación. Los políticos tienen que navegar en las dos aguas, en los mares virtuales y en los del mundo real; apostemos quién de los dos naufragará. 

 

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