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1672 23 Septiembre 2014

 

 

Tragedia en La Huasteca
Claudio Tapia

“Hagan algo para que esto no vuelva a ocurrir”,
reclamo ciudadano en la red, tras el lamentable
accidente ocurrido en La Huasteca.

San Pedro Garza García.- ¿Se dan cuenta del simplismo que encierra la afirmación producto de la desesperación y la impotencia? La solución de problemas sociales como la inseguridad, el alcoholismo, la inexistente educación vial, la falta de medidas preventivas, el abandono de los parques públicos, la cultura de la ilegalidad, la ausencia de sentimientos de solidaridad y respeto al prójimo, y un largo etcétera digno de análisis etnográfico, nos compete a todos.

La conclusión de los ciudadanos es lapidaria: ustedes, los gobernantes inútiles y corruptos, son los culpables; consecuentemente, tienen que hacer “algo” para remediarlo y si no pueden, renuncien. Así de fácil.

Me temo que esa visión parcial no conduce a la solución de problemas tan añejos y complejos, dignos de seria reflexión. Me limito a enunciar algunos aspectos que considero significativos para el análisis del problema que nos ocupa.  

Como lo hemos comentado, el mercado no es un mecanismo neutral y sus negociaciones dan forma a las relaciones sociales. La política y la cultura, y no sólo la economía, son productos del mercado. Sus transacciones frustran e impiden el desarrollo de las capacidades humanas y determinan las preferencias de las que resultan nocivas.

Así es como se explica que mientras en países como Finlandia, que tiene previsto en los próximos 20 años acabar con el transporte privado, en el nuestro se amplían ad eternum los ejes viales de 6, 8 y 10 carriles, en segundos y terceros pisos, para dar cabida a los millones de automóviles que la industria global le asesta cada año al planeta de forma creciente, sostenida y criminal. No podemos estimular el transporte colectivo y recurrir a otros medios porque atentamos contra la lógica del capital cuyo crecimiento no puede parar.

El deporte que conduce a que los seres humanos se alimenten sanamente, no fumen, no ingieran alcohol, enfermen menos y ocupen los espacios públicos para realizarlo al aire libre, no conviene al libre mercado y a sus empresarios. El deporte que les conviene es el del espectador atrapado en la tele que ve el fut mientras ingiere comida chatarra, bebe cervezas y fuma cigarrillos, productos elaborados por empresas con compromiso social. La tele y sus negocios paralelos necesitan más espectadores, y los laboratorios y hospitales más enfermos; y si son crónicos, mejor.

Los parques públicos son bienes públicos cuya propiedad no entendemos porque nos han acostumbrado a sólo distinguir entre lo mío y lo ajeno. Estos son un apetitoso manjar al que los voraces fraccionadores le quieren meter el diente. La política privatizadora inherente al libre mercado sigue la misma ruta crítica: los gobiernos que deben proteger y administrar los bienes  públicos, simplemente los abandonan a su suerte; se genera la degradación y el desorden que, acumulados, justifican el despojo. A ver, ciudadano: ¿lo prefieres público pero abandonado, o privado y bien administrado? (¿Te acuerdas de La Pastora?)

El alcoholismo en nuestra sociedad es un serió problema de salud pública. Pero la producción distribución y consumo de cerveza y alcoholes se consideran giros blancos. Se debe consumir cada día más y más, para que haya más jale. Vivimos en la próspera e industriosa Carta Blanca City.  Si el empresariado local se dedicara al negocio del juego seguramente los casinos dejarían de ser satanizado. 

En La Huasteca se acumulan los problemas señalados y varios más. Hoy es un parque público convertido en basurero (incluye residuos tóxicos tirados por las industrias locales); es una macro-cantina a cielo abierto en la que se consumen, sin horario, cantidades ilimitadas de cerveza. Los gandallas posesionarios y precarios propietarios, han construido lo que han querido y en donde han podido, sin ningún control o plan regulador, al ahí se va. El agua que debía correr libremente, inexplicablemente desaparece. Por la carretera central, convertida en pista de carreras, circula el que quiere, como quiere, con lo que quiere y a la velocidad que quiere. La anarquía es total, es la tierra de nadie convertida en la antesala de un nuevo intento privatizador.

Por eso no estoy de acuerdo en culpar de todo al acalde del municipio en el que trabajaba el homicida culposo (curiosamente no se ha señalado al alcalde del lugar en el que el accidente ocurrió ni a las autoridades estatales y federales), porque así conviene a partidos y políticos que se posicionan para la próxima contienda electoral.

Creo que, a más de los corruptos gobernantes, los honestos empresarios y los decentes ciudadanos, tenemos mucho que hacer para que eso no vuelva a ocurrir.

 

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